Crítica y Arte. Filosofía - Banco de Reservas

posibles– la declaración de Balaguer de que “fue en la crítica filosófica donde García Godoy
mostró más agudeza”, 13 con el aserto que líneas más adelante nos tropieza según el cual el
aludido autor “jamás logra evadirse, como el metafísico puro, de las realidades de la tierra”, 14
y por ese motivo no acierta a “elevarse con entendimiento verdaderamente ontológico a las
zonas en que reina la filosofía como señora de todo lo que no cabe en el mundo estrechísimo
del conocimiento positivo…” 15 que mentes más lúcidas que la mía intenten concordar los
dos antagónicos pareceres que vengo entre comillas de recoger; que yo, deseándoles éxito,
desisto de semejante empeño.
Ahora bien, quien cure de la verdad no perderá de vista que Joaquín balaguer, pese
a la acerba severidad de ciertas observaciones, no deja de reivindicar los cimeros logros
del novelista: “soltura en la frase, flexibilidad en el lenguaje que se ciñe fácilmente a las
más opuestas situaciones, criterio independiente para juzgar a los hombres y discurrir
sobre las realidades políticas con conocimiento propio, y arte progresivo que principia con
cierta vaguedad en el plan y en el dibujo y llega paulatinamente hasta las líneas fuertes y
limpias de la composición esmerada”; 16 ni tampoco se le queda en el tintero al prologuista
el carácter de “prócer del civismo” de Federico garcía godoy, de quien encarece “la vena
de combatiente dotado de grandes arrestos cívicos, predicador incansable de la libertad
y la justicia, y siempre listo a elevar su voz en momentos de crisis nacional o de zozobra
colectiva”.
En lo atinente a los trabajos de garcía godoy recopilados en esta antología, si bien podría
echar de menos el aficionado a la ensayística de dicho autor bastantes ensayos que la inflexible
vara del compilador resolvió preterir, sería incurrir en desaguisado de lesa inteligencia no
convenir en que los títulos incorporados en las páginas que a humo de pajas estoy con más
ánimo que entendimiento escudriñando, exhiben todos méritos más que suficientes como para
que, mientras la excelencia literaria y el fornido pensar no sean por entero expulsados de la
faz de la tierra, confiemos gozarán del favor de las generaciones venideras.
pleno conocimiento del espíritu humano, de sus angustias, miedos e ilusiones, muestra
el conspicuo escritor cuando explaya –bástenos un solo ejemplo–, en el ensayo cuyo
encabezamiento reza La religión de la humanidad, perspicaz crítica al ceremonial religioso
con el que el positivismo comtiano deseaba sustituir a los credos tradicionales: “Sobre este
planeta, bajel misterioso que surca con vertiginosa rapidez los infinitos océanos estelares
sin saber a donde irá a parar con su carga de seres perpetuamente empeñados en luchas
mezquinas por intereses efímeros, muchas almas, la inmensa mayoría, se abrevan, como
en fuente copiosa y cristalina, en la idea de un más allá, única capaz de fortalecerlas y de
ofrecerles resignación y consuelo para sus continuas decepciones y sus hondos infortunios.
Dejemos a esas almas que sigan creyendo ya que no podemos darles nada más consolador
en cambio. El hombre colectivo no ha alcanzado aun ¡quién sabe si lo alcanzará jamás!, el
alto grado de racionalidad y de energía viril necesarios para aceptar de lleno un orden de
ideas científico del que se excluyan inexorablemente puntos de vista sobrenaturales. Ese
remedio, aplicado inoportunamente, sólo conseguiría, en el estado actual de las sociedades,
acentuar sus divisiones y exacerbar más sus profundas dolencias”. 17
13 Ibídem, p.14.
14 Ibídem, p.15.
15 Ibídem, p.16.
16 Ibídem, p.16.
17 Ibídem, pp.136-137.
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