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EMILIO RODRígUEz DEMORIzI | MúSICA y bAILE EN SANtO DOMINgO
El timbal o balsié tumbado, también descrito por De Marchena, es un “trozo de árbol
hueco, emparchado, de piel de cabra rústicamente curtida, por una de sus bocas extremas;
tumbado en tierra horizontalmente de modo que el tañedor, sentándosele encima, lo ponga
en percusión con ambas manos, auxiliado por los calcañares, produciendo un tiempo binario,
cada vez más animado, una sucesión de golpes cavernosos”. Con sólo dos versos el poeta
Manuel Cabral describe la tambora:
¡trópico, mira tu chivo,
después de muerto, cantando!
Los quijongos o cañutos, de origen africano, se usan todavía, principalmente en La Vega, en las
fiestas de San Antonio. Penson los describe así: “instrumentos muy primitivos que también llaman
cañutos…, troncos ahuecados y recubiertos, por uno de sus extremos, con una piel sobre la cual
manotean cantando. El más pequeño, que dicen alcahuete, sirve de instrumento primo al mayor”.
también el sabio antillano Eugenio María de hostos escribió acerca de nuestros instrumentos
en bellas páginas de 1892, Quisqueya, su sociedad y algunos de sus hijos. Dice:
Los instrumentos músicos son también el concierto y maridaje de un instrumento de la civilización,
el acordeón, y de un instrumento de salvajismo, la bomba, o tambor de un solo parche, atabal.
Este instrumento, que representa el principal papel, es un barril, cubierto en una de sus bocas
por una panza curtida de ternero. El que lo maneja tiende horizontalmente el barril, se sienta a
horcajadas sobre él, en dirección al parche, y con ambas manos da sobre éste, produciendo un
ruido, no sin armonía cuando lo oye a distancia el que de noche camina por los bosques. El acordeón
secunda al tambor y completa el concierto la voz del tamborero, coreada en ciertos pasajes
por el unísono de los concurrentes, e interrumpido con frecuencia por gritos, aclamaciones y verdaderos
alaridos, que conmueven la soledad de los bosques y los suburbios de las poblaciones,
porque es seguro que, en la noche del sábado, se baila fandango en todas partes.
Al día siguiente, a la gallera. pudo agregar hostos, aquí, el rústico cantar:
Eta noche e fiesta
y mañana gallo,
poi la mañanita
monto mi caballo…
En los comienzos del siglo pasado las orquestas populares, como la de Vicente Suárez
en 1812, se componían, generalmente, de violín, cuatro, mandolina, tiple, tambora y güiro.
y en los comienzos de la República en los bailes populares se usaban el cuatro, el tiple, el
tres, el güiro y el balsié, mientras en los bailes de salón se empleaban el violín, la flauta, la
guitarra, la tambora, la pandereta y el güiro.
Aunque se conocían desde mucho antes, los instrumentos de viento se generalizaron en
tiempos de la Anexión a España, de 1861 a 1865. Algunos años después, los rústicos instrumentos
de cuerda fueron desplazados, como en el Río de la plata, por el gangoso acordeón.*
Desplazamiento bien ruidoso y lamentable, por cierto, porque dio al olvido toda una tradición
musical de siglos usurpando el lugar de instrumentos más nobles, el cuatro, el tiple, el seis,
que hacían más dulces y más puras las cuitas de amor de los antepasados.
*Los tocadores de acordeón se anunciaban como si fueran médicos. En el camino de La Vega a Moca recuerdo
haber visto, en mi infancia, en la fachada de un bohío, este letrero: Juanico Guarían tocador de acordeón.
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