Crítica y Arte. Filosofía - Banco de Reservas

COLECCIóN pENSAMIENtO DOMINICANO | Vo l u m e n IV | CRítICA DE LItERAtURA y ARtE. FILOSOFíA
porque cada uno conserva desde el principio hasta el fin su personalidad sustantiva. Tal vez
el lenguaje, algo burdo y con cierto dejo vulgar y hasta plebeyo, que el autor pone en boca de
benigno Filomeno de Rojas, uno de los políticos más estilizados de la época, no corresponda
a la idea que tenemos del nivel intelectual de ese prócer, espejo de teorizantes verbalistas
y de parlamentarios ceremoniosos. 13 pero no puede desconocerse, como compensación
bastante a esa y otras infidelidades, si es que realmente existen, le riqueza del vocabulario
popular esparcido en el habla de los personajes de Guanuma, ni la abundancia y variedad de
su galería de tipos históricos, en visible contraste con la penuria psicológica de sus héroes
convencionales, ni el sentido, por último, que tuvo garcía godoy de la belleza arqueológica
y del encanto no marchito de las tradiciones de las viejas ciudades dominicanas.
Un prócer del civismo
F. garcía godoy fue, como lo revelan sus obras, sobre todo sus novelas históricas y
su labor periodística, un prócer del civismo. Aunque nació en Santiago de Cuba, el 25 de
diciembre de 1852, se le puede considerar como uno de los dominicanos más adictos a su
país y como uno de los hombres de su generación que dieron muestras de un patriotismo
más exaltado y a la vez más fervoroso. Fue el suyo el caso de Maurice barres, nacionalista
acérrimo no obstante haber nacido en la frontera franco-alemana, y de haber vivido durante
sus primeros años en un ambiente en donde otros sentimientos podían compartir en su
corazón los sentimientos propios de la tierra nativa.
Desde que publicó sus primeros artículos en El Porvenir, de puerto plata, hacia 1870,
aparece en él la vena del combatiente dotado de grandes arrestos cívicos, predicador incansable
de la libertad y la justicia, y siempre listo a elevar su voz en momentos de crisis
nacional o de zozobra colectiva. Su intervención en la vida pública fue tanto más eficaz y
digna de respeto cuanto que siempre se produjo al margen de las luchas y antagonismos
de los partidos. En uno de los períodos más azarosos de la República, en 1906, cuando el
frenesí revolucionario acababa de culminar en una honda crisis de las instituciones, fundó
la asociación nacionalista Patria, uno de los más activos centros de orientación cívica con
que contó el país en aquellas horas calamitosas. En las postrimerías de la larga dictadura
de Ulises heureaux, publicó valientes artículos en El Pueblo (1896-1899), y en víspera de la
ocupación militar del país por los Estados Unidos, lanzó desde las columnas de El Día, (1914-
1916), ardientes llamamientos al patriotismo de los jefes de partidos para que se pusiera
fin a la discordia fratricida. Su último servicio a la causa de la restauración de la libertad
nacional, conculcada por los Estados Unidos desde 1916, fue el libro titulado El Derrumbe,
novela donde se delataban valientemente la tortura de Cayo báez y otros actos de barbarie
cometidos por las autoridades militares de ocupación en territorio dominicano.
Las páginas calcinadas de ese libro, al que los usurpadores de la soberanía nacional
hicieron el honor de reducir a cenizas en plena plaza pública, como si hubiéramos vivido,
cuando se realizó esa ignominia, bajo los horrores de la Edad Media, constituye el mejor
monumento erigido a la memoria de este gran ciudadano que supo siempre, en días de
aflicción para la patria, sacar la misión del escritor de su concepto abstracto para hacer de
ella una realidad constructiva.
Joaquín balaguer
13 V. p.65.
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