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La leyenda de oro 4.pdf

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DiciE-vnitE, 24 LA LEYENDA DE ORO. 187<br />

ciudad <strong>de</strong> Espoleto, parle do llalla, en la Umbría,<br />

vivia en conlmuos ayunos, oraciones y penitencias,<br />

el bendito sacerdote <strong>de</strong> Jesucristo, Gregorio, haciendo<br />

tantos milagros, sanando enfermos, limpiando<br />

leprosos, curando en<strong>de</strong>moniados, dando<br />

vista á ciegos, oido á sordos, v volviendo á Dios<br />

itiíinilos corazones <strong>de</strong> paganos , que tema por suyos<br />

el <strong>de</strong>monio, <strong>de</strong>rribando sus ídolos y templos,<br />

en que era glorificado Jesucristo, que la fama <strong>de</strong><br />

lantas maravillas , no pudiendo ya ocultarse, llegó<br />

á liorna á los oidos <strong>de</strong> los crueles Diorleciano y<br />

Maximiano, emperadores, los cuales enviaron á<br />

Espoleto un ministro <strong>de</strong> Satanás y suyo, llamado<br />

Flanco. Entró en la ciudad , y puesto en su tribunal<br />

, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> prometió favores inmensos á los<br />

idólatras, hizo llamar á Gregorio,contra quien iba,<br />

y dijo: ¿Eres tú Gregorio el <strong>de</strong> Espoleto? Yo<br />

soy , respondió el santo. ¿Eres tú (replicó Flanco)<br />

el rebel<strong>de</strong> á los dioses y menospreciado!' <strong>de</strong> los<br />

príncipes? El santo respondió : Si quieres saber la<br />

verdad , yo jamás me aparté <strong>de</strong> mi Dios y Señor<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> mi niñez. Replicó Flacco : ¿Quién es este lu<br />

Dios? Respondió Gregorio: El que hizo al hombre<br />

á su imagen y semejanza, Dios fuerle, Dios<br />

inmortal, que da á cada uno el premio ó castigo<br />

según sus obras. Focas razones (dijo Flacco): <strong>de</strong>jemos<br />

<strong>de</strong> argumentos, y trata solo <strong>de</strong> hacer lo que<br />

mando. Sé muy bien lo que mandas (dijo Gregorio)<br />

; pero también hago lo que <strong>de</strong>bo. Pues una <strong>de</strong><br />

dos (dijo Flacco), ó morir ó sacrificar á Júpiter,<br />

Minerva y <strong>de</strong>más dioses inmi ríales con que conseguirás<br />

gran<strong>de</strong>s merce<strong>de</strong>s <strong>de</strong> nuestros invictísimos<br />

príncipes, y serás su gran<strong>de</strong> amigo. No quiero<br />

tu amistad (dijo Gregorio), ni sacrificar á los <strong>de</strong>monios,<br />

sino solo á mi Dios y Señor Jesucristo.<br />

Loco estás, misero Gregorio (dijo Flacco); pues<br />

no temes lanías penas como te amenaza mi rigor.<br />

Tú ores el loco (dijo el divino Gregorio), quo no<br />

conoces á tu Criador Jesucristo, y adoras á los <strong>de</strong>monios<br />

infernales.<br />

2 Aquí acabó <strong>de</strong> flaquear <strong>de</strong> Flacco la paciencia,<br />

y dijo furioso : Hola, dadle crueles golpes<br />

y azotes en ias mejillas v boca ; porque blasfema<br />

<strong>de</strong> nuestios dioses, luciéronlo así al punto; y ei<br />

invictísimo mártir <strong>de</strong>cía con gran paciencia: Ministros<br />

<strong>de</strong> Satanás, haced lo que él os or<strong>de</strong>na.<br />

Viéndole sufrir con tal paciencia, volvió Flacco á<br />

<strong>de</strong>cirle: Llega y sacrifica ó los dioses, antes que<br />

sobre tí vengan mayores tormentos. Ya te he dicho<br />

(dijo el santo), que no sacrificaré á los <strong>de</strong>monios,<br />

sí solo á mi Señor Jesucristo, quo hizo el<br />

cielo, la tierra, el mar y cuanto en ellos se encierra.<br />

Hola (dijo Flacco), traed al punió nudosos<br />

bastones, secos y fuertes, y rompédle á palos<br />

los costados , diciendo : Así pa<strong>de</strong>cen los rebel<strong>de</strong>s á<br />

