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Crítica y Arte. Filosofía - Banco de Reservas

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EUgENIO MARíA DE hOStOS | MORAL SOCIAL<br />

corruptores <strong>de</strong> su tiempo, sino por haberla incluido ya en el examen <strong>de</strong> los gérmenes <strong>de</strong><br />

inmoralidad connatural que lleva el arte.<br />

Se excluyen también la literatura científica y la histórica: la primera, por ya tácitamente examinada<br />

al hablar <strong>de</strong> la ciencia en general; la segunda, porque reclama un análisis particular.<br />

por literatura, para nuestro propósito, no enten<strong>de</strong>mos ahora más que la novela y la<br />

dramática. La novela ha sustituido al <strong>de</strong>vocionario, y es la lectura <strong>de</strong> la mitad <strong>de</strong>l género<br />

humano que lee en los países <strong>de</strong> civilización occi<strong>de</strong>ntal; la dramática es la escuela <strong>de</strong> moral<br />

objetiva a que asisten con menos repugnancia los niños, sus padres, sus <strong>de</strong>udos, sus sirvientes,<br />

sus auxiliares en las mil industrias <strong>de</strong> la vida, y sus mil guías directos e indirectos,<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el maestro <strong>de</strong> las primeras letras hasta el <strong>de</strong> la última ciencia, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el concejal <strong>de</strong>l<br />

ayuntamiento hasta el consejero <strong>de</strong>l primer magistrado.<br />

No se pue<strong>de</strong>, por tanto, dar influencia más extensa que la ejercida por esas dos ramas<br />

<strong>de</strong> la literatura general.<br />

La novela es necesariamente malsana. Lo es dos veces: una, para los que la cultivan;<br />

otra, para los que la leen. En sus cultivadores vicia funciones intelectuales, o para ser puntualmente<br />

exacto, operaciones capitales <strong>de</strong>l funcional intelectual. En los lectores vicia, a<br />

veces <strong>de</strong> una manera profunda, irremediable, mortal, la percepción <strong>de</strong> la realidad. En unos<br />

y otros <strong>de</strong>termina un estado enfermizo, que se caracteriza por un apetito <strong>de</strong>sarreglado <strong>de</strong><br />

sensaciones y por una actividad aislada y solitaria <strong>de</strong> la fantasía. El hacedor <strong>de</strong> novelas,<br />

víctima inconsciente <strong>de</strong> su estado psicológico, hace el mundo a imagen y semejanza <strong>de</strong> su<br />

propio estado <strong>de</strong> razón y sentimiento; por su parte, el lector <strong>de</strong> novelas busca y pi<strong>de</strong> un<br />

mundo semejante al mal imaginado y mal sentido por el novelista.<br />

Mientras tanto, el mundo <strong>de</strong> la realidad sigue fabricando realida<strong>de</strong>s que, cuanto más<br />

obvias son, más repugnan al que vive fuera <strong>de</strong> ellas.<br />

Esos dos primeros frutos son frutos <strong>de</strong> mal, porque son frutos <strong>de</strong> <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n. Desor<strong>de</strong>nan<br />

el ser interior, alterando hondamente dos <strong>de</strong> sus fuerzas más activas, la sensibilidad y la<br />

fantasía. Desor<strong>de</strong>nan las relaciones <strong>de</strong>l individuo con la sociedad en que vive, imbuyéndole<br />

la fatal i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que él pue<strong>de</strong> quebrantarlas a su capricho o disolverlas por no correspon<strong>de</strong>r<br />

a su i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> la sociedad imaginaria que le han dado.<br />

De esta corrupción <strong>de</strong>l juicio y <strong>de</strong>l sentimiento individual por la novela sería argumento<br />

bastante la presencia <strong>de</strong> El Quijote en el mundo <strong>de</strong> las letras, si ese fuera el único género <strong>de</strong><br />

corrupción que ella pudiera fomentar. pero en nuestros mismos días se ha probado experimentalmente<br />

que son muchos los recursos inmorales que el novelador pue<strong>de</strong> manejar.<br />

Des<strong>de</strong> el estallido <strong>de</strong>l romanticismo hasta la explosión <strong>de</strong>l naturalismo, el arte <strong>de</strong> novelar<br />

nos ha sometido a tres distintas formas <strong>de</strong> inmoralidad afectiva e intelectual. Con el romanticismo,<br />

nos sacó <strong>de</strong> la realidad histórica en que vivimos, para hundirnos en otra realidad histórica,<br />

pero falseada: fue el florecimiento <strong>de</strong> lo bello monstruoso, o <strong>de</strong> lo monstruoso embellecido<br />

o <strong>de</strong> lo bello abortado <strong>de</strong> lo falso. Con el realismo, primer <strong>de</strong>rivado <strong>de</strong>l romanticismo en su<br />

transacción con la realidad social y humana, nos dio la fisiología <strong>de</strong> cuantas pasiones, crímenes<br />

y morbosas exhalaciones <strong>de</strong> la sociedad encontró en el triste medio social, que son las naciones<br />

europeas <strong>de</strong>l mediodía y <strong>de</strong> occi<strong>de</strong>nte. Con el naturalismo está dándonos lo segunda evolución<br />

<strong>de</strong>l romanticismo, y romantizando, haciendo romántica, tratando <strong>de</strong> hacer bellas y amables<br />

las groserías y las bestialida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la naturaleza humana y <strong>de</strong> la realidad social.<br />

El arte, aunque sea <strong>de</strong>scabellado, y lo bello, aunque sea <strong>de</strong>sproporcionado, tiene siempre<br />

algún buen fin, o cuando menos, alguna buena intención, y en ese sentido algo tiene<br />

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