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EMILIO RODRígUEz DEMORIzI | MúSICA y bAILE EN SANtO DOMINgO
casi loco
ejá,
heroína
ejá,
no te dueima,
ejá,
que tu sojo,
ejá,
me dan pena,
ejá,
heroína,
ejá,
no sea mala,
ejá,
no me cele,
ejá,
con tu heimana,
ejá,
dame un beso
ejá,
de tu boca,
ejá…
Velas
En las velas es donde se escuchan las tonadas más diversas. hay dos clases de velas; las de
muerto y las de ofrecimiento. En las de muerto, llamadas así porque en ellas se recuerda la muerte
de algún miembro de la familia o de un amigo, se reza toda la noche, y sólo se consienten, en el
patio de la casa, en la cocina y en las enramadas, las tertulias, los cuentos y las adivinanzas.
Las velas de ofrecimiento no tienen el carácter grave de aquellas: son por demás festivas.
Después de rezar el tercio –dice Jiménez– “el acordeón suena con la altivez de un gallo
de cuadra afilado para la pelea. La tambora se alista. Ruge el ronco parche entre las piernas
del sandunguero tocador de oficio al sentir los bolillos tentadores, y el tosco güiro se queja
de placer arañado por el puntero de alambre que va y viene sobre las rayas transversales
del bangaño corvo. Los brazos ciñen; ceden los pies sobre el duro piso; las curvas juegan
intrigadas por el movimiento hasta que al fin cesa violentamente el merengue y los músicos,
encarándose a uno de los bailadores, profieren en voz alta: la paga uté.*
Parte principal de la fiesta son los cantos, las tonadas, bailables o no, que duran hasta
la madrugada:
Rondé, rondé,
rondé batalla,
rondé, rondé,
y bueno que baila.
d
*R. Emilio Jiménez, Al amor del Bohío. S. D., 1927, Vol. 1, p.155.
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