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Crítica y Arte. Filosofía - Banco