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Crítica y Arte. Filosofía - Banco de Reservas

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MAx hENRíqUEz UREñA | pANORAMA hIStóRICO DE LA LItERAtURA DOMINICANA - tOMO II<br />

Sus frecuentes arengas políticas provocaban entusiasmo; pero nunca alcanzó triunfo igual<br />

al que le valió su salutación a Máximo gómez, cuando el glorioso soldado, al terminar la<br />

guerra <strong>de</strong> in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> Cuba, volvió a poner la planta en su tierra nativa. En el muelle,<br />

ante la inmensa muchedumbre que acudió a aclamar al héroe, Deschamps, en representación<br />

<strong>de</strong>l gobierno <strong>de</strong> que formaba parte, se alzó sobre su improvisada tribuna:<br />

“La epopeya no había muerto, –dijo. había reclinado, cargada <strong>de</strong> lauros, la cabeza, y dormía<br />

sobre las gloriosas tumbas <strong>de</strong> bolívar y <strong>de</strong> páez. La vía, empero, trazada por Miranda y San<br />

Martín, estaba ahí, cuajada <strong>de</strong> abismos, salpicada <strong>de</strong> cráteres, y cual la espada <strong>de</strong> la leyenda, era<br />

imposible tocarla a quien no sintiera en sí la titánica musculatura <strong>de</strong>l león llanero, o no tuviera<br />

la pujanza <strong>de</strong>l águila que fue <strong>de</strong> cumbre en cumbre tocando dianas gloriosas a lo largo <strong>de</strong> los<br />

An<strong>de</strong>s. De pronto soliviantáronse los pueblos. Sonó el clarín, y brilló el machete al sol. ¡Era que<br />

había <strong>de</strong>spertado la epopeya, que salvó el mar, que saltó, rugiente y trágica, a la faja <strong>de</strong> tierra en<br />

que se habían arremolinado las sombras en <strong>de</strong>rrota, y encendiendo el volcán <strong>de</strong> las batallas, y<br />

haciendo surgir las abnegaciones estupendas, y resucitando con grito formidable los heroísmos<br />

magníficos, y cruzando, a nado, con la espada entre los dientes, el horrible mar <strong>de</strong> sangre que<br />

entre ella y el triunfo arrojó, <strong>de</strong>sesperada, la insensatez <strong>de</strong>l error, transpuso el monte, llenó el<br />

valle; y cerró con el mágico buril <strong>de</strong> la victoria, el fulgurante ciclo heroico <strong>de</strong>l continente libre!<br />

“¡tú, oh paladín, eres la resurrección <strong>de</strong> la epopeya! ¡Ave, hatuey! Al sentirse hollada<br />

por ti, se estremece <strong>de</strong> júbilo tu tierra. Acepta, héroe, sus viriles y ruidosos entusiasmos.<br />

“¡Al saludarte, al festejarte, al glorificarte, orgullosa y altiva, el alma <strong>de</strong> la patria saluda<br />

y festeja y glorifica en ti el hondo sentimiento <strong>de</strong>l heroísmo y <strong>de</strong> la gloria; saluda y festeja<br />

y glorifica a Cuba, libre, al término <strong>de</strong> sus espantosas décadas sangrientas; festeja y saluda<br />

y glorifica la radiosa trinidad que ha <strong>de</strong> alzarse, triunfadora, en el rebel<strong>de</strong> piélago Caribe;<br />

saluda y festeja y glorifica, por último, a América, arrojando intrépida, la carga <strong>de</strong> sus épicos<br />

dolores y <strong>de</strong> sus nefandas servidumbres, y encarándose a los siglos, sin amos, libre, heroica,<br />

próspera, ubérrima, íntegra y gloriosa!”.<br />

Años <strong>de</strong>spués, en el segundo y efímero gobierno <strong>de</strong> Woss y gil, Deschamps fue llamado a<br />

ocupar la Vicepresi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> la República. Erró al aceptar esa combinación política. No cabía<br />

él en un gobierno que no persiguiera las altas i<strong>de</strong>alida<strong>de</strong>s que tan tesoneramente <strong>de</strong>fendió<br />

con su verbo y con su pluma. Decepcionado, se embarcó cuando vio que la revolución era<br />

inevitable y que sobraban motivos para justificarla. Después <strong>de</strong> vagar algún tiempo por<br />

playas extranjeras, regresó al país y se mantuvo alejado <strong>de</strong> las activida<strong>de</strong>s políticas, salvo<br />

cuando en 1914 tomó parte en la breve campaña electoral que llevó por segunda vez a la<br />

presi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> la República a Juan Isidro Jimenes.<br />

Observaba, eso sí, con creciente inquietud, la marcha <strong>de</strong>l país, sumido en discordias<br />

inacabables, mientras sobre la integridad <strong>de</strong> su soberanía se cernían sombrías amenazas. Más<br />

<strong>de</strong> una vez pensó que su verbo podía galvanizar la conciencia pública <strong>de</strong>sorientada, y se le<br />

vio aparecer en la tribuna, en memorables ocasiones. Así cuando en 1915 recibió el encargo<br />

<strong>de</strong> dar la bienvenida a José <strong>de</strong> Diego, lí<strong>de</strong>r <strong>de</strong> la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> puerto Rico:<br />

“Llegas a esta tierra, –díjole–, cuando soplan sobre nosotros rachas furiosas <strong>de</strong> huracán…<br />

Como si <strong>de</strong> nada les valieran a los hombres los latigazos <strong>de</strong>l <strong>de</strong>stino; como si hubiéramos <strong>de</strong><br />

ser perpetua presa <strong>de</strong> <strong>de</strong>satentada y <strong>de</strong> irremediable insensatez; como si <strong>de</strong> la acción a la vida y<br />

<strong>de</strong> la reacción a la catástrofe no <strong>de</strong>rivaran los hombres otra cosa que el <strong>de</strong>sparpajo <strong>de</strong>l cinismo<br />

y la <strong>de</strong>spreocupación <strong>de</strong> la inconsciencia, en el instante en que huellas este suelo sintiendo<br />

estamos todos como que asistimos, consternados, al agonizar <strong>de</strong> la República…”.<br />

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