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La leyenda de oro 4.pdf

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or.runRE , LA LEYEND A DE ORO. 157<br />

Murcio habia menester para su uso cotidiano, sin<br />

que jamás sobrase, ni fallase á la necesidad, mostrando<br />

Dios con lan patente milagro, cuánto lo<br />

agradaba la vida solitaria <strong>de</strong> su siervo; pues le<br />

ministraba con tan perenne milagro el agua quo<br />

necesitaba, <strong>de</strong> una tosca y dura peña. Pero el antiguo<br />

enemigo , como siempre ar<strong>de</strong> <strong>de</strong> envidia, procuró<br />

quitarlo este regalo, valiéndose para esto <strong>de</strong><br />

una fiera sierpe, antigua amiga suva , haciendo<br />

que esla se fuese á la cueva , para ver si con el<br />

temor huia el santo; pero fué cosa maravillosa,<br />

quo en tres años que habitó con él la sierpe enemiga<br />

, y en ella el <strong>de</strong>monio . jamás le inquietó do<br />

su continua oración , ni la tuvo el menor temor,<br />

aunque ella hacia todas sus diligencias para ponerle<br />

horror y miedo ; antes en el tiempo que daba<br />

al <strong>de</strong>scanso , si alguno tenia, se divertía con ella,<br />

dando gracias á su Criador al verla, y la ponia ya el<br />

pié, ya la mano <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la fiera y venenosa boca,<br />

y <strong>de</strong>cia : Si tienes licencia <strong>de</strong> mor<strong>de</strong>rme y herirme,<br />

hazlo.; que yo pronto estoy para obe<strong>de</strong>cer, sufrir<br />

y pa<strong>de</strong>cer. Al fin, viendo el enemigo mortal que<br />

siempre iba <strong>de</strong> vencida , y ganaba Marcio con lo<br />

mismo que él juzgó que perdiera , pasados tres<br />

años, un dia, <strong>de</strong>sesperado, dio un fiero bramido,<br />

y saliendo <strong>de</strong> la cueva la sierpe, se arrojó por un<br />

lado <strong>de</strong>l monte precipitada , y con el fuego que <strong>de</strong><br />

sí arrojó, abrasó todos los árboles que por aquella<br />

parte que se <strong>de</strong>speñó habia; mostrando Diosa su<br />

siervo , cuánta era la virtud <strong>de</strong> la sierpe (<strong>de</strong> que lo<br />

había <strong>de</strong>fendido tres años) para acabar con él,<br />

pues así abrasaba la montaña.<br />

2 Este varón santísimo , luego que se encerró<br />

en aquella cueva , propuso en su corazón no mirar<br />

jamás mujer a'guna , no por menosprecio <strong>de</strong>l sexo,<br />

sí por huir la tentación y riesgo <strong>de</strong> mirarlas. Cierta<br />

mujer liviana oyó <strong>de</strong>cir este prodigio cierto dia<br />

(que no permite Dios se oculten las virtu<strong>de</strong>s gran<strong>de</strong>s<br />

do sus siervos), y sin duda instigada <strong>de</strong> la vencida<br />

sierpe, atrevida so subió al monte, y <strong>de</strong>shonesta<br />

so fué á la cueva. Miró el santo por una ventanilla<br />

que tenia, y <strong>de</strong> lejos conoció era mujer la<br />

que venia : púsose en oración , y el rostro sobre la<br />

tierra, perseverando <strong>de</strong> esta suerte (inmóbil como<br />

una piedra) tanto tiempo, que la <strong>de</strong>shonesta mujercilla,<br />

cansada <strong>de</strong> estar en la ventana á ver si alzaría<br />

las ojos el santo á mirarla, se fué <strong>de</strong>sesperada<br />

y corrida : la cual, al punto que bajó <strong>de</strong>l monte,<br />

murió; dando Dios con esto á enten<strong>de</strong>r cuánto<br />

se había ofendido <strong>de</strong> quo aquella <strong>de</strong>shonesta mujer<br />

se atreviese á querer inquietar á su siervo.<br />

3 En otra ocasión sucedió que venia mucha<br />

gente ó verle á su cueva, y pedirle remedio á sus<br />

necesida<strong>de</strong>s y aflicciones; porque tenian experiencia<br />

<strong>de</strong> que milagrosamente consolaba á lodos. Era<br />

muy estrecha y áspera la senda para subir al monto<br />

y guiar á la cueva : iba un niño <strong>de</strong>scuidado : tropezó<br />

. y cayó rodando el monte abajo, á una profundidad<br />

tan gran<strong>de</strong>, y por entre tantas breñas y<br />

peñas, que todos cuantos le vieron caer, no solo<br />

le tuvieron por muerto, p<strong>oro</strong> aun juzgaban que en<br />

la mitad <strong>de</strong>l camino se habría hecho dos mil pedazos.<br />

No obsianlo , como pudieion bajaron á buscarle<br />

. para dar sepultura al cadáver: y cuando<br />

todos lo lloraban muerto y hecho polvos, le hallaron<br />

vivo , sano y bueno, atribuyendo lodosa la<br />

oración <strong>de</strong>l bendito Marcio lan claro y portentoso<br />

milagro , dando por él infinitas gracias á Dios.<br />

i Sobre la peña y cueva <strong>de</strong> Marcio sobresalía<br />

otra peña <strong>de</strong> formidable gran<strong>de</strong>za, y estaba <strong>de</strong><br />

