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Crítica y Arte. Filosofía - Banco de Reservas

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ealizar antes <strong>de</strong> consi<strong>de</strong>rar exacto el suministrado por la memoria y la voz <strong>de</strong> más <strong>de</strong> uno,<br />

es preciso rendir homenaje <strong>de</strong> profunda y verda<strong>de</strong>ra estimación al capaz <strong>de</strong> arrostrar tales<br />

obstáculos y <strong>de</strong> superarlos para poner en manos <strong>de</strong> sus conciudadanos la narración verídica<br />

<strong>de</strong> la vida vivida por la patria común.<br />

por nuestra parte, tan efectiva es la estimación que tributamos a esa benemérita tarea<br />

que ni siquiera nos hemos <strong>de</strong>tenido a preguntarnos si es <strong>de</strong>fectuosa la obra <strong>de</strong>l señor garcía.<br />

Acostumbrados a reparar <strong>de</strong> una ojeada los <strong>de</strong>fectos <strong>de</strong> obras y <strong>de</strong> hombres, por lo fácil<br />

<strong>de</strong> la tarea, la <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñamos; y así como en nuestra vida cotidiana estamos por encima <strong>de</strong><br />

la pobrísima pasión <strong>de</strong> los censores callejeros <strong>de</strong> conductas, así, en presencia <strong>de</strong> obras <strong>de</strong><br />

entendimiento, abandonamos a los espulgadores el trabajo <strong>de</strong> espulgar <strong>de</strong>fectos.<br />

Soledad<br />

EUgENIO MARíA DE hOStOS | pÁgINAS DOMINICANAS<br />

La sencilla narración en buenos versos <strong>de</strong> que se ha valido el joven poeta gastón Deligne<br />

para <strong>de</strong>cir muchas cosas a la vez, por la mucha sustancia intelectual que contiene, es digna<br />

<strong>de</strong> la atención <strong>de</strong> todos aquellos que auscultan la sociedad dominicana para <strong>de</strong>cirse a sí<br />

mismos cuál es, en medio <strong>de</strong> sus males y <strong>de</strong>sgracias, el augurio <strong>de</strong>l porvenir.*<br />

El joven poeta ha querido contar la historia eterna, pero en términos tales, y con tal i<strong>de</strong>a,<br />

que resulta nueva la venturosa vejez <strong>de</strong> amarse donceles y doncellas.<br />

Una, como hay cien mil, que se llama Soledad, y que <strong>de</strong>biera llamarse Sociedad, según lo<br />

pronto que se acostumbra a ella en cuanto la sacan <strong>de</strong>l campo, tiene todos los instintos <strong>de</strong> sexo<br />

cuando apenas ha llegado a la edad <strong>de</strong> los primeros ensueños. Como su abuela es una abuela<br />

al uso, que ama por sí misma más que por los nietos a quienes ama, la tiene tan consentida que<br />

consiente en la más temeraria temeridad a que pue<strong>de</strong> avenirse una dos veces madre <strong>de</strong> una<br />

dos veces peligrosa adolescente; la <strong>de</strong>ja ponerse cola, vestirse <strong>de</strong> largo, entrar antes <strong>de</strong> tiempo<br />

en la categoría <strong>de</strong> mujer, ostentar títulos exteriores <strong>de</strong> nubilidad, autorizarse a ser amada.<br />

Siendo esto lo que busca Soledad, pronto lo encuentra. y encuentra más <strong>de</strong> lo que merece la<br />

donosa casquivana, porque, a juzgar por su noble modo <strong>de</strong> morir por las i<strong>de</strong>alida<strong>de</strong>s in<strong>de</strong>cisas<br />

<strong>de</strong>l patriotismo, Amando merecía más <strong>de</strong> lo que encuentra en Soledad. Merecía, por lo menos<br />

quien lo amara por sí mismo, y no por lo que pudiera prometer, y ella es tal que, (y al fin y<br />

al cabo es natural, ¡qué diablos!) como da el corazón por dar la mano, lo que le importa es la<br />

mano, y francamente menos vacías es feo darlas, pero es mucho más feo recibirlas.<br />

Así dotada <strong>de</strong> esa sabiduría social, la coquetuela <strong>de</strong>scubre un porvenir en un individuo<br />

que promete; es nada menos que uno <strong>de</strong> los que llaman hombres <strong>de</strong> situación en todas o<br />

casi todas las socieda<strong>de</strong>s en don<strong>de</strong> no hay hombres para otra cosa. La gentil diablilla <strong>de</strong>ja a<br />

Amando y se va a Odiando, como supongo que se llamaría (aunque el autor no lo <strong>de</strong>clara)<br />

la antítesis viviente <strong>de</strong>l primer amado <strong>de</strong> la versátil educanda <strong>de</strong> la abuela.<br />

En esto estalla la revolución. Ese <strong>de</strong>terminante <strong>de</strong>muestra que el teatro es una <strong>de</strong> estas<br />

felices socieda<strong>de</strong>s en don<strong>de</strong> a cada paso se interrumpe la tarea <strong>de</strong> la vida social para aten<strong>de</strong>r<br />

a reclamos armados <strong>de</strong> <strong>de</strong>recho o a rechazos también armados <strong>de</strong> anarquía.<br />

En esas tierras venturosas, la revolución es una borrasca en un cenegal; ¡qué <strong>de</strong> ambiciones,<br />

qué <strong>de</strong> codicias, qué <strong>de</strong> concupiscencias, qué <strong>de</strong> traidores programas, qué <strong>de</strong> siniestras<br />

*El que fue notabilísimo poeta, Gastón Deligne y Figueroa, tenía entonces 26 años (1861-1913). Soledad, publicado<br />

en folleto en 1887, fue reproducido en g. F. Deligne, Páginas olvidadas, S. D., 1944.<br />

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