Crítica y Arte. Filosofía - Banco de Reservas

COLECCIóN pENSAMIENtO DOMINICANO | Vo l u m e n IV | CRítICA DE LItERAtURA y ARtE. FILOSOFíA
días laborables como los festivos. trataba de los asuntos públicos y al mismo tiempo contaba
entre sus colaboradores a dos compañeros de penson en la sociedad Amigos del País; pablo
pumarol y Francisco henríquez y Carvajal, y alguna vez colaboró también en sus páginas
Eugenio María de hostos. El Telegrama duró algo menos de cinco meses, pues dejó de ver la
luz pública el último día de ese mismo año. En 1882 penson decidió perseverar en el mismo
empeño, aunque cambiando el nombre de la publicación: fundó El Diario del Ozama, que sólo
dejaba de publicarse el día siguiente al de fiesta, y que también tuvo vida breve. No era esa la
primera decepción de penson como periodista: en 1875 dirigió La Idea, órgano de una de las
tantas sociedades animadas del espíritu de progreso que florecían en aquella época: la de Los
Amigos del Adelanto. A pesar de la vida precaria que tuvieron El Telegrama y El Correo del Ozama,
penson dejó sentadas las bases del diarismo dominicano, que no tardó en existir de manera
estable: en 1885 se convirtió en diario El Eco de la Opinión, y en 1889 apareció el primer número
del Listín Diario, que Arturo J. pellerano Alfau y Julián Atiles iniciaron como hoja informativa
del movimiento del puerto y se convirtió después en vocero del espíritu público.
El Eco de la Opinión fue fundado por Francisco gregorio billini en 1879, se convirtió en
diario en 1885 y así continuó un tiempo hasta que volvió a ver la luz una o dos veces por
semana. Subsistió hasta 1899, pues aunque billini murió en 1898, el periódico continuó un
año más bajo la dirección de Juan Elías Moscoso hijo. Cuadrábale bien el nombre, porque por
la autoridad moral de su director y sus colaboradores era órgano prestigioso de la opinión
sensata del país.
billini fue elegido para ocupar la presidencia de la República en 1884. Inició su gestión
con una amplia amnistía política que solicitó y obtuvo del Congreso; dio preferente atención
a la enseñanza; creó el servicio de maestros ambulantes en las regiones menos pobladas;
brindó estímulo a la agricultura; dictó medidas para proteger la conservación de la riqueza
forestal; y amparó resueltamente la libertad de la prensa, como era dable esperar de un
periodista sinceramente convencido de la importancia de su misión.
Su propósito de respetar la libertad de la prensa le hizo tropezar con los primeros escollos
en el ejercicio del mando. Un día se le presentó un caudillo amigo, avezado en luchas
y conspiraciones, y se quejó de que su presidente fuera tan blandito con la prensa, cuyos
ataques eran continuos. “¡Ay, mi querido general! –contestóle billini con acento de impotencia–
¡Si la prensa es el cuarto poder del Estado!”, como diciéndole: nada puedo hacer
contra su autoridad incontrastable. La presión ejercida sobre billini para hacerlo abandonar
los procedimientos liberales dio, al cabo de unos meses, este resultado: el quince de mayo
de 1885 billini presentó la renuncia de su alto cargo, del cual hizo entrega el día diez y seis
al Vice-presidente Woss y gil. Su renuncia es un documento de altura:
“Cuando subí las gradas del solio, –declaró–, para regir los destinos de la patria, aunque
pisé con firme planta hasta su último escalón, desconfié de mi gloria; porque traía el
deseo de hacer mucho en bien de la República. hoy, habiendo hecho muy poco, dadas las
circunstancias, me parece que este descenso me enaltece: desciende mi personalidad, vana
y efímera, para elevarse la República, grande e inmortal. Creo dar un ejemplo resignando
el mando espontáneamente, y eclipsándome en las sombras del hogar, sin mezquinas aspiraciones
para el porvenir”.
“podré aparecer ante todos bajando; pero yo siento que estoy de pie sobre la cumbre!”.
Al día siguiente, reintegrado al sosiego de su hogar, solicitaba de un amigo un préstamo
de diez pesos, porque no había en su casa para la compra del mercado.
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