Crítica y Arte. Filosofía - Banco de Reservas

COLECCIóN pENSAMIENtO DOMINICANO | Vo l u m e n IV | CRítICA DE LItERAtURA y ARtE. FILOSOFíA
—Nada, hija, es lo cálido
de este bello pueblecito…
Leída la obra ante toda la compañía, entre carcajadas, la mayoría entendió que esa lectura
era una simple fórmula y alguno exclamó:
—¡qué divertido! ¡Lástima que no pueda llevarse a escena…!
—Al contrario, –replicó betances,– la pondremos en escena y será el mayor éxito de la
temporada…
No se equivocó betances. La obra se estrenó a teatro lleno y se repitió más de una vez, cosa
que era excepcional. El público quedó a tal grado contento y regocijado, que una muchedumbre
compacta acompañó al autor hasta la entrada de la casa paterna, y algunas tiradas de versos, entresacadas
de la obra, singularmente la del “amigo remolón”, eran recitadas en calles y plazas.
Mieses y Jiménez, aunque era un ingenuo sin mucha ilustración, no dejó de percatarse
de que nada de aquello podía ser tomado en serio. La lección recibida fue tan elocuente que
Mieses se dedicó al estudio y tres años después dio a la estampa un tomito de versos que,
aunque menos que mediocres, no encerraban puerilidades ni extravagancias.
¿había encontrado acaso su camino de perfección? Esa pregunta estaba llamada a quedar
sin respuesta, porque el autor de Inocente y culpable se incorporó a uno de los movimientos
insurreccionales que hubo en aquel entonces y, mal herido en un combate, falleció a poco
en el hospital militar.
La generación que había surgido con el nuevo siglo inició en 1916 una etapa de brillante
actividad para el teatro. Rafael Damirón estrenó una pieza teatral, Alma criolla, inspirada en
las Criollas de pellerano Castro, y en 1917 llevó a la escena La trova del recuerdo, Tres minutos de
otro tiempo, Cómo cae la balanza y Mientras los otros ríen. Enrique Montano hijo estrenó también
en aquel entonces una comedia bien recibida por un público de amigos: El castigo.
Del elegante poeta Apolinar perdomo subió a escena en 1917 una celebrada comedia
en dos actos, Cuento de amor, que pareció un buen augurio de futuros triunfos. De otra obra
suya, también recibida con aplauso, En la hora del dolor, sólo se publicaron algunas escenas
ese mismo año, pero el autor murió en 1918 sin haber preparado su estreno.
En el propio año de 1917 estrenó otro poeta, Emilio Morel, la comedia en tres actos El trino
errante, a la cual siguieron La copla triste, El domador, El pésame y el juguete Entre nubes.
A esta misma generación y en buena parte a la subsiguiente pertenecen algunos autores
que alcanzaron éxitos favorables y reiterados como Fernando pellerano Amechazurra (1889-
1933), hijo del poeta pellerano Castro y autor de varios dramas y comedias. La única obra
suya publicada fue El más fuerte (1928), vigorosa comedia de proyecciones sociales, inspirada
en la explotación de la caña de azúcar. A sus restantes obras, muy apreciables todas pero
inéditas, corresponden los siguientes títulos: Grandeza efímera, La hoz, En la casa del loco, Los
defensores del pueblo, Un cobarde y varios sainetes.
Otros autores de la misma promoción se han mostrado remisos a imprimir sus obras:
así Julio Vega batlle (n. 1899), autor de La calandria, Cristales rotos, La silla vacía, comedias;
El hombre superior, que presentó como “ensayo de teatro sugerente, dividido en un plan, un
ensayo y una función: La venganza del sol, “drama en dos actos y medio”, y el sainete De
Santo Domingo a Broadway.
A su vez Cristian Lugo (n. 1898) se dedicó a la comedia de costumbres, como Una gira
a Boca Chica, La alegría de la vida, El civilizado y Un hombre.
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