Crítica y Arte. Filosofía - Banco de Reservas

COLECCIóN pENSAMIENtO DOMINICANO | Vo l u m e n IV | CRítICA DE LItERAtURA y ARtE. FILOSOFíA
nunca a extremos viciosos, sencilla i expresivamente, en visión serena i permanente de verdad
i de belleza, desligado por completo de utilitarismos menguados, de banderías efímeras, de
sectas o de mal llamadas escuelas, puesta la mirada de su espíritu de rara selección en cosas
de alto relieve intelectual o de permanente valor humano.
III
No puede considerarse a Rodó como un filósofo, entendida esta palabra como aplicada
a una inteligencia enderezada a esclarecer racional i sistemáticamente el pavoroso problema
del origen i la finalidad de las cosas. No discurrió jamás por los vericuetos de una dialéctica
plena de sutiles disquisiciones acerca de cosas que parecen ser inaccesibles a los esfuerzos
seculares del pensamiento humano. por su manera peculiar, proteica, de seguir la marcha
ondulante de la vida, en perpetuo estremecimiento dinámico, no pudo, ni lo pretendió nunca,
encerrar su pensamiento discursivo en el cuadro más o menos restringido de una interpretación
de la vida universal. En Rodó hai que contemplar ante todo i sobre todo al pensador.
Pensador en toda la genuina i prolífica extensión del concepto. Su mirada crítica, perspicaz
i segura, no se complace, morbosamente, con la voluptuosidad ingénita de los observadores
superficiales, en hacer pie más o menos detenidamente en la certeza de los hechos, en las
rugosidades de aspectos llamativos de ciertas cosas, sino que tiende constantemente a poner
de manifiesto, en lo que es o puede ser esto posible, lo que se esconde detrás de ese conjunto
de apariencias i puede serle de verdadera utilidad para su alto empeño de mejoramiento
social. Aun predominando en él, en muchas ocasiones, lo intelectual, lo conceptual, sobre lo
afectivo i más sensible de su personalidad, la idea, lo que es más o menos privativo de las
facultades de la inteligencia, sólo le satisface plenamente cuando, mediante un proceso de
depuración lógica, la exhibe desprovista de convencionalismos momentáneos hasta llegar
a contemplarla en toda su desnudez olímpica.
Lo intelectual nunca aprisiona su sensibilidad exquisita al extremo, como en tantos otros
pensadores aquejados de intelectuación excesiva, de descubrir sólo en la vida una mera
sucesión de conceptos o de abstracciones mentales. A la lógica conceptual, de aplicación
imprescindible en infinitos casos, une íntima i armoniosamente la lógica personal, inconfundible,
la lógica de las realidades sensibles que se suceden indefinidamente en nosotros. De
ese modo, por esa vía, enlazando ambos extremos, sin aparente esfuerzo, alcanza siempre
una visión de médula idealista i de mui acentuado valor educativo. Su eticismo, educador
i confortante, resulta siempre, por obra exclusiva de su irradiación personal, amable i mui
humano. Él conoce íntimamente lo estéril de nuestra pretensión de suprimir totalmente
dolorosos aspectos del sufrimiento humano, pero sabe también que en cierta manera podemos
prestar un eficaz concurso en el empeño de atenuar i aun ennoblecer esos torturantes
sufrimientos. Sobre estas sociedades incipientes, en vías de formación, en que cierto impresionismo
mui propio de la edad juvenil tiende a desdeñar el examen crítico de fundamentales
valores humanos, hace descender Rodó, pleno de serena luminosidad, su encendido verbo
de apóstol constriñendo a las almas a conocerse a sí propias, ya que desde cualquier punto
que se considere el problema fundamental del conocimiento, resulta fácil afirmar que la
única realidad posible es la que pensamos i sentimos en nosotros, la que podemos alcanzar
con los medios i recursos de nuestro mundo interior…
El pensamiento fundamental de Rodó, lo he afirmado en otra ocasión i lo repito ahora,
puede condensarse en estas palabras de Motivos de Proteo: “Renovarse, transformarse,
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