los dioses y á los príncipes. Ejecutáronlo al punto;<br />

y el santo glorioso <strong>de</strong>cia : Sabe, ó Flacco, que<br />

por los tormentos y males que en mi cuerpo ejecutas,<br />

me ha <strong>de</strong> dar doblados bienes mi Señor Jesucristo<br />

en el cielo. Habíanle tenido boca abajo en<br />

el suelo, y ya le habían abierto las espaldas sagradas<br />

á palos, cuando dijo furioso el juez: Volvédlo,<br />

y <strong>de</strong>shacedle el vientre á palos. Entonces Gregorio,<br />

levantando los ojos, al cielo, dijo: Señor mió<br />

Jesucristo, ten <strong>de</strong> mi misericordia. Entonces Flacco<br />

, y Tircano , cierto amigo que le acompañaba,<br />

tal como él , dijeron : Cen tú , ó Gregorio, misericordia<br />

y piedad <strong>de</strong> tí, anles que mueras: eslo to<br />

aconsejamos como amigos. Apartaos <strong>de</strong> mí, ministros<br />

<strong>de</strong> Satanás (dijo el esforzado y santísimo<br />

Gregorio); que no he menester vuestros consejos,<br />

ni quiero vuestra amistad ni consuelo; porque<br />

tengo presente ó mi Señor Jesucristo, que me conforta,<br />

alíenla y consuela en mis heridas. Esa , ó<br />

<strong>de</strong>sdichado, es la locura que no le <strong>de</strong>ja vivir, dijo<br />

Flacco. ¡ Qué importa (dijo Gregorio) , que quites<br />

y acabes la vida <strong>de</strong> mi cuerpo, si nu dulce y amado<br />

Dios vivifica, conforta y consuela mi alma!<br />

3 Hola (dijo Flacco), atadle los pies y manos:<br />

ponédlo sobre las parrillas <strong>de</strong> hierro tendido, y encen<strong>de</strong>d<br />

<strong>de</strong>bajo un gran<strong>de</strong> fuego, y asadlo vivo; á<br />

ver si da gracias á su Dios en el fuego. Al instante<br />

obe<strong>de</strong>cieron aquellos infernales ministros; pero el<br />

invictísimo mártir, viéndose en el fuego, comenzó<br />

á orar <strong>de</strong> esta suerte: Señor mío Jesucristo, Dios<br />

<strong>de</strong> Abrahan, Dios <strong>de</strong> Isaac, Dios <strong>de</strong> Jacob, Dios<br />

<strong>de</strong> nuestros padres, tú, que no <strong>de</strong>sprecias los humil<strong>de</strong>s<br />

ruegos <strong>de</strong> tus siervos: tú que entraste con<br />

los tres niños en el horno <strong>de</strong> Babilonia, asísteme<br />

y favoréceme también á mí , en medio <strong>de</strong> esto<br />

gran fuego que por tí pa<strong>de</strong>zco. En esle punió hubo<br />

un gran terremoto ó temblor <strong>de</strong> tierra en toda<br />

la ciudad, y cayó gran parte <strong>de</strong> ella, y murieron<br />

mas <strong>de</strong> cuatrocientos cincuenta paganos , que estaban<br />

sacrificando á sus dioses: lo cual visto por<br />

Flacco, bramó como t<strong>oro</strong> : rugió como león furioso;<br />

y asombrado y lleno <strong>de</strong> furor y miedo, huyó<br />

<strong>de</strong> aquel lugar. Su amigo Tucano quedó por él<br />

y dijo : Hola, iraéd luego grillos y ca<strong>de</strong>nas y cargedlo<br />

<strong>de</strong> hierro: poned al instante á este encantador<br />

en la cárcel, y en el lugar mas penoso y duro,<br />

y que<strong>de</strong>n guardándole <strong>de</strong> día y <strong>de</strong> noche los soldados<br />

<strong>de</strong> Flacco porque no se huya.<br />

4 Luego que estuvo en la cárcel, se le apareció<br />

el ángel <strong>de</strong>l Señor, hermoso y resplan<strong>de</strong>ciente,<br />

y le dijo : <strong>La</strong> paz sea contigo , Gregorio santísimo;<br />

no lemas: y al instante se rompieron los grillos y<br />

ca<strong>de</strong>nas, quedando el bendito mártir libre, sano<br />

y bueno, y la cárcel que era oscurísima, llena do<br />

una claridad celestial. Gregorio se postró, y puesta<br />

su cara sobre la tierra, con toda humildad y rendimiento<br />

dijo : Gracias te doy infinitas, Señor mió<br />

Jesucristo, porque le dignaste <strong>de</strong> enviarme lu<br />

sanio ángel, que ha consolado y confortado mi alma<br />

: yo to confieso y confesaré eternamente tu<br />

sanio nombre; porque tú solo eres Dios. El ángel<br />

le dijo : Siervo bueno y fiel, ven á mi gloria ; que<br />

si en lo menos fuiste fiel , yo te constituiré en lo<br />

mas: entra en los gozos eternos <strong>de</strong> tu Señor: y con<br />

eslo <strong>de</strong>sapareció el ángel ; y Gregorio so levantó,<br />

alabando y bendiciendo á Dios. El dia siguiente,<br />

vuelto en sí, y perdido ya el justo temor, que jamas<br />

<strong>de</strong>biera per<strong>de</strong>r, por el cruel Flacco, hizo poner<br />

su tribunal on medio <strong>de</strong> la plaza , y traerá Gregorio,<br />

á quien dijo así: Ea, Gregorio, tiempo es<br />

ya <strong>de</strong> que <strong>de</strong>jes tu locura y sacrifiques á los in-<br />

mortales dioses. A quien Gregorio respondió animoso<br />

: Jamás sacrificaré á los <strong>de</strong>monios, ni incur-

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