suerte que cada instante parecia caerse y amenazar<br />

una gran ruina al siervo <strong>de</strong> Dios. Rogáronle muchos<br />

se mudase á otro sitio menos peligroso; mas él respondía<br />

, que ya Dios le habia señalado aquel. Un<br />

varón ilustre vino un dia acompañado do gran<br />

multitud <strong>de</strong> al<strong>de</strong>anos , movido <strong>de</strong> piedad, con instrumentos<br />

que pudiesen quitar y <strong>de</strong>rribar <strong>de</strong>l lodo<br />

aquella gran peña que cada instante parecia caerse:<br />

rogó al sanio que se saliese déla cueva mientras la<br />

<strong>de</strong>rribaban , teniendo por cierto que al caer hundirla<br />

la cueva y malaria al sanio glorioso; pero él<br />

dijo, que <strong>de</strong> ningún modo saldría do su cueva; quo<br />

ellos hiciesen lo que fuesen servidos. Al fin comenzaron<br />

su obra: y cuando mas instrumentos le habían<br />

puesto para que no cayese por aquella parle,<br />

se les fué <strong>de</strong> repente <strong>de</strong> las manos, y cayó aquel<br />

corpulento peñasco por don<strong>de</strong> todos juzgaron haría<br />

diez mil pedazos al sanio y su cueva ; pero el Señor<br />

lo or<strong>de</strong>nó <strong>de</strong> otra suerte , enviando un ángel que lo<br />

llevase en el aire, hasta salvar la cueva y habitación<br />

<strong>de</strong> su siervo: con que cayó <strong>de</strong>spués en tierra,<br />

sin causar el menor daño ni susto al glorioso santo;<br />

que aun no quiso su divina Majestad le divirtiese<br />

el ruido ó susto, <strong>de</strong> la oración y contemplación en<br />

que estaba. Quedaron todos maravillados <strong>de</strong>l prodigio,<br />

y dieron á Dios infinitas gracias, y Marcio<br />

mas que lodos.<br />

5 Púsose una ca<strong>de</strong>na á un pié al instante que<br />

se fué á vivir á aquel monte, para no po<strong>de</strong>r salir<br />

<strong>de</strong> su cueva en todos los dias <strong>de</strong> su vida, ni moverse<br />

mas que el corlo espacio do la ca<strong>de</strong>na , que<br />

era corla y tenia el remate clavado en el peñasco.<br />

Tuvo noticia el glorioso padre san Benito <strong>de</strong> Marcio<br />

. y <strong>de</strong> la prisión en que se habia puesto tan estrecha<br />

y trabajosa , y envióle á <strong>de</strong>cir por un discípulo<br />

suyo estas palabras solas: Si eres siervo <strong>de</strong><br />

Dios , no te prenda ni le ate la ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong> hierro,<br />

sino la ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong> Cristo. ¡ Cosa rara ! Apenas oyó<br />

estas palabras, cuando se quitó la ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong>l pié;<br />

pero quedó tan preso sin ella, que jamás se apartó,<br />

ni por un instante, <strong>de</strong>l mismo lugar en que lo podía<br />

tener preso y alado la ca<strong>de</strong>na; porque la obediencia<br />

le aprisionó con Cristo , suave y divina ca<strong>de</strong>na.<br />

A la fama <strong>de</strong> su gran santidad se siguió, no<br />

solo el concurso ya referido <strong>de</strong> gente que so venia<br />

á valer <strong>de</strong> sus oraciones, sino también el tener muchos<br />

discípulos, que, á imitación suya, so quedaban<br />

á viviren aquel <strong>de</strong>sierto, cerca <strong>de</strong> la cueva <strong>de</strong>l<br />

bendito Marcio. Estos tenían un pozo , <strong>de</strong> don<strong>de</strong> sacaban<br />

el agua que habian menester; pero cada dia<br />

se rompia la soga con que ataban el cubo ó herrada<br />

con quo la sacaban. Teníase el glorioso sanio la<br />

ca<strong>de</strong>na en que á los principios se ató , como dijimos<br />

, en la cueva: pidiéronsela , y él la dio al instante:<br />

aláronla á un pedazo do la soga <strong>de</strong> esparlo<br />

con que sacaban el agua; mas ( ¡ó virtud divina !)<br />

al instanle que la soga locó aquella ca<strong>de</strong>na quo<br />

habia tenido alado y preso el bendito pió <strong>de</strong> Mar-

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