Crítica y Arte. Filosofía - Banco de Reservas

COLECCIóN pENSAMIENtO DOMINICANO | Vo l u m e n IV | CRítICA DE LItERAtURA y ARtE. FILOSOFíA
encorvado, prematuramente envejecido, con la cabeza cubierta de blancos hilos, como si
en ella se hubiera amontonado la copiosa nevada de los dolores infinitos… Su rostro enflaquecido,
pálido; sus mejillas exangües, hundidas; sus ojos de amortiguado fulgor como
cansados de contemplar en torno suyo bajezas e ignominias, le prestaban cierto pronunciado
parecido con uno de esos santos del catolicismo, representados en algunas viejas estampas,
que convirtieron su vida en una dolorosa e interminable serie de maceraciones y abstinencias…
Cuando pasó cerca de mí me descubrí con religioso respeto como otras personas que
se encontraban a mi lado. Aquel vencido era el símbolo augusto de la virtud republicana
hecha carne que pasaba…
IV
El hombre público absorbe en él naturalmente al escritor. Lo era, sin duda, pero no en
un sentido de verdadero profesional. Su principal objetivo como escritor era preconizar por
medio de la prensa la virtualidad de ciertas ideas de reconstrucción social, ignoradas o mal
comprendidas por la inmensa mayoría. En muchos de los trabajos que contiene su libro se
advierte en primer término al moralista. Nótase en ellos, a la primera ojeada, la tendencia
a corregir inveterados males sociales empleando para ello, con frecuencia, un tono festivo,
burlesco, de leve causticidad, que a ratos les presta cierto sabor satírico, muy propio de
escritores que, persiguiendo una finalidad ética de trascendencia colectiva, adoptan ese
camino con preferencia a otros por estimarlo como más eficaz y oportuno. El estilo, flojo y
descuidado en veces, es sencillo, claro, de cierta precisión, sin esa nota de pedantismo o de
imposición dogmática, tan común en quienes se arrogan el difícil y delicado magisterio de
adoctrinar las almas y señalarles rumbos de salvación o de mejoramiento. En el fondo, sin
necesidad de apurar mucho el análisis, Ulises F. Espaillat pertenece al escaso número de
moralistas en que la prédica beneficiosa y elevada se armoniza bellamente con el ejemplo
elocuente, persistente, edificante de su vida privada y pública.
En ese sentido, y por más que la generalidad los considere de otro modo, aunque a primera
vista parezca paradójico, son verdaderos hombres de acción. ya sé que los prácticos que
abundan en estas y otras latitudes, entienden la acción de muy distinta manera, sugestionados
por atavismos éticos de carácter morboso. hombres de acción son para ellos quienes con más
brío y prodigalidad reparten a diestro y siniestro tajos y mandobles, por más que muchos
de éstos cercenen cabezas y mutilen instituciones… A mi ver, una vida consagrada al bien,
como la de Espaillat, en que nada interrumpe la continuidad de un propósito dignificador y
excelente, en que día por día, cada vez más refractario a nocivas sugestiones exteriores, se le
contempla como cima aislada en que fulgura intensamente un magnificante ideal, representa
para el que sabe ver al través de la superficie de las cosas una potentísima fuerza de acción,
ininterrumpida, siempre en visible movimiento, de virtualidad superior, incontrastable, de
efectos prolíficos, de momento desconocida o menospreciada, pero cuya trascendencia beneficiosa
se encarga siempre el tiempo de poner de manifiesto. En esos hombres hay mucho
del héroe, de los héroes en acción, en algo o mucho del concepto amplio, generoso, humano,
que en toda su resaltante variedad psíquica tienen para Carlyle.
En la historia nacional aparece Espaillat ante mis ojos como una figura supremamente
representativa. En la personalidad del insigne repúblico dominicano se vincula –cristalizada
en el pecho, plasmada en la realidad– la tendencia a reaccionar vigorosamente, sin exagerar
el alcance del propósito, contra el caudillaje estulto y violento que ha sido en no escasa parte
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