Crítica y Arte. Filosofía - Banco de Reservas

COLECCIóN pENSAMIENtO DOMINICANO | Vo l u m e n IV | CRítICA DE LItERAtURA y ARtE. FILOSOFíA
La inmovilidad es otro de los lunares más resaltantes en la obra del crítico dominicano.
todos los comentarios que escribió tienen en el fondo y en la forma una similitud pronunciada.
Sus artículos de crítica, aunque versen sobre los autores más disímiles, se parecen
tanto unos a otros que con sólo suprimirles los nombres propios podrían confundirse con
tanta facilidad como se confunden en las páginas de La Galatea de Cervantes los pastores
galercio y Artidoro: esto es, únicamente los entendidos o los muy familiarizados con la
prosa de garcía godoy y con los autores que comenta, podrían distinguir las diferencias
que existen entre esas diversas obras de interpretación literaria. tal semejanza obedece en
primer término a las pocas ideas que movió el crítico en las composiciones de ese género,
siempre limitadas a la expresión de algunos conceptos generales sobre las tendencias de
la literatura hispano-americana, y a ciertas impresiones, poco más o menos las mismas,
sobre los libros y los autores que juzga de acuerdo con su técnica usual y dentro de un
estilo invariable.
Las anotaciones anteriores, si bien reducen la crítica de garcía godoy a un impresionismo
más palabrero que afectivo, no excluyen la concurrencia en el intérprete de cualidades
verdaderamente extraordinarias. El autor de Perfiles y relieves acertó la mayor parte de las
veces en sus juicios si no sobre cuestiones de detalle, las cuales por lo general no atraen
su atención, sí, en cambio, sobre los aspectos de mayor importancia en cada una de las
obras comentadas. Ninguna de sus conclusiones de carácter global puede con justicia
objetarse, testimonio de que García Godoy fue hombre de fino olfato crítico y de gusto
seguro y no poco ejercitado. Sus ideas sobre autores todavía muy discutidos en la época
en que fueron juzgados por el incansable comentarista, como sucede con Rubén Darío, a
quien consagra en Páginas efímeras un artículo lleno de atisbos sagaces y con tres o cuatro
apuntes originales, prueban que el crítico dominicano, dentro de la superficialidad de su
método puramente impresionista, sabía discernir el oro de la escoria y ver a veces más
allá de la realidad inmediata. 5
Pero, aunque parezca chocante, fue en la crítica filosófica donde García Godoy mostró
más agudeza. Algunas de las páginas que figuran en La hora que pasa, el más serenamente
meditado de sus libros, pueden reputarse como definitivas en la mayor parte de sus conclusiones.
Lo primero que esas páginas revelan es al hombre de vasta lectura y al pensador bien
informado. Sin exhibir desparpajadamente su erudición, y sin citar opportune et impportune a
los autores cuyo pensamiento parece haberse más íntimamente asimilado, diserta con firmeza
y propiedad sobre algunos sistemas filosóficos y sobre tres o cuatro ideas generales. No
puede afirmarse que tuvo pensamiento especulativo propio, cosa que sería manifiestamente
exagerada, pero sí que supo, y ya eso sólo es bastante, encontrar adherencias filosóficas a las
ideas que bullen en el espíritu de todo hombre culto y que constituyen acaso la expresión
de las dudas o de las intuiciones que en su conciencia engendran los enigmas de la vida y
los misterios sobrenaturales.
Experimentalista y empírico en teoría, jamás logra evadirse, como el metafísico puro,
de las realidades de la tierra, y lo que caracteriza su doctrina, si alguna tuvo realmente
propia, es cierta preocupación de orden práctico que limita la órbita de sus ideas y que le
5 En la misma época en que apareció el artículo de garcía godoy sobre Rubén Darío (año 1912), otro escritor
dominicano, Arístides garcía gómez, negaba gozosamente al poeta de Azul las cualidades que han hecho de él uno de
los grandes artífices de la poesía castellana: su prodigioso sentido de la armonía, su esplendidez verbal, la mórbida y
delicuescente belleza del encaje parisiense en que envolvió sus sentimientos de artista refinado y voluptuoso.
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