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MAx hENRíqUEz UREñA | pANORAMA hIStóRICO DE LA LItERAtURA DOMINICANA - tOMO I
(que fue traducido al francés, mientras el cortejo fúnebre se encaminaba al cementerio, por
el profesor Chevremont d’Albigny), escribió otros dos con ocasión del terremoto del siete de
mayo de 1842, catástrofe que dio tema para no pocas manifestaciones de la poesía popular,
como ésta:
El día siete de mayo
del año cuarenta y dos
pedían todos de rodillas:
¡Misericordia, Señor!
Muchos versificadores conocidos escribieron también versos inspirados por el terremoto:
Marcos Cabral y Aybar, Ana de Osorio y el venezolano Juan José Illas (1802-1880), que dio
al público una Elegía tan extensa como desmedrada, pues el estro de Illas era pobre de entonación
y pecaba del falso retoricismo. 171 Desde Cuba, Javier Angulo guridi aludió también
al terremoto en su poesía Esperanza.
En los años que precedieron al grito de independencia menudearon los pasquines callejeros
y las hojas políticas manuscritas, entre las cuales se cuentan las que hacía circular
contra la opresión haitiana, a veces en forma de décimas y coplas, José María Serra (1819-
1888) con la firma El Dominicano Español. Los partidarios del régimen haitiano solían ir por
las noches, en son de serenata y con la tolerancia habitual de la policía, a entonar cantaletas,
o canciones de burla y escarnio, a la puerta de los dominicanos que no se avenían con esa
situación de vasallaje, entre ellos el sabio maestro Juan Vicente Moscoso. Al igual que esas
cantaletas, y a veces como réplica indirecta a las mismas, circulaban de boca en boca décimas
y coplas contra los defensores del régimen. Entre esas manifestaciones satíricas alcanzó enorme
popularidad y provocó múltiples comentarios la siguiente décima, que iba enderezada
contra Manuel Joaquín del Monte, y andando el tiempo se supo que había sido compuesta
por Ramón hernández Chávez:
Del monte en la oscuridad
se oculta el tigre feroz
y su condición atroz
sacia con impunidad.
Allí su horrible maldad
ejerce ya sin temor,
saboreando con dulzor
la víctima que divide,
pero es preciso no olvide
que no falta un cazador.
El público atribuyó la décima al presbítero gaspar hernández (1798-1858), sacerdote
limeño que residía en Santo Domingo más o menos desde 1836, y era manifiestamente
opuesto al régimen haitiano, aunque no abogaba en favor de la independencia sino del
retorno al coloniaje español. El padre gaspar hernández fue mentor de buena parte de la
171La Elegía de Illas se publicó en folleto en 1842. Una segunda edición, de la imprenta de garcía hermanos,
circuló en 1872.
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