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MAx hENRíqUEz UREñA | pANORAMA hIStóRICO DE LA LItERAtURA DOMINICANA - tOMO II
y cada uno de esos volúmenes, o los empeños de creación propia como es el caso de su
valiosa biografía de Juan Isidro Pérez, el ilustre loco; Joaquín Marino Incháustegui Cabral (n.
1908), que aparte de varios libros de texto de historia y geografía, ha dado a la estampa un
vasto estudio sobre la Gran Expedición inglesa contra las Antillas Mayores y un grueso volumen
para aclarar una incógnita relacionada con el nombre de Francisco de Bobadilla, ya que dos
personajes que se llamaban del mismo modo eran contemporáneos.
No son escasas las biografías de dominicanos eminentes que se han escrito en lo que
va de siglo: Sánchez, en dos volúmenes, por Ramón Lugo Lovatón, que también escribió la
de Manuel Rodríguez Objío; Los Puello, por Víctor garrido que también ha publicado un
volumen sobre la Política de Francia en Santo Domingo, Mujeres de la Independencia, manojo
de biografías sintéticas por Vetilio Alfau Duran; y la excelente síntesis de la vida de Juan
pablo Duarte, El Cristo de la Libertad, por Joaquín balaguer, a quien se debe también un tomo
consagrado a Antonio Duvergé: El Centinela de la Frontera.
La personalidad de Duarte nos está revelada de manera cabal por su hermana Rosa Duarte
y Díez (1819-1888), que aunque no presumía de escritora, logró en pocas páginas darnos un
fiel y expresivo trasunto del carácter de su hermano, razón por la cual debemos considerar
como un documento precioso e insustituible los Apuntes de Rosa Duarte para la historia de la
isla de Santo Domingo y para la biografía del general dominicano Juan Pablo Duarte y Díez.
XXI. La crítica, el ensayo y la monografía
Durante un largo período de la vida republicana, apenas puede decirse que existió en
Santo Domingo la crítica literaria, que se manifestaba solamente de modo ocasional y casi
se circunscribía a cuestiones de lenguaje o de forma. De ello es buena muestra la polémica
que mantuvieron en 1852 Nicolás Ureña y Alejandro Angulo guridi, originada por el empleo
de la palabra pechuga en una composición poética. quizás si el trabajo de fecha más antigua
escrito por un dominicano en materia de crítica literaria sea el que Alejandro Angulo guridi
publicó en El Prisma de La habana en 1846, sobre heredia, el cantor del Niágara, e hizo reproducir
en Santo Domingo en 1854. Más adelante, cuando en Santo Domingo empezaron a
editarse obras literarias, los prólogos que las precedían fueron las manifestaciones más dignas
de aprecio en punto de crítica literaria. De ellos merecen recordarse en primer término los
que escribieron Apolinar tejera para las Fantasías indígenas (1877) de José Joaquín pérez, y
Fernando Arturo de Meriño para las Poesías (1880) de Salomé Ureña de henríquez. Durante
los años subsiguientes, José Joaquín pérez fue el prologuista de varias obras: Iguaniona (1881)
de Javier Angulo guridi; Enriquillo (1882) de Manuel de Jesús galván; La hija del hebreo (1883)
de Federico henríquez y Carvajal; y las Poesías (1885) de Josefa Antonia perdomo. Manuel
de Jesús galván, que escribió años después el admirable ensayo que precede a los Escritos
de Espaillat, fue también el prologuista de Cosas Añejas (1891) de César Nicolás penson. En
estos prólogos encontramos casi siempre la expresión de un juicio mesurado, con frecuentes
generalizaciones sobre el desenvolvimiento de las letras nacionales.
paralelamente había ido cobrando importancia después de 1870, la crítica literaria en
periódicos y revistas. Manuel de Jesús de peña y Reinoso, que más tarde había de escribir un
Estudio crítico sobre Enriquillo, espigaba Poesías en el campo de la crítica desde 1874 en el Eco del
Yaque, donde publicó entonces su juicio sobre La lira de Quisqueya, primera antología de poesía
dominicana, editada ese mismo año por José Castellanos. Igualmente encontramos en 1875 el
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