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Crítica y Arte. Filosofía - Banco de Reservas

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COLECCIóN pENSAMIENtO DOMINICANO | Vo l u m e n IV | CRítICA DE LItERAtURA y ARtE. FILOSOFíA<br />

europea, en vez <strong>de</strong> ser propiedad <strong>de</strong>l trabajo, lo es <strong>de</strong>l ocio, y una consi<strong>de</strong>rable porción <strong>de</strong><br />

los beneficios <strong>de</strong>l trabajo va a manos <strong>de</strong>l capital voraz, en vez <strong>de</strong> ir a mejorar la vida <strong>de</strong>l<br />

trabajador. De aquí la guerra económica que se exaspera en proporción a la indiferencia, la<br />

torpeza o las provocaciones <strong>de</strong>l Estado, representado por satisfechos, por imprevisores o<br />

por tímidos que, lejos <strong>de</strong> afrontar con el <strong>de</strong>recho el problema social, lo que sería empezar a<br />

resolverlo, se esfuerzan en eludirlo y aplazarlo, lo cual es aumentar las causas <strong>de</strong> inmoralidad<br />

que frecuentemente se manifiestan en explosiones criminales <strong>de</strong> los que exigen, y en<br />

criminales represiones <strong>de</strong> los que se niegan a las exigencias <strong>de</strong>l proletariado.<br />

Verdad es que, al par <strong>de</strong>l espectáculo inmoral <strong>de</strong> los políticos, ofrece Europa el espectáculo<br />

<strong>de</strong> los economistas y <strong>de</strong> los sociólogos, que, secundados por capitalistas y fabricantes<br />

inteligentes o por filántropos y por asociaciones generosas, proponen planes fundados en<br />

ciencia y experiencia, o aplau<strong>de</strong>n los experimentos <strong>de</strong> Rochdale, Mullhouse, berlín, y convergen,<br />

con los bien intencionados, al or<strong>de</strong>n y a la moral.<br />

Pero como no pue<strong>de</strong>n bastar para contrarrestar la influencia maligna <strong>de</strong> los instintos,<br />

pasiones, envidias y furores, las predicaciones <strong>de</strong> los pensadores, las tentativas <strong>de</strong> cooperación<br />

industrial y comercial, la construcción <strong>de</strong> casas, <strong>de</strong> barrios y <strong>de</strong> ciuda<strong>de</strong>s para obreros y la<br />

participación concedida a algunos en las ganancias a que contribuyen como primer agente<br />

<strong>de</strong> producción, el estado moral <strong>de</strong> las socieda<strong>de</strong>s en don<strong>de</strong> la propiedad no es <strong>de</strong>l trabajo,<br />

y en don<strong>de</strong> el fruto <strong>de</strong>l trabajo no es proporcional, para el trabajador, al esfuerzo que hace<br />

y al beneficio que produce, es necesariamente disolvente. No todos los estadistas europeos<br />

se guían por la inmoral indiferencia que distingue entre la moralidad privada y la pública;<br />

pero los estadistas verda<strong>de</strong>ros son tan pocos en el mundo, que actualmente no hay en Europa<br />

más que uno, y no es bismark. En cambio son muchos los que, como este funesto afortunado,<br />

no ven en la política más que el arte <strong>de</strong> utilizar el po<strong>de</strong>r contra el <strong>de</strong>recho, y como <strong>de</strong> esos<br />

es el formar escuela, cuanto más triunfan ellos, más triunfante se muestra la doctrina que<br />

divorcia <strong>de</strong> la moral a la política.<br />

Es claro: si los dos Napoleones no necesitaron <strong>de</strong> ninguna moral para tener a sus pies a<br />

toda Europa; si Alemania, para ser una, no hubo menester <strong>de</strong> un justo, y con un simple artero<br />

le bastó para imponer su voluntad a Europa, nada tiene que ver la moral con la política.<br />

Nada tiene que ver a los ojos <strong>de</strong> los <strong>de</strong>slumbrados por esos ejemplos en Europa; nada tiene<br />

que ver a los ojos <strong>de</strong> los que en América ven con admiración que el personalismo cínico hace<br />

po<strong>de</strong>rosos y potentados a ridículos imitadores <strong>de</strong> esos mo<strong>de</strong>los repulsivos, pero a los ojos <strong>de</strong>l<br />

que ve la realidad se presenta como evi<strong>de</strong>nte la relación que enlaza a la moral con la política.<br />

La realidad es que siendo el arte político un <strong>de</strong>rivado <strong>de</strong> las ciencias que tienen por<br />

objeto el estudio <strong>de</strong>l or<strong>de</strong>n jurídico, que directamente se basan en el or<strong>de</strong>n moral, el arte<br />

tiene que buscar sus reglas en don<strong>de</strong> buscan sus leyes las ciencias <strong>de</strong> que emana. y no hay<br />

más que <strong>de</strong>cir: con eso basta. Sólo a ignorantes absolutos o a consumados hipócritas ha<br />

podido ocurrir la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> separar lo que es inseparable por naturaleza, y <strong>de</strong> quitar, al arte<br />

<strong>de</strong> pon<strong>de</strong>rar el po<strong>de</strong>r con el <strong>de</strong>recho, la dignidad que le da su origen. política sin moral, es<br />

indignidad: cualquier juego <strong>de</strong> azar, siendo tan indigno como es el juego, es más digno que<br />

la política divorciada <strong>de</strong> la moral, porque, al menos, en sus lances repugnantes no aventura<br />

más moralidad que la <strong>de</strong>l jugador y sus cómplices. pero el político inmoral aventura con su<br />

ejemplo la moralidad pública y privada <strong>de</strong> su patria.<br />

Faltando a todos sus <strong>de</strong>beres los que usufructúan el po<strong>de</strong>r, faltan al suyo cuantos tienen<br />

alguna <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong>l Estado, y la sociedad, que es víctima <strong>de</strong> esas faltas, empieza a cometerlas<br />

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