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Crítica y Arte. Filosofía - Banco de Reservas

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EUgENIO MARíA DE hOStOS | pÁgINAS DOMINICANAS<br />

contrario, dulce, ingenua y halagüeña; todos los matices <strong>de</strong> la inteligencia, así la que es sutil como<br />

la que es capaz <strong>de</strong> celebrar la sutileza; todas las exteriorida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> todas las formas <strong>de</strong> cultura; la<br />

<strong>de</strong>l bárbaro, que empieza a vestir su <strong>de</strong>snu<strong>de</strong>z a la vista con colorines; la <strong>de</strong>l semibárbaro, que<br />

completa su vestidura con su armamento, y que en calles, como en caminos, anda armado <strong>de</strong><br />

todas armas, con machete, revólver, cuchillo y a veces fusil; la <strong>de</strong>l semicivilizado, que no atina<br />

a a<strong>de</strong>cuar el traje a la persona y concluye por parecer mono vestido, antes que vestido para no<br />

ser mono; la <strong>de</strong>l civilizado o imitador <strong>de</strong> los civilizados, que con su persona contrasta casi tanto<br />

como en su actitud y en el género reservado <strong>de</strong> la alegría con la muchedumbre circunstante.<br />

todo, todo es parte, elemento y componente <strong>de</strong>l espectáculo <strong>de</strong> una evolución embriológica,<br />

que tanto atrae al que piensa, como distrae al que imagina, abstrae al que siente y retrae al que<br />

se disgusta <strong>de</strong> todo lo que no es indicio o apariencia <strong>de</strong> civilización.<br />

Mas, para aquellos que se interesan en todo lo que es realmente interesante, difícilmente<br />

hay en nuestros países un espectáculo más divertido, e instructivo, que el <strong>de</strong> esas fiestas<br />

parroquiales en que el pobre pueblo <strong>de</strong> la capital y las ciuda<strong>de</strong>s quisqueyanas se olvida <strong>de</strong><br />

la tristeza a que le tienen sojuzgado sus pésimos gobiernos.<br />

parecen escenas <strong>de</strong>l coloniaje. A excepción <strong>de</strong> la prédica, que en estos últimos años versaba<br />

infaliblemente sobre los peligros <strong>de</strong> la nueva dirección <strong>de</strong> las i<strong>de</strong>as, todo lo <strong>de</strong>más era<br />

colonia; el paseo <strong>de</strong> la calle por la orquesta, el tiroteo continuo <strong>de</strong> triquitraques y cohetes,<br />

el repique frecuente <strong>de</strong> las campanas parroquiales, las carreras <strong>de</strong> caballos en apuesta, el<br />

toro con cuerda o emplazado, la gritería <strong>de</strong> niños, los fuegos artificiales, los globos, que allí<br />

llaman máquinas, expresando sapientísimamente en ese extraño nombre un concepto tan<br />

eminentemente primitivo, que parece la voz <strong>de</strong> un entendimiento sorprendido por un objeto<br />

maravilloso, nunca, hasta el momento <strong>de</strong> verlo concebido.<br />

Con el centelleo <strong>de</strong>l globo al inflamarse, con el trueno <strong>de</strong>l último cohete volador, con el<br />

estallido <strong>de</strong> la última carcajada <strong>de</strong>l concurso al celebrar algún dicho picaresco, termina cada<br />

día, durante los nueve o diez a que la hacen llegar, la fiesta <strong>de</strong> aquellos tranquilos barrios,<br />

que vuelven en seguida al silencio y a la invariable tranquilidad <strong>de</strong>l resto <strong>de</strong>l año.<br />

En don<strong>de</strong> empiezan y acaban esas fiestas, ahí empieza y acaba la única iniciativa social<br />

<strong>de</strong> aquel pueblo.<br />

Fuera <strong>de</strong> ésa, no toma jamás ninguna otra. Un poco por la heterogeneidad <strong>de</strong> la población,<br />

otro poco por el clima, mucho por la educación, mucho más por la tradición, muchísimo más<br />

por el hábito <strong>de</strong> someterse a los mandatos <strong>de</strong> la fuerza bruta, y acaso más que por nada, por<br />

la misma fatalidad <strong>de</strong> su estado social, no hace nada por salir <strong>de</strong> su marasmo.<br />

Así y todo, tal es la influencia <strong>de</strong> la libertad, aunque sólo sea efectiva la libertad nacional,<br />

la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia, el aire libre <strong>de</strong> la República Dominicana; es tan bienhechora para<br />

pulmones, habituados o contrahechos por la esclavitud, que todos los que huyendo <strong>de</strong> ella<br />

van allí, concluyen por referir aquella vida monótona como una comedia sin episodio, a la<br />

aparentemente más civilizada, en que los sentidos, malos jueces, gozan a expensas <strong>de</strong> la<br />

dignidad humana.<br />

Allí, al menos, cuando un centinela <strong>de</strong>tiene con su “¡Quién vive!” al transeúnte nocturno,<br />

éste respon<strong>de</strong> a voz en cuello: “¡Dominicano libre!” y dice la verdad y afirma un hecho;<br />

ciudadano, es esclavo; pero nacional, es libre.<br />

y eso basta para que exprese con indolencia tropical el advenimiento <strong>de</strong> una época que<br />

con razón espera, porque todo pueblo in<strong>de</strong>pendiente está seguro <strong>de</strong> que, en <strong>de</strong>finitiva <strong>de</strong> él<br />

<strong>de</strong>pen<strong>de</strong> la fábrica o conquista <strong>de</strong> su libertad política.<br />

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