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Crítica y Arte. Filosofía - Banco de Reservas

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COLECCIóN pENSAMIENtO DOMINICANO | Vo l u m e n IV | CRítICA DE LItERAtURA y ARtE. FILOSOFíA<br />

tiene la razón, y a todos los que dramatizan por su contraste con el <strong>de</strong>ber en la conciencia,<br />

y a tantos cuantos son manifestaciones <strong>de</strong> la vida colectiva, hubiera bastado el verda<strong>de</strong>ro<br />

amor para llenar toda la dramática en todas sus evoluciones.<br />

Mas no es esa fuerza estética la conocida ni manejada por el teatro <strong>de</strong> nuestros días. El<br />

amor que él conoce, que él objetiva, que él sustantiva, que él adjetiva, que él explora, que él<br />

explota, es el amor adúltero. Siempre, o casi siempre, es él la razón dramática. Cualquiera sea<br />

por otra parte el elemento intelectual que entre en la composición, el resorte es el adulterio.<br />

Cualquiera sea la intención dramática, la enseñanza es el adulterio. Cualquiera sea la acción,<br />

aunque sea eminentemente social, es <strong>de</strong>cir, aunque exponga fuerzas sociales las objetivadas<br />

por el drama, el motivo o la consecuencia <strong>de</strong> la acción es el adulterio.<br />

A la verdad, la familia latina no está tan sólidamente cimentada en hábitos tradicionales <strong>de</strong><br />

trabajo, obediencia, sacrificio y educación como la familia teutónica y escandinava, ni tiene una<br />

base jurídica tan firme como la familia anglosajona; por sus ten<strong>de</strong>ncias intelectuales y sociales,<br />

por su misma sensibilidad externa, <strong>de</strong>masiado expansiva para ser muy intensa, la familia latina<br />

<strong>de</strong> ambos mundos está ligada por vínculos menos estrechos que las tres con quienes comparte<br />

el dominio <strong>de</strong> la civilización actual. pero aunque su único verda<strong>de</strong>ro lazo <strong>de</strong> unión sea el<br />

afecto, y el afecto no es tan resistente como el <strong>de</strong>recho o como la educación que lo confirma,<br />

no se pue<strong>de</strong> asegurar, ni aun en tesis dramáticas, que la familia está <strong>de</strong> continuo expuesta a<br />

verse disuelta por el adulterio. A lo sumo, será verdad que acontezcan casos <strong>de</strong> disolución o <strong>de</strong><br />

amenaza <strong>de</strong> disolución <strong>de</strong> matrimonio en las ciuda<strong>de</strong>s necesariamente crapulosas, en don<strong>de</strong><br />

la competencia por el parecer es tan bestial como la competencia por el ser. pero las ciuda<strong>de</strong>s<br />

que capitalizan las influencias generales <strong>de</strong> una sociedad no son la sociedad, y hay que pedir<br />

cuenta al drama mo<strong>de</strong>rno <strong>de</strong> su i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> sí mismo.<br />

Si lo que i<strong>de</strong>a es producir efectos patentizando los riesgos a que la inmoralidad inconsciente<br />

<strong>de</strong> los centros populosos y crapulosos expone a la familia, bien mezquina es su<br />

noción <strong>de</strong> la fuerza moralizadora <strong>de</strong>l teatro, cuando se circunscribe a formas artificiales <strong>de</strong><br />

la vida; es <strong>de</strong>cir, a las que toma en las cortes monárquicas o en las semicortes <strong>de</strong> una república<br />

embrionaria: así circunscrita, la influencia <strong>de</strong>l arte dramático no pue<strong>de</strong> trasponer los<br />

límites <strong>de</strong> esos medios sociales; y si los traspone, es para mal. La influencia <strong>de</strong> la dramática<br />

francesa (con más exactitud, <strong>de</strong> la dramática parisiense), no ha podido, al trasplantarse, ser<br />

más perniciosa. Cuando menos, y por lo que dice en relación al sólo fin <strong>de</strong>l arte como arte,<br />

ha corrompido la inspiración nacional <strong>de</strong> los dramaturgos <strong>de</strong>l Norte y ha empobrecido la<br />

vis dramática <strong>de</strong>l teatro español.<br />

Si la i<strong>de</strong>a que <strong>de</strong> sí misma tiene la dramática es la que tenemos todos, la que es su propio<br />

fin, tiene entonces capacidad moralizadora y pue<strong>de</strong> y <strong>de</strong>be y es bueno que la <strong>de</strong>spliegue en<br />

la objetivación viva y activa <strong>de</strong> los males sociales que inducción e irradiación se <strong>de</strong>rivan <strong>de</strong><br />

una mala organización <strong>de</strong> la familia o <strong>de</strong> las causas <strong>de</strong> su <strong>de</strong>sorganización.<br />

Dado o supuesto a la dramática contemporánea ese propósito, y siendo, como efectivamente<br />

es, bueno y dramático, dos veces bueno, ante la moral y ante el arte, parece increíble<br />

que no haya sabido cumplirlo ni sacar <strong>de</strong> él la multitud <strong>de</strong> recursos que contiene. parece<br />

increíble, pero es natural, que no haya sabido utilizar su propósito. Inspirándose en el artificio<br />

<strong>de</strong> una vida como la en que se inspira, la dramática contemporánea se olvida o se aleja<br />

constantemente <strong>de</strong> su objeto; como consecuencia necesaria, no lo alcanza.<br />

Bastaríale reflexionar en los motivos que han hecho <strong>de</strong> la constitución <strong>de</strong> la familia la<br />

fuente dramática <strong>de</strong> nuestros días, para fecundarse en ellos.<br />

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