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Crítica y Arte. Filosofía - Banco de Reservas

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COLECCIóN pENSAMIENtO DOMINICANO | Vo l u m e n IV | CRítICA DE LItERAtURA y ARtE. FILOSOFíA<br />

ser cubanos), siempre he ben<strong>de</strong>cido con exclamaciones <strong>de</strong> gratitud el aliento embalsamado<br />

que respiran esas tierras.<br />

Embalsamado es un adjetivo sensual: el aliento <strong>de</strong> esas tierras es virginal. Exactamente lo<br />

mismo que embriagan las exhalaciones <strong>de</strong> la virginidad sexual, así las <strong>de</strong> aquellas tierras<br />

siempre vírgenes: ni el sentimiento, ni la imaginación, ni los instintos se sustraen, en el primer<br />

caso, a la embriaguez; no los sentidos, no la fantasía, no la afectividad, en el segundo:<br />

mezcla en ambos, <strong>de</strong> solicitaciones materiales y morales <strong>de</strong> <strong>de</strong>liquio, en ambos es idéntico<br />

el efecto. Somos sentidos, y tenemos el sentido exterior <strong>de</strong> las emanaciones incontaminadas;<br />

somos conciencia, y tenemos el sentido íntimo <strong>de</strong> la pureza inmaculada. Nos aproximamos<br />

a una <strong>de</strong> aquellas tierras; se baña en su perfume sin olor toda la atmósfera, y a la vez que<br />

los pulmones se <strong>de</strong>leitan, el ánimo se enajena <strong>de</strong> alegría.<br />

Deleitando mis pulmones, enajenando <strong>de</strong> alegría mi ánimo, complaciendo mis sentidos,<br />

reconfortando mi organismo, avivando mis faculta<strong>de</strong>s, la brisa bienhechora <strong>de</strong> las Antillas<br />

aquietó en aquella alborada venturosa las impaciencias <strong>de</strong> la espera, y pu<strong>de</strong> esperar la aparición<br />

<strong>de</strong>l sol y <strong>de</strong> la tierra.<br />

Una por una se apagaron <strong>de</strong>spacio las luces compañeras <strong>de</strong> la noche; se había borrado<br />

la huella centelleante <strong>de</strong> la vía láctea; iba sustituyendo un azul transparente al azul impenetrable<br />

<strong>de</strong> las noches antillanas; el horizonte oriental empezaba a ser visible; repentinamente<br />

<strong>de</strong>jaban <strong>de</strong> serlo hacia occi<strong>de</strong>nte las estrellas <strong>de</strong> primera magnitud, y ya no quedaba en la<br />

bóveda celeste otra luz que la azul <strong>de</strong>l primero y último lucero, cuando el traslúcido horizonte<br />

<strong>de</strong>l oriente trasmitió los ardientes colores <strong>de</strong> la aurora, y todo se coloró en el firmamento y<br />

en el mar.<br />

En el límite oriental <strong>de</strong>l firmamento estaba el sol; en el límite occi<strong>de</strong>ntal <strong>de</strong>l mar apareció<br />

una isla. El sol era el que ilumina a las Antillas: la Antilla que iluminaba era quisqueya.<br />

Fue la segunda que <strong>de</strong>scubrió Colón y es la segunda en superficie; fue la primera que<br />

España colonizó y es la primera que ha perdido; el amor <strong>de</strong> sus hijos primeros la dividía con<br />

dos nombres líricos –Haití, Quisqueya–, en dos porciones igualmente queridas; y el odio <strong>de</strong><br />

sus torpes conquistadores la ha dividido en dos secciones igualmente dramáticas. La una <strong>de</strong><br />

esas secciones se llama Santo Domingo, el santo <strong>de</strong> las hogueras <strong>de</strong> carne humana, siniestro<br />

emblema <strong>de</strong> la colonización <strong>de</strong> España: la otra sección conserva uno <strong>de</strong> los nombres primitivos,<br />

el <strong>de</strong> haití, y el recuerdo <strong>de</strong> la barbarie primitiva <strong>de</strong> los conquistadores franceses. Santo<br />

Domingo es la sección oriental <strong>de</strong> la Isla; haití la occi<strong>de</strong>ntal. El drama <strong>de</strong> la una empezó<br />

el día mismo <strong>de</strong>l <strong>de</strong>scubrimiento, continuó <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el primer momento <strong>de</strong> la colonización,<br />

continúa aún: primero, el indígena engañado y <strong>de</strong>strozado; <strong>de</strong>spués, los colonos <strong>de</strong>soídos<br />

y enjaulados en las rejas <strong>de</strong>l <strong>de</strong>spotismo colonial, todavía la herencia maldita, la mal<strong>de</strong>cida<br />

herencia <strong>de</strong>l coloniaje esclavizador, embrutecedor y corruptor. El drama <strong>de</strong> la otra sección<br />

empezó con Anacaona esclavizada, envilecida y ahorcada; continuó en la lucha <strong>de</strong> los usurpadores<br />

franceses contra los usurpadores españoles, y culminó en el horrendo, pero en el<br />

legítimo, en el justo, en el heroico predominio <strong>de</strong> esclavos contra amos.<br />

Infortunada ha sido la Isla; pero ha sido fuerte: la han malogrado; pero se ha vengado:<br />

la han obligado a tener una historia trágica; pero ella ha sabido hacer que la justicia sea la<br />

sangrienta moral <strong>de</strong> su tragedia. Con los dominicanos arroja dos veces <strong>de</strong> su seno a España<br />

injusta: con los haitianos aniquila para siempre la esclavitud inicua.<br />

Muchos dolores ha sufrido, y muchos tendrá que sufrir la pobre Isla; pero mientras haya<br />

una razón diferente a la verdad, y una conciencia indiferente a todo, menos a la justicia, no<br />

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