Crítica y Arte. Filosofía - Banco de Reservas

COLECCIóN pENSAMIENtO DOMINICANO | Vo l u m e n IV | CRítICA DE LItERAtURA y ARtE. FILOSOFíA
nombre de Apolinar tejera al frente de un estudio sobre gertrudis gómez de Avellaneda,
en las columnas de La Opinión, y el de José Joaquín pérez, como autor de un trabajo sobre
Manuel Rodríguez Objío, cuyo volumen póstumo de poesías prologó en 1888, en forma
más biográfica que crítica, Juan Bautista Zafra, hombre público que solía dar suelta a sus
aficiones literarias.
quien de modo más constante y activo ejerció la crítica literaria, de impresión y de análisis,
fue Federico henríquez y Carvajal, sobre todo durante los siete años en que vio la luz
su revista Letras y Ciencias (1892-1899) y durante la época en que tuvo a su cargo la dirección
del Ateneo (1910-1913). Su labor no fue sólo de crítica, sino también de divulgación y de
cultura. Su pluma espigaba lo mismo en el campo de las letras nacionales que en el de las
literaturas extranjeras, principalmente las hispanoamericanas, y de ese modo daba a conocer
el movimiento intelectual de otros países. Complemento de esa labor era la Necrología ilustre,
sección exclusivamente suya en Letras y Ciencias, y que en forma resumida hacía resaltar
la significación que tuvieron en vida muchas altas figuras, poco antes desaparecidas, del
mundo intelectual contemporáneo.
Labor paralela desarrolló Federico garcía godoy, cuyos juicios y ensayos literarios,
publicados en la prensa, fueron recogidos por su autor en libros que en su mayoría tuvieron
repercusión en los países de habla española: Recuerdos y opiniones, Impresiones, Perfiles y
relieves, Páginas efímeras, De aquí y de allá y Americanismo literario.
El escritor que mayor renombre alcanzó como crítico en su generación fue Rafael Alfredo
Deligne, cuyos juicios sobre las Fantasías indígenas, Enriquillo, Cosas anejas, La víspera del combate,
Madre culpable, en su mayoría publicados en El Cable de San pedro de Macorís, en 1893
y 1894, le granjearon sólido prestigio e hicieron popular su seudónimo de Pepe Cándido. En
esos juicios ya apunta el ensayo, pues no se trata de mera crítica de detalle, sino de amplia
visión de conjunto. Rafael Deligne fue, ciertamente, uno de nuestros primeros ensayistas:
en Cosas que fueron y cosas que son y sobre todo en Recordando reconstruyendo, diserta con gran
acopio de observaciones originales, sobre temas diversos, algunos de ellos relacionados con
las disciplinas literarias, como el ensayo en que estudia los casos en que cabe considerar si el
título de una obra fue puesto antes de escribirla, mientras se escribía o después de escrita.
Como crítico y ensayista se distinguió Nicolás heredia, uno de cuyos primeros juicios
fue el que emitió sobre Salomé Ureña en 1876. Aparte de los artículos que reunió en el libro
Puntos de vista (1892), –entre los cuales hay uno dedicado al Enriquillo de galván–, su más
extenso e importante estudio es el libro sobre La sensibilidad en la poesía castellana (1898).
A Eugenio María hostos se debe el más notable ensayo que sobre Hamlet se ha escrito
en español. De sus trabajos de crítica literaria no son pocos los que se refieren a temas dominicanos,
tanto literarios (José Joaquín pérez, Salomé Ureña de henríquez, Josefa Antonia
perdomo, Américo Lugo) como sociales (quisqueya, su sociedad y algunos de sus hijos). El
pensamiento de Hostos siempre estuvo fijo en Santo Domingo, y a esa nueva patria de su
espíritu consagró algunas de sus mejores páginas.
El prestigio literario de Américo Lugo se cimentó en el arte supremo con que maneja el
lenguaje, tanto como en su capacidad como ensayista, y sólo es de sentir que no pasen de dos
los libros de ensayos que ha publicado: A punto largo y Bibliografía. En A punto largo se encuentra
su Paralelo entre Cervantes y Montalvo y un bosquejo biográfico de Francisco Gregorio Billini,
así como algunos trabajos de índole jurídica (La intervención en derecho internacional y un estudio
comparativo del estatuto personal francés y del dominicano), pero acaso el trabajo de mayor
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