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Crítica y Arte. Filosofía - Banco de Reservas

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F. gARCíA gODOy | ANtOLOgíA<br />

las envidias e intrigas que fermentaban en algunos centros <strong>de</strong> emigración y asegurar la<br />

adhesión sincera y estable <strong>de</strong> algunos jefes que figuraran con honra en las pasadas campañas<br />

y que en aquel momento parecían <strong>de</strong>salentados o reacios. Era necesario suavizar<br />

o extinguir peligrosas discrepancias <strong>de</strong> carácter personal para alcanzar una organización<br />

capaz <strong>de</strong> aten<strong>de</strong>r hasta el más nimio e insignificante <strong>de</strong>talle. Esa organización fundamental<br />

<strong>de</strong>bía ser como una máquina en permanente funcionamiento, <strong>de</strong> bien suavizados y poco<br />

complicados rodajes… Antes <strong>de</strong> separarnos me regaló un librito suyo, Versos sencillos,<br />

y un ejemplar <strong>de</strong> la primera edición <strong>de</strong> Ramona, la preciosa novela norteamericana <strong>de</strong><br />

hellen hunt Jackson, por él magistralmente vertida al castellano. En la primera página<br />

<strong>de</strong>l tomito <strong>de</strong> ritmos puso una <strong>de</strong>dicatoria, que no transcribo aquí para que no lo echen<br />

a mala parte los ruines <strong>de</strong> corazón, que preten<strong>de</strong>n ver siempre en estas cosas <strong>de</strong> efusiva<br />

sinceridad, engreimiento soberbios <strong>de</strong> vanidad personal. Acerca <strong>de</strong> Ramona, ya en su<br />

tercera edición castellana, escribí poco <strong>de</strong>spués un comentario, que se publicó en uno <strong>de</strong><br />

mis primeros libros.<br />

Nos <strong>de</strong>spedimos con un fuerte y prolongado abrazo. Era la última vez que nos veíamos<br />

en esta sucesión <strong>de</strong> horas risueñas o sombrías que apellidamos vida. Cada cual iba a seguir<br />

su ignorado <strong>de</strong>stino. Él se fue a la labor ardua y penosa <strong>de</strong> redimir un pueblo, a la lucha<br />

resonante, rumbo a una muerte prematura y gloriosa… Los recuerdos <strong>de</strong> esa noche memorable<br />

se han adherido a mi alma con la fuerza <strong>de</strong> esas plantas trepadoras que crecen en<br />

perdurable apegamiento a viejos paredones <strong>de</strong> ruinosos edificios. Hay horas <strong>de</strong> la vida que<br />

superan en intensidad <strong>de</strong> emoción a lo que po<strong>de</strong>mos experimentar en días, en meses, en<br />

años… Los momentos que pasé con Martí tienen para mí no sé qué frescura inolvidable <strong>de</strong><br />

recuerdos primaverales, <strong>de</strong> épocas en que la existencia tien<strong>de</strong> irremisiblemente a dilatarse<br />

por cármenes rientes <strong>de</strong> fe y <strong>de</strong> esperanza. Al regresar a mi casa rumiaba mentalmente los<br />

inci<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> mi entrevista con el gallardo paladín <strong>de</strong> las liberta<strong>de</strong>s cubanas. Con ritmo<br />

tenaz resonaba en mis oídos la vibración intensa <strong>de</strong> su palabra, plena <strong>de</strong> luz y <strong>de</strong> adivinaciones<br />

geniales. Su verbo armonioso había sugestionado po<strong>de</strong>rosamente mi inteligencia y<br />

cal<strong>de</strong>ado mi fantasía. La superioridad <strong>de</strong> ciertos espíritus se siente prontamente. Su nobleza<br />

anímica y la proyección lumínica que irradia continuamente <strong>de</strong> las profundida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> su<br />

ser nos cautivan irresistiblemente. En las re<strong>de</strong>s <strong>de</strong> su personal atracción se había <strong>de</strong>slizado<br />

mi alma, abierta siempre a la seducción <strong>de</strong> nobles y hermosos i<strong>de</strong>alismos… La noche, <strong>de</strong><br />

cielo entoldado, no <strong>de</strong>jaba columbrar el resplandor <strong>de</strong> ninguna estrella. hacía rato que se<br />

habían apagado los faroles <strong>de</strong>l alumbrado urbano. Obscuridad, obscuridad pavorosa por<br />

todos los lados. La vieja ciudad provinciana yacía en solemne reposo. Nadie <strong>de</strong>ambulaba<br />

por sus calles, negras y silenciosas. A tientas, pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirse, proseguía mi camino, titubeando,<br />

<strong>de</strong>sorientado, rompiendo por en medio <strong>de</strong> las <strong>de</strong>nsas tinieblas que se espesaban<br />

más y más en torno mío… Casi sin darme exacta cuenta encontréme <strong>de</strong> improviso en una<br />

esquina <strong>de</strong>l viejo Mercado, en el mismo sitio en que cerca <strong>de</strong> medio siglo antes, conforme<br />

aseguraba la tradición, un grupo <strong>de</strong> empingorotados conspiradores, por temor a que revelase<br />

el secreto <strong>de</strong> su trama revolucionaria, había supliciado a Rufinito. Sentí un momentáneo<br />

escalofrío… pero como <strong>de</strong>shaciendo esa obscuridad, como perforando el negror que me<br />

circundaba, parecíame que se encontraba ante mí, como que guiaba mis pasos, iluminándome<br />

el pavoroso camino, el eximio tribuno, <strong>de</strong> verbo fulgurante y magnífico, que antes<br />

<strong>de</strong> tres años iba a sellar con su sangre generosa la primera página <strong>de</strong> la última epopeya <strong>de</strong><br />

la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> América.<br />

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