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Crítica y Arte. Filosofía - Banco de Reservas

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COLECCIóN pENSAMIENtO DOMINICANO | Vo l u m e n IV | CRítICA DE LItERAtURA y ARtE. FILOSOFíA<br />

¿Dó está la enreda<strong>de</strong>ra, que no tien<strong>de</strong><br />

como un penacho su verdor oscuro<br />

sobre la tapia gris? La yedra pren<strong>de</strong><br />

su triste harapo al ulcerado muro.<br />

Si el paisaje mexicano, con su tonalidad gris, se ha entrado en la poesía, ¿cómo no había<br />

<strong>de</strong> entrarse en la pintura? No hace mucho por una <strong>de</strong> las inacabables or<strong>de</strong>naciones que<br />

sufren las galerías <strong>de</strong> la Aca<strong>de</strong>mia <strong>de</strong> bellas <strong>Arte</strong>s, vinieron a quedar, frente a frente, en los<br />

muros <strong>de</strong> una sala, los pintores españoles y los mexicanos contemporáneos. bastaba llegarse<br />

al salón para observar el contraste brusco: <strong>de</strong> un lado, la cálida opulencia <strong>de</strong>l rojo y <strong>de</strong>l oro,<br />

los azules y púrpuras violentos <strong>de</strong>l mar, la alegre luz <strong>de</strong>l Sol, las flores vívidas, la carne <strong>de</strong><br />

las mujeres, en las telas <strong>de</strong> Sorolla, <strong>de</strong> bilbao, <strong>de</strong> benito, Chincharro <strong>de</strong> Carlos Vázquez; <strong>de</strong>l<br />

otro, los ambientes grises, en los lienzos <strong>de</strong> Juan téllez, <strong>de</strong> germán gedovius, <strong>de</strong> Angel<br />

zárraga, <strong>de</strong> Diego Rivera, <strong>de</strong> Francisco <strong>de</strong> la torre.<br />

Así, en medio a la opulencia <strong>de</strong>l teatro español en los siglos <strong>de</strong> oro, en medio a la abundancia<br />

y el <strong>de</strong>spilfarro <strong>de</strong> Lope, <strong>de</strong> Cal<strong>de</strong>rón y <strong>de</strong> tirso, el mexicano Juan Ruiz <strong>de</strong> Alarcón y<br />

Mendoza da una nota <strong>de</strong> discreción y sobriedad. No es espejismo <strong>de</strong> la distancia. Acudamos<br />

a su contemporáneo, don Juan pérez <strong>de</strong> Montalbán, y veremos qué nos dice en la Memoria<br />

<strong>de</strong> los que escriben comedias en Castilla, al final <strong>de</strong> su miscelánea Para todos:<br />

“Don Juan Ruiz <strong>de</strong> Alarcón las dispone con tal novedad, ingenio y extrañeza, que no<br />

hay comedia suya que no tenga mucho que admirar, y nada que aprehen<strong>de</strong>r, que <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> averse escrito tanto, es gran muestra <strong>de</strong> su caudal fertilissimo”.<br />

Si la singularidad <strong>de</strong> Alarcón se advirtió <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces, ¿cómo <strong>de</strong>spués nadie ensayó<br />

explicarla? Abiertamente dígase: Alarcón sólo ha dado tema, por lo general, a estudios<br />

académicos; y el juicio académico típico, cualesquiera que sean sus méritos en el análisis<br />

paciente y la averiguación minuciosa, <strong>de</strong>sconoce las altas funciones <strong>de</strong> la crítica: la síntesis,<br />

la reconstrucción <strong>de</strong> la vida espiritual que dio vida a la obra <strong>de</strong> arte, y la renovación –cada<br />

vez que sea necesaria– <strong>de</strong> los valores literarios. Azorín pi<strong>de</strong> la revisión <strong>de</strong> los clásicos <strong>de</strong>l<br />

idioma. No la revisión: para muchos <strong>de</strong> ellos hace falta la lectura inicial. Están por juzgar:<br />

sobre ellos se trasmiten, <strong>de</strong> generación en generación, frases vagas, huecas y sin sentido.<br />

Fuera <strong>de</strong> la magna obra <strong>de</strong> Menén<strong>de</strong>z y pelayo (a quien con grave error se confundiría<br />

entre los críticos académicos), fuera <strong>de</strong> excepcionales monografías, no se ha juzgado aún la<br />

literatura española.<br />

La crítica académica –y especialmente sus más ilustres representantes en este asunto,<br />

hartzenbusch y Fernán<strong>de</strong>z guerra– dio por sentado que Alarcón, a quien tradicionalmente<br />

se contaba entre los jefes <strong>de</strong>l teatro nacional, había <strong>de</strong> ser tan español como Lope o tirso. El<br />

<strong>de</strong>sdén metropolitano aún inconsciente y sin malicia, ayudado <strong>de</strong> la pereza, vedaba buscar<br />

las raíces <strong>de</strong>l carácter propio <strong>de</strong> Alarcón en su nacionalidad. ¿Cómo la lejana colonia había<br />

<strong>de</strong> engendrar un verda<strong>de</strong>ro ingenio <strong>de</strong> la corte? La patria, en este caso, resultaba mero acci<strong>de</strong>nte.<br />

hoy <strong>de</strong>bemos pensar que no. y, ¿no nos dan ejemplo los españoles mismos, reclamando<br />

para su literatura a los Séneca y a quintiliano, a Lucano y a Marcial, así como a Juvencio y<br />

a pru<strong>de</strong>ncio?<br />

Alarcón nació en la ciudad <strong>de</strong> México, hacia 1580; toda probabilidad se inclina a esa<br />

fecha. Marchó a España en 1600, o poco antes. Después <strong>de</strong> cinco años en Salamanca y tres<br />

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