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Crítica y Arte. Filosofía - Banco de Reservas

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MANUEL VALLDEpERES | EL ARtE DE NUEStRO tIEMpO<br />

El estilo es un sistema <strong>de</strong> ten<strong>de</strong>ncias, es cierto; pero es también un proceso <strong>de</strong> elaboración<br />

en el que juegan singular importancia las preferencias por un lado y la formación cultural por<br />

otro. Suponiendo, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego, que quien se propone pintar o esculpir está dotado <strong>de</strong> vocación,<br />

que es tanto como <strong>de</strong>cir <strong>de</strong> sensibilidad para valorar los objetos naturales esenciales y<br />

para proce<strong>de</strong>r a su estilización significativa como medio <strong>de</strong> comunicación con el público.<br />

puesto que el arte es dualismo –metafísica–, no incumbe al arte ser humano, sino proyectarse<br />

hacia lo sobrehumano. Esta i<strong>de</strong>a comporta, lógicamente, una revolución <strong>de</strong> los<br />

cánones estéticos, los cuales se mantienen en lucha abierta entre el naturalismo y el estilo.<br />

No está lejos los días en que el impresionismo ponía en tela <strong>de</strong> juicio la “vali<strong>de</strong>z absoluta<br />

<strong>de</strong>l i<strong>de</strong>al artístico <strong>de</strong> la antigüedad y creaba una sensibilidad estética que proyectaba nuevos<br />

i<strong>de</strong>ales. Nuevos i<strong>de</strong>ales que convergieron en la fuerza incomparable <strong>de</strong>l arte nuevo, <strong>de</strong>l arte<br />

liberado.<br />

El movimiento impresionista fue el primer golpe que recibió el naturalismo absoluto,<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la sobrenaturalidad <strong>de</strong> los egipcios. Más que sensación óptica, concepción espiritual<br />

<strong>de</strong>spojada <strong>de</strong> substancia, <strong>de</strong>cían los impresionistas. En el fondo, lo que ofrecían al<br />

mundo era un espíritu especulativo prodigiosamente fecundo y libérrimo: un estilo.<br />

Era, claro está, la ruptura con la tradición. No en bal<strong>de</strong> se <strong>de</strong>scubrió entonces –por lo<br />

que al arte se refiere– que las tradiciones nunca pue<strong>de</strong>n generar nuestros sentimientos vitales.<br />

A lo sumo pue<strong>de</strong>n confirmarlos. El arte mo<strong>de</strong>rno ha <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> ser naturalista porque<br />

el tiempo se nutre <strong>de</strong> su propia substancia y el artista no pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> ser actual para,<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> su actualidad, proyectarse en el futuro como tradición y no como substancia válida<br />

<strong>de</strong> un i<strong>de</strong>al permanente.<br />

El proceso <strong>de</strong> la evolución <strong>de</strong>rrumba i<strong>de</strong>ologías eruditas. Si es absurdo preten<strong>de</strong>r construir<br />

una relación con la tradición, no lo es tanto el establecer contacto con ella para asimilar<br />

las experiencias que contiene. En el i<strong>de</strong>al estético mo<strong>de</strong>rno hallamos significativas presencias<br />

<strong>de</strong>l pasado que no son regresiones, sino conciencia valorativa <strong>de</strong> una época. En picasso<br />

hay mucho <strong>de</strong> los egipcios y mucho también <strong>de</strong> El greco; pero el i<strong>de</strong>al artístico, su estética<br />

abstracta, es parte <strong>de</strong> la revolución social –evolución progresiva– que ha experimentado la<br />

humanidad; tránsito objetivo hacia un concepto i<strong>de</strong>al reformado.<br />

La lucha entre el naturalismo y el estilo comienza cuando el hombre empieza a darse<br />

cuenta que no le complacen las cosas en su objetividad natural. El impresionismo ya no satisface<br />

nuestra curiosidad, nuestro perpetuo afán <strong>de</strong> búsqueda. Clau<strong>de</strong>l se convierte en i<strong>de</strong>al <strong>de</strong><br />

la expresión artística y su misticismo social es una revelación. En torno suyo, victoriosos <strong>de</strong>l<br />

estilo, maduran los poetas y los pintores y escultores abstractos. Entre éstos, Matisse, picasso,<br />

Orozco, Lipchitz –entre tantos otros– y se crea una espiritualidad que no se circunscribe a<br />

los hechos naturales, sino que revela el i<strong>de</strong>al nuevo. y a su amparo triunfa el estilo.<br />

IV<br />

En otro capítulo hemos apuntado la importancia que tiene la conjunción <strong>de</strong> fondo y forma<br />

–espíritu y técnica– en el proceso creador. En efecto, aunque fondo y forma constituyen un<br />

todo absoluto e inseparable en la manifestación <strong>de</strong>l genio artístico, es evi<strong>de</strong>nte que en uno y<br />

otra –en el equilibrio entre fondo y forma– <strong>de</strong>bemos buscar la llama creadora, cualesquiera<br />

que sean los procedimientos técnicos y las emociones reportadas por el artista al concebir<br />

y realizar su obra. Es cierto, también, que la forma hace al artista; pero no es menos cierto,<br />

aunque más olvidado, que lo i<strong>de</strong>al, que es el fondo, <strong>de</strong>fine la personalidad.<br />

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