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Crítica y Arte. Filosofía - Banco de Reservas

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F. gARCíA gODOy | ANtOLOgíA<br />

y bien, interrogó Fonso, ¿qué ha sido <strong>de</strong> ti <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que nos separamos en Santiago, le<br />

acuerdas, aquella noche <strong>de</strong> Carnaval en que corrimos juntos tamaña juerga? Estabas alegre,<br />

lo que se dice muy alegre. Créelo, chico, con algunos tragos más eras hombre al agua…<br />

—Nunca he olvidado esa noche en que me salvaste el pellejo. Después <strong>de</strong> Dios, a ti te<br />

<strong>de</strong>bo el estarlo contando. La culpa la tuvo aquella mascarita <strong>de</strong>l baile a que fuimos en los<br />

Chachases. Coqueteó conmigo cuanto le dio la gana pero no pu<strong>de</strong> conseguir nada <strong>de</strong> ella;<br />

nada, créelo, ni pizca… Era una gran hembra… ¡pero qué hombre aquel tan celoso, Virgen<br />

Santísima! Des<strong>de</strong> que principié a bailar con ella estaba acechándome. y si tú no le <strong>de</strong>svías el<br />

brazo y lo sujetas en el momento en que me fue encima con un puñal, adiós coronel Virico…<br />

Dos días <strong>de</strong>spués, sin <strong>de</strong>spedirme <strong>de</strong> ti, pues me dijeron que estabas en el campo, regresé a<br />

Santo Domingo muy satisfecho <strong>de</strong> mi paseo a Santiago…<br />

—Se dijo poco <strong>de</strong>spués que te habías retirado <strong>de</strong>l servicio…<br />

—Estaba disgustado con lo <strong>de</strong> la anexión. Me había <strong>de</strong>dicado al comercio y empezaba<br />

a prosperar lo más quitado <strong>de</strong> bulla cuando al estallar la revolución me llamó el general<br />

para que lo acompañase al Cibao. No podía negarme, pues ya sabes que cuanto valgo se lo<br />

<strong>de</strong>bo al general. pero soy dominicano, y cuando ayer en el campamento recibí el papel que<br />

me enviaste con el vale goyo me dio el corazón un vuelco. Inmediatamente resolví acudir<br />

a tu llamada y aquí me tienes…<br />

—No esperaba menos <strong>de</strong> ti. Allá todos te consi<strong>de</strong>ramos como un buen dominicano.<br />

Don benigno me dijo que conocía mucho tu familia. En ella todos son santanistas, pero<br />

eso no quita que quieran la libertad <strong>de</strong> su país. En nombre <strong>de</strong> él te hablo. No pretendo<br />

que traiciones a Santana, pues ya sé que no lo harías. Lo que quiero es que me prestes tu<br />

ayuda para salir con bien <strong>de</strong> una empresa que me han confiado. Cumple con lo que crees<br />

tu <strong>de</strong>ber no abandonando a Santana. No te lo censuro. La gratitud es el primer <strong>de</strong>ber en<br />

todo hombre bien nacido. pero eso no impi<strong>de</strong> que puedas hacer algo por tu patria. La<br />

revolución avanza triunfante. En Santiago está ya instalado el gobierno provisional. Los<br />

españoles sólo tienen en el Cibao el fuerte <strong>de</strong> puerto plata. Dime con franqueza… ¿Viene<br />

o no Santana al Cibao?<br />

—Creo que ni aun él mismo lo sabe, amigo Fonso. ¡pobre general! Él creía otra cosa. Él<br />

esperaba que los blancos gobernasen mejor. Si hizo la Anexión, júralo, pue<strong>de</strong>s jurarlo, fue<br />

para salvarnos <strong>de</strong> los haitianos para siempre.<br />

—y quedarse él y su gente con la batuta por los siglos <strong>de</strong> los siglos…<br />

—Entonces no hubiera renunciado el mando como lo hizo <strong>de</strong> su espontánea voluntad…<br />

Pero lo cierto es que el general está enfermo, aburrido, llevándoselo el diablo con las dificulta<strong>de</strong>s<br />

que para que fracase le pone día por día el Capitán general…<br />

—En el Bonao cuentan que los oficiales españoles le faltan a cada momento el respeto…<br />

—Embuste, embuste, replicó presuroso el coronel Virico. bueno es el viejo para soportar<br />

que nadie le tosa en la cara. El sábado lo probó retebién. había prohibido que los<br />

oficiales llevasen impermeables por “no ser prenda <strong>de</strong> vestuario”… Llovía que era un<br />

diluvio, Virgen <strong>de</strong> la Altagracia. El general en su rancho se mecía en una hamaca mirando<br />

hacia fuera. Estaba ese día <strong>de</strong> pésimo genio. De pronto ve un teniente que pasaba muy<br />

bien arebujado en su impermeable… Rápido, <strong>de</strong> un salto, se tiró <strong>de</strong> la hamaca, y sin <strong>de</strong>cir<br />

palabra, corrió tras el oficial, lo agarró por el cuello, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> quitarle la capa lo metió<br />

a empujones en el calabozo…<br />

—pero ¿qué se propone actualmente?<br />

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