Crítica y Arte. Filosofía - Banco de Reservas

COLECCIóN pENSAMIENtO DOMINICANO | Vo l u m e n IV | CRítICA DE LItERAtURA y ARtE. FILOSOFíA
Contra el voudou
tomad lo que quiera,
dijo el infeliz,
aquí estamos solos,
descúbrete a mí,
Le alzó la careta
y asombrado vio
que aquel estafermo
era su mujer…
Desde que la parte española de la Isla comenzó a padecer las constantes depredaciones
e invasiones de los pobladores de la parte Occidental, signo de amor a la tierra nativa fue
siempre el repudio de cuanto procedía de la tierra usurpada. Ello constituyó, así, insuperable
obstáculo para la realización de los vanos y siniestros sueños de indivisibilidad política de
la Isla en perjuicio de sus legítimos señores.
Entre las cosas que nos llegaban del pueblo de Louverture y de Cristóbal no menos dañosamente
que sus bárbaras huestes, se contaban la danza de la cuyaya, el canibalismo, el
voudou, la hechicería y otras maléficas artes y costumbres, algunas de las cuales lograban
introducirse en los sencillos hábitos de los dominicanos, sin que pudiesen arraigar en ellos
las oscuras raíces.
La danza de la cuyaya, nombre de un ave de mal agüero, fue una de esas prácticas intrusas,
de la que apenas quedará, quizás, el llamado toque de cuyaya. La recuerda el poeta
Félix María del Monte en Las vírgenes de Galindo:
prolongado rugido
de aplauso y embriaguez hondo resuena,
que lastima el oído
y de mortal pavor el alma llena;
mientras el parche se apresta
la Cuyaya a tocar a grande orquesta.
Esa histórica danza,
por el monstruo Cristóbal inventada
un grito es de venganza:
del deleite del crimen pincelada;
pues pinta una manía,
y del dolor convulso la agonía.
Cuando de pies ahorcadas
mil víctimas de asfixia perecían;
y de luchar cansadas
los ya crispados miembros removían,
con espasmos violentos
anunciando sus últimos momentos;
El tirano gozoso
al tambor ordenaba que mezclase
su sonido enojoso,
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