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MAx hENRíqUEz UREñA | pANORAMA hIStóRICO DE LA LItERAtURA DOMINICANA - tOMO I
Mena, Mieses, Miura, Monteverde, Montolío, Morillas, Moscoso, Muñoz, pichardo, portes,
quintanó, Ravelo, pendón, Salcedo, Segura, Solá, Sterling, tejada… Raro era el dominicano
de algún arraigo que no tenía próximos parientes en Cuba.
Un ilustre dominicano, Máximo gómez y báez (1836-1905) había alcanzado significación
prominente en Cuba, durante la “guerra de los diez años”, como estratégico
de primera línea. Aquella primera campaña por la independencia de Cuba terminó, sin
el éxito ambicionado, después de la “paz del zanjón”, en 1878, pero tanto los cubanos
como los dominicanos comprendieron que aquella paralización de las hostilidades no
era más que una tregua. De un momento a otro se esperaba la reanudación de la lucha,
esperanza que se vio momentáneamente reanimada por la protesta de Maceo en baraguá
y por la llamada “guerra chiquita” de 1879. En la década que va de 1880 a 1890 muchos
adalides de la causa cubana concibieron más de una vez un nuevo plan de insurrección
que no llegó a cristalizar. Francisco gregorio billini (1884-1898) autor de un canto A mi
patria, dedicó unos versos A Máximo Gómez, el héroe de la pasada contienda, hacia quien
se volvían anhelantes todas las miradas: “¡Otra vez a la lid, noble caudillo!”. 186 pero la
preparación de la guerra exigía tiempo, seguridad y unidad de esfuerzo. José Martí echó
sobre sus hombros tan ingente tarea. En busca de Máximo gómez, para llegar con él a un
acuerdo y confiarle la suprema dirección militar del movimiento, visitó José Martí la isla
en 1892. Recibido con calor y entusiasmo en sesión pública por la sociedad de Amigos del
País, que tan útil tarea de patriotismo y de cultura se había impuesto, Martí dejó entre los
dominicanos una impresión que no admite paralelo: su palabra deleitó, cautivó, arrebató.
y dejó algo más: dejó un selecto núcleo de amigos y colaboradores, entre los cuales ocupó
el primer lugar Federico henríquez y Carvajal, a quien, dándole el dictado de “hermano
dirigió en 1895, desde Montecristi, al partir con Máximo gómez para los campos de Cuba,
–donde el 24 de febrero del mismo año había estallado la revolución–, la famosa carta que
constituye su testamento político. A la memoria de Martí, consagraron los intelectuales
dominicanos un volumen, Álbum de un héroe, que contiene composiciones de José Joaquín
pérez, bartolomé Olegario pérez, Manuel de Jesús de peña y Reinoso y otros poetas, y
más de sesenta trabajos en prosa.
Un joven de diez y nueve años se dio a conocer entonces con unos versos fogosos y entusiastas
A Cuba: Mariano A. Soler y Meriño (1877-1899), a quien se deben algunas delicadas
manifestaciones de lirismo juvenil, como Mi esperanza; pero murió trágica y prematuramente
sin haber llegado a producir todo lo que podía esperarse de su talento poético. 187
Rafael Alfredo Deligne (1863-1902), que aunque mejor conocido como prosista, se
hombreaba como poeta, en ocasiones, con su hermano gastón, delineó en su composición
Mambiserías un cuadro vívido e impresionante de los campos de Cuba bajo el turbión de la
guerra. 188
José Joaquín pérez, en versos de hogar, emotivos y sencillos, que intituló Un mambí,
describió encantadoramente los juegos favoritos del más pequeño de sus hijos:
186Obras de Francisco gregorio billini y Aristy: Amor y expiación, drama en versos, 1882; Baní o Engracia y Antoñita,
novela, 1892.
187Los versos de Mariano Antonio Soler y Meriño fueron reunidos en un volumen. Flores tropicales, Madrid, 1909.
188Obras de Rafael A. Deligne y Figueroa: La justicia y el azar, drama en verso, 1894; Milagro, narración en verso,
San pedro de Macorís, 1896, 23 pp.; Vidas tristes, drama en prosa, San pedro de Macorís, 1901; En prosa y en verso, 1903.
Otros trabajos en prosa, amparados por un título común (unas veces Cosas que fueron y cosas que son; otras Recordando
reconstruyendo), no han sido recogidos en volumen.
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