Crítica y Arte. Filosofía - Banco de Reservas

MAx hENRíqUEz UREñA | pANORAMA hIStóRICO DE LA LItERAtURA DOMINICANA - tOMO II
De flamencos encarnados
se ven vagabundas tropas,
y sobre las verdes copas
de centinela apostados.
Los búcaros tan preciados
no faltan allí tampoco;
allí en los lagos el coco
zabulle entre las espumas,
y luce el pajuil sus plumas
en las llanuras del Soco.
Claro está que el poeta tuvo el cuidado de presentar un personaje que podía expresarse
así, porque, hijo de gente acomodada, se supone que pudo ir a la escuela. por su parte, José
María gonzález pone a hablar a un desterrado que también por sus antecedentes ha debido
adquirir alguna educación. Otro tanto, hace Del Monte en El banilejo y la Jibarita, donde el
desterrado nativo de baní corteja a una puertorriqueña de bayamón; aunque el propio Del
Monte dio más soltura al lenguaje en otras composiciones posteriores, como sus Cantos dominicanos,
que son una síntesis apretada de la historia patria; y sus Versos campunos, puestos
en labios de un soldado de la campaña restauradora, que emprende desde guayubín la
jornada para ir a contemplar el rostro de su serrana:
Casilda, abre la ventana,
déjate ya de esperezos,
que de apretarte los güesos
tengo más que nunca gana.
Ven, que Dios sabe mañana
dónde y cómo me hallaré!…
Sió, yegüita, yo no sé
si de tu sombra te espantas
y las fuerzas me quebrantas,
que bien necesito, a fe.
¿qué tiene nadie que andar
atisbando mi conuco,
ni si duermo en un cayuco,
o si me voy a montear?
¿Fui yo a España a averiguar
quién da diezmo, quién primicia?
¿Me he informado si en galicia
se vende caro el pan-fue?
Nada de esto ¡ya se ve!
si aquí obramos con malicia.
Muchos años después, casi en los albores del siglo xx, Arturo bautista pellerano Castro
quiso dar en sus Criollas una nota acentuada de color local, pero no empleó tampoco
el lenguaje típico del campesino, según puede apreciarse por la primera y más celebrada
de todas:
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