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MAx hENRíqUEz UREñA | pANORAMA hIStóRICO DE LA LItERAtURA DOMINICANA - tOMO I
se debieron a su fácil ingenio poético. La muerte de su prometida ensombreció su vida:
desde entonces sólo produjo versos melancólicos y quejumbrosos, llenos de desesperada
exaltación romántica, como La víspera del suicidio y Una noche en el templo. Contrajo
matrimonio años después, pero tampoco le fue propicia la suerte, pues enviudó a poco.
Decidió entonces consagrarse al sacerdocio, recibió las órdenes mayores y emigró a
Cuba, donde murió. Su poesía es defectuosa y declamatoria, pero con ella se inició en
Santo Domingo la tendencia romántica, que está patente en composiciones como En
el cementerio y Fastidio de Javier Angulo guridi, El blasfemo, de Félix Mota (1829-1861)
y El quejido de la adversidad, de Nicolás Ureña. El romanticismo no logró, sin embargo,
eliminar la buena tradición clásica. En los sáficos La virgen del Ozama, de Félix Mota,
encontramos un eco lejano de Villegas:
Cándida joven que la verde orilla
fértil y mansa del Ozama undoso,
cuando aparece en el oriente Febo
cruzas risueña…
Félix Mota, poeta sencillo y agradable, aunque mediano, se valió de igual combinación
métrica en las primeras estrofas de su elegía A la muerte de la señorita Dolores Suazo
y en la parte final de su poesía La vida; y Javier Angulo guridi se inspiró en un verso
de Moreto, –misterios del alma son–, para escribir una letrilla amorosa de inspiración
romántica.
En Nicolás Ureña es más evidente aún la huella de los clásicos: tradujo en sáficos un
fragmento de las églogas de Virgilio, quiso remedar a Fray Luis de León en unas liras que
intituló La paz del campo; y en sus Pastorelas, no exentas de gracia y musicalidad, hay un
eco de Meléndez y, en general, de la poesía anacreóntica que floreció en España a fines
del siglo xVIII:
En belén se hallan
los Santos Reyes
que al Niño traen
ricos presentes.
¡Reyes felices
que en el pesebre
vieron radiante
de luz celeste
al que buscaban
desde el Oriente!
En Félix María del Monte adquiere el romanticismo la expresión ponderada y elegante
que no tuvo en Valencia y otros poetas dominicanos de su tiempo. Muchos de sus versos, por
la suavidad y delicadeza del sentimiento –como los que remedan al aleteo de La tórtola o los
que en forma de Doloras, título creado por Campoamor desde 1846, recogen las confidencias
y querellas de dos amantes–, son para ser dichos a media voz, y no parecen obra del mismo
poeta que, encendido en santa ira, fulminaba su anatema contra la tiranía de Santana. Otras
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