Crítica y Arte. Filosofía - Banco de Reservas

MANUEL VALLDEpERES | EL ARtE DE NUEStRO tIEMpO
la diferencia temática es consecuencia del cambio experimentado por la concepción. El arte
de hoy nos obliga a considerar todas las cosas más referidas que antes a otras cosas. Las experiencias
giran, en forma mucho más decidida que antes, en círculos concéntricos alrededor
de un centro místico situado muy adentro de nosotros. Las proporciones de la Naturaleza ya
no rigen ni en la poesía ni en la pintura. La imagen poética y la alegoría pictórica han pasado
de lo objetivo a lo sugerente. En Orozco y en O’Neill, pongamos por ejemplo, hay más fuerza
intrínseca que en Manet y en hugo, en la obra de los cuales domina lo extrínseco.
El arte moderno no niega lo material, pero lo eleva por encima de sí mismo, valiéndose
de un lenguaje artístico lapidario en el que el espíritu está siempre presente. En el campo
de la pintura ya Delacroix había anticipado la posibilidad del cambio al afirmar que “la
pintura material no es sino el pretexto, el puente tendido entre el espíritu del pintor y el del
público”. Con Cézanne los componentes cromáticos de la pintura atraviesan un momento
psicológico hacia el dominio del espíritu y éste es ya presencia en la obra de Matisse, en
cuya manera buscó materia el mexicano Orozco. Este proceso demuestra que la pintura
anterior, como la poesía simbolista –que decidió la evolución pictórica–, provenía de una
cultura relativista, mientras que la pintura actual es una expresión llevada hasta la máxima
cultura de la perífrasis.
Actualmente –y mientras llegamos al perfil de la época– experimentamos, en el campo
complejo de las artes, con una creación subjetiva cuyo argumento está basado en el misticismo
del alma, henchida ésta de emocionada religiosidad, estremecido el espíritu con atisbos
metafísicos. Esta es, quizás, la diferencia fundamental del arte de nuestro tiempo. Veamos
la razón. La metafísica de los pueblos primitivos tiene lugar en el fondo de la conciencia,
sin dilucidarse apenas. La modalidad artística resultante –extática– es producida con la
naturalidad de un acto del todo convencional. Su objetividad es casi fría. Lo psicológico no
se descubre sino al través de una observación de carácter netamente místico. Esta condición
prevalece hasta que el momento histórico-evolutivo convierte en insuficiente lo físico-objetivo.
El impresionismo se impone en la música, en la poesía y en la pintura. La superficie material
deja de interesar y se disuelve por completo la objetividad exterior. Lo objetivo ya no participa
más que en cuanto significa alguna sugestión dinámica para el artista. Y ya la materia sólo
sirve de base para la creación de una obra puramente espiritual. En Kandinski, el pintor que
ha revalorizado nuestra época, la producción carece de recursos materiales y de objetividad
exterior. Su concepción adquiere una forma abstracta situada totalmente al margen de la
empiria. Su arte, pues, es esencialmente dinámico, sugerente y espiritualizado.
La influencia actual de Kandinski tiene, a nuestro entender, una razón lógica. ¿No vamos
hacia una forma general del arte en la que predominan las fuerzas místicas y espirituales?
¿No avanzamos rápidamente hacia una nueva religiosidad de tipo espiritual? La poesía
emprende las rutas señaladas por paúl Claudel y t. S. Eliot, más allá de la meta que fue
paúl Valéry. La pintura rebasa los límites del surrealismo, desprendiéndose de su tiranía
extra-plástica. Kandinski es un paso gigantesco más allá de Matisse, de braque, de Dufy
y de picasso, por las zonas del intimismo. De la autonomía del color y de la liberación de
la forma pasamos a una pintura abstracta, enteramente autónoma; una pintura serena, sin
arrebatos inconscientes, en la que todo está claramente expresado. Una forma de arte, en fin,
en la que el espíritu, situado dentro de la más pura abstracción, es guardián y guía.
Analicemos el fenómeno en el campo de la poesía, puesto que a los poetas se debe, en
gran parte, el proceso evolutivo de la forma estética. El examen, para que sea efectivo, deberá
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