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MAx hENRíqUEz UREñA | pANORAMA hIStóRICO DE LA LItERAtURA DOMINICANA - tOMO I
primera Junta de gobierno. Fue sucesivamente, en diferentes situaciones políticas, miembro
del tribunado, Secretario de Estado, presidente del más alto tribunal de justicia y senador
de la nación independiente, magistrado durante el período de la anexión a España (aunque
es fama que aconsejó al presidente Santana que no adoptara tan arriesgada e inoportuna resolución),
y otra vez Secretario de Estado en la República reinstaurada. Fue en todo tiempo
un funcionario útil y capaz y un político hábil a quien nunca faltaron ocasiones propicias
para lucir su habilidosa dialéctica en documentos oficiales, discursos y alegatos: la compilación
de esos escritos constituiría el más curioso resumen de las alternativas que presenta la
historia dominicana, dada la significación que en ellas tuvo ese maestro del oportunismo y
acomodaticio servidor del hecho cumplido. 169
Otro de los dominicanos bien avenidos con el régimen haitiano fue el jurisconsulto José
Joaquín del Monte y Maldonado (1772-1853), que durante muchos años fue Decano del
tribunal Civil de Santo Domingo y por último ocupó un sitial en el Senado haitiano. No
tuvo las aficiones literarias de su hijo Manuel Joaquín del Monte y Torralbo (1804-1875?),
que había nacido en la villa de San germán, puerto Rico, adonde emigraron sus padres con
motivo de las primeras invasiones haitianas. Manuel Joaquín del Monte siguió las huellas de
su progenitor y aceptó el cargo de consejero de Estado de haití en 1843. Antes había ejercido
otras funciones de menor importancia. Afianzó su prestigio ante el gobierno haitiano con
una mal llamada “canción patriótica” que escribió en 1838 con motivo del tratado que ese
mismo año concertaron Francia y haití para dejar zanjadas sus anteriores diferencias. Esa
canción, que lleva por título A Haití, en eneasílabos, no está mal rimada:
Salve ¡oh haití! patria adorada:
que el cielo en formar se esmeró;
viste de flores tus campiñas
que el día feliz amaneció.
termina la canción con este ditirámbico apóstrofe a boyer:
¡Loor a nuestro presidente,
a su civismo y su lealtad,
pues con su espada y su talento
nos ha dado la libertad!
Ni más ni menos que lo que decía un canto popular cuasi bilingüe, que es uno de los
más curiosos ejemplos que podemos encontrar de la que con acierto llama Emilio Rodríguez
Demorizi “poesía afro-dominicana” de aquellos tiempos:
Dios se lo pague
a papá boyé,
que nos dio gratis
la liberté.
169 Rodríguez Demorizi ha recogido en un volumen siete Discursos de Bobadilla (1938). bobadilla colaboró con
José María Morillas en la traducción y adaptación del Código Civil en 1862, según informa el propio Morillas, –que
tuvo a su cargo la parte principal de ese trabajo–, en su biografía de bobadilla. Ambos eran en ese momento oidores
de la Real Audiencia reorganizada después de la reincorporación a España en 1861, y fue el regente presidente de la
Audiencia, Eduardo Alonso y Colmenares, quien les confirió ese encargo.
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