Crítica y Arte. Filosofía - Banco de Reservas

MAx hENRíqUEz UREñA | pANORAMA hIStóRICO DE LA LItERAtURA DOMINICANA - tOMO II
Como fecundo autor de obras realistas y costumbristas puede recordarse a Miguel Ángel
Jiménez (n. 1901), que estrenó El novio con faldas, Los amores de Ezequiela, Por la buena o por la
mala, Un drama en una comedia, El secreto de las teclas, Orgullo de raza y Amor de madre.
Aunque la producción literaria de Armando Oscar Pacheco (n. 1901), se manifiesta y
hermana con la de escritores y poetas que vinieron después, lo cierto es que, en atención a
la fecha de su nacimiento, le corresponde ocupar un lugar entre los corifeos de la generación
que vino al mundo en el momento de nacer el siglo. Su producción teatral se aparta
del realismo y se mantiene en el ambiente sutil de la ensoñación poética: así La góndola azul
(con música de Alfredo Max Soler), Como las demás, Amatista, En la boca del lobo, El amor se
va de vacaciones y El pez dorado en la pecera de cristal. Su última creación (1963) es una comedia
dramática presentada como “réplica al existencialismo de Sartre”, según hace constar
el autor a seguidas del título. ha escrito dos novelas: El fuego entre la nieve y El hombre de los
pies en el agua; y ha publicado dos libros de versos: Vía láctea y Derelicta, y un tomo de crítica
de arte: El embrujo de la pintura.
Autora de una sola obra, cuadro dramático con resonancias históricas que lleva por
título Independencia o muerte, es la escritora Ana J. Jiménez yepes (n. 1901). A esta misma
promoción corresponde cronológicamente Delia Weber, que con Los viajeros ha ensayado el
poema dramático.
También Horacio Pérez Licairac (1895-1958) cultivó un teatro refinado y personal, del
cual es buena muestra La isla de la leyenda (1939). Otras obras suyas publicadas el mismo
año: Trazos en la arena y otros poemas; y estas otras de índole técnica, como profesor que fue
de Economía y Director de Estudios económicos del banco Central: Aspectos de la libertad
financiera, 1946; La heredad reintegrada, 1953; Síntesis de legislación mercantil y aduanera, 1958.
A pesar de que el auge ganado por el cinematógrafo significó en un momento dado una
amenaza para el teatro, la reacción no tardó en manifestarse y la literatura teatral ha vuelto a
tener merecida preponderancia. Cierto es que el teatro no tiene el mismo ritmo de vida que antes
de la revolución que en materia de espectáculos representa el cinematógrafo parlante, pero ya
se trata de un arte que tiene carácter propio y diferencial, y el teatro supervive, y ha alcanzado
nuevo vigor en los grandes centros urbanos de la civilización contemporánea, como una tradición
que cada día se renueva y tiene glorioso abolengo dentro de la historia de la cultura.
XVII. La novela, la tradición y la literatura de costumbres
La narración en prosa aparece por primera vez en la literatura dominicana con los
hermanos Alejandro y Javier Angulo guridi. Entre ellos dos la prioridad corresponde al
que no había de perseverar en el cultivo de los géneros de imaginación: no hay noticia de
ningún relato o narración escrita por un dominicano que sea anterior en fecha a Los amores
de dos indios, que es de Alejandro, y data de 1843. A esa obra indigenista, de tema cubano y
publicada en Cuba, hay que agregar otra breve narración suya, que vio la luz en El Progreso,
de Santo Domingo, en 1853: Cecilia.
En 1851 se publicó en El Correo de Ultramar, que veía la luz en parís, una novelita, El
Montero, original de pedro Francisco bonó (1828-1906). Es bonó el único autor dominicano
que comparte con Alejandro Angulo Guridi la prioridad en el campo de la ficción narrativa;
pero bonó no perseveró en el cultivo del género, aunque entre sus papeles aparecieron unos
apuntes con el argumento de otra novela que, al parecer, no llegó a escribir.
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