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MAx hENRíqUEz UREñA | pANORAMA hIStóRICO DE LA LItERAtURA DOMINICANA - tOMO I
1834. Otros sacerdotes se sumaron a la causa de los trinitarios: en Santiago, Domingo Antonio
Solano († 1862); en La Vega, José Eugenio Espinosa (1798-1882); en San Francisco de
Macorís, Salvador de peña († 1844) y después el catalán Francisco Roca y Castañer (1811?-
1873), que había abrazado esa tendencia, al igual que su hermano el general Esteban Roca;
en puerto plata, Manuel gonzález Regalado (1793-1867); en Neiba, donde estuvo durante
largos años hasta poco antes de la lucha separatista, José Santiago Díaz de peña (1795-1854);
en baní, Andrés Rosón; en San Cristóbal, Juan de Jesús Ayala (1789-1877); en Monte plata y
boyá, Manuel gonzález bernal (1797-1862)); en el Seybo, Julián de Aponte (1786-1845); y en
Samaná, Antonio gutiérrez. Siete de estos sacerdotes que alentaron con sus prédicas el celo
patriótico de los dominicanos –como lo alentaba también el doctor tomás de portes e Infante,
encargado del gobierno eclesiástico–, figuraron después en el Congreso Constituyente que
dictó en San Cristóbal el seis de noviembre de 1844 la primera Constitución política de la
República independiente: Julián de Aponte, Juan de Jesús Ayala, Manuel gonzález bernal,
Antonio gutiérrez, José Santiago Díaz de peña, Andrés Rosón y Domingo Antonio Solano.
Al padre Rosón correspondió conmemorar en un discurso muy celebrado, que pronunció
en baní, el primer aniversario de la Constitución.
La independencia dominicana fue proclamada en la noche del 27 de febrero de 1844. En
ausencia de Duarte, que para preservar su vida, perseguido activamente por mandato del
nuevo presidente de haití, general Charles hérard Riviere, había escapado ocultamente al
extranjero en unión de Juan Isidro pérez y pedro Alejandrino pina, el movimiento emancipador
quedó bajo la dirección de Francisco del Rosario Sánchez y Ramón Mella, que alcanzaron
el éxito deseado en la arriesgada empresa, pues la ciudad de Santo Domingo capituló antes
de transcurrir cuarenta y ocho horas de iniciado el pronunciamiento.
Fue un trinitario, Félix María del Monte, que entonces contaba veinticinco años, quien
escribió horas después con el nombre de Canción dominicana el primer himno de guerra
dominicano, al cual puso música otro copartícipe del movimiento y antiguo socio de La
Filantrópica, Juan bautista Alfonseca (1810-1875):
¡Al arma, españoles!
¡Volad a la lid!
tomad por divisa:
¡Vencer o morir! 174
Resalta en ese himno la siguiente estrofa, llena de elegante arrogancia:
Sepa el mundo que a nombres odiosos
acreedores jamás nos hicimos,
y que siempre que gloria quisimos
nuestro carro la gloria arrastró.
No fue ese el único canto de guerra escrito al margen de los acontecimientos. Duarte
compuso otro himno bélico, lleno de viriles exhortaciones:
174 Los haitianos llamaban “españoles” a los nativos de Santo Domingo. Del Monte se valió de igual denominación,
que patentizaba una diferencia de origen, sin que con ello quisiera significar un anhelo de reincorporación a la
nación descubridora y colonizadora. Más tarde cambió la voz “españoles”, por la de “patriotas”, pero el himno ya
estaba grabado en la memoria del pueblo en su primitiva forma.
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