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Crítica y Arte. Filosofía - Banco de Reservas

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F. gARCíA gODOy | ANtOLOgíA<br />

que le quedaban libres en montar a Lindo, arrogante potro bayo que tenía en mucha estima<br />

por sus bríos y su paso, en sostener fugaces amoríos, en tirar alguito <strong>de</strong> la oreja a Jorge, y en<br />

asistir a los fandangos procurando en ellos <strong>de</strong>spertar la admiración <strong>de</strong> mozos y mozas por su<br />

<strong>de</strong>streza coreográfica y su generosidad en brindar tragos y empanadas. La fiebre patriótica <strong>de</strong>l<br />

viejo no lo había contagiado. Sólo le impresionaban los relatos <strong>de</strong>l taita cuando en ellos salían<br />

a relucir actos individuales <strong>de</strong> arrojo o <strong>de</strong> fuerza personal. también ponía su miaja <strong>de</strong> atención<br />

cuando el viejo hacía referencia a la época en que perico era chiquirritico, en los últimos años<br />

<strong>de</strong> la dominación haitiana, cuando los mañeses gobernaban el país como verda<strong>de</strong>ros señores<br />

<strong>de</strong> horca y cuchillo. El viejo se acordaba mucho <strong>de</strong> un <strong>de</strong>saire que había recibido <strong>de</strong>l general<br />

Morisset una vez que fue a la gobernación a practicar no sé qué diligencia <strong>de</strong> poca importancia.<br />

El jefe haitiano ni siquiera había atendido a lo que le <strong>de</strong>cía <strong>de</strong>spidiéndolo con unas palabras en<br />

patuá que ni el diablo mismo hubiera entendido. Siempre que se refería a la época haitiana el<br />

viejo Juan empleaba esta expresión: “cuando la otra ban<strong>de</strong>ra” y siempre la subrayaba con un<br />

acento en que había pronunciados matices <strong>de</strong> inveterado <strong>de</strong>sprecio. perico nunca había visto<br />

en el fuerte <strong>de</strong> San Luis otra ban<strong>de</strong>ra que la dominicana, la que el comandante amaba con un<br />

ardor que con la edad antes que enfriarse parecía hacerse más vivo y potente, <strong>de</strong> tal modo que<br />

<strong>de</strong>cía <strong>de</strong> continuo aun a riesgo <strong>de</strong> fastidiar a los que le oían que viejo y cegato como estaba no<br />

tendría inconveniente en <strong>de</strong>jarlo todo, hijos e intereses, para empuñar las armas si el haitiano<br />

se atrevía a cruzar otra vez la frontera…<br />

La luz solar empezaba a esparcir la pompa <strong>de</strong> sus fulguraciones sobre el rústico paisaje,<br />

pleno <strong>de</strong> esos mil confusos rumores que anuncian el solemne <strong>de</strong>spertar <strong>de</strong> la vida en el campo.<br />

Las hojas <strong>de</strong> los árboles estaban todavía cubiertas <strong>de</strong> rocío, piedras preciosas inconsistentes<br />

y efímeras que <strong>de</strong>spedían irradiaciones policromas al sentir la suave caricia <strong>de</strong> la luz. todos<br />

esos ruidos asociados en un ritmo in<strong>de</strong>finible y fuerte, toda esa creciente y soberana explosión<br />

<strong>de</strong> vida semejaba como un himno que <strong>de</strong> la tierra estremecida y fecunda se elevaba al cielo<br />

intensamente azul apenas surcado por una que otra ligera nubecilla…<br />

perico había ya ensillado el bayo, y con la receta escondida en el forro <strong>de</strong>l sombrero para<br />

que no se le perdiese, sin esperar más saltó con ligereza suma sobre el caballo emprendiendo<br />

la marcha por una vereda que iba a terminar al pie mismo <strong>de</strong>l cauce <strong>de</strong>l yaque. Antes <strong>de</strong> dar<br />

rienda al bayo gritó a Maruca que lo contemplaba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la puerta <strong>de</strong>l bohío y que no había<br />

cesado <strong>de</strong> recomendarle que se apresurara. ¡Ahoritica estoy <strong>de</strong> vuelta!<br />

IV<br />

pasó un espacio <strong>de</strong> tiempo como <strong>de</strong> una hora y <strong>de</strong>spués otra sin que perico estuviese <strong>de</strong><br />

vuelta. Ese tiempo era más que suficiente dado lo corto <strong>de</strong> la distancia y lo bien montado<br />

que iba para que en la botica le <strong>de</strong>spachasen la receta y estuviera ya <strong>de</strong>scansando en el bohío.<br />

¿qué haría ese tronera?… El viejo comenzaba a impacientarse. Seguramente diciendo<br />

chicoleos <strong>de</strong> color subido a algunas mozas <strong>de</strong> buen semblante y amplias ca<strong>de</strong>ras, <strong>de</strong> esas<br />

color <strong>de</strong> canela que tanto le gustaban y que a esa hora solían frecuentar el Mercado. porque<br />

en viendo faldas, ya estaba perico fuera <strong>de</strong> quicio. y el viejo, para sus a<strong>de</strong>ntros, no se lo<br />

reprochaba <strong>de</strong>masiado. En sus moceda<strong>de</strong>s había hecho lo mismo. perico lo tenía sin duda<br />

en la sangre… ¡pero la pobre Maruca estaba impaciente por principiar a tomar su remedio<br />

a la hora señalada por el médico… No tenía Perico perdón <strong>de</strong> Dios con esa injustificable<br />

tardanza. pero dón<strong>de</strong> estaría, Virgen <strong>de</strong> la Altagracia! De súbito levantóse y se dirigió a la<br />

puerta creyendo haber percibido el ruido como <strong>de</strong> alguien que llegaba… Nada, nada… y<br />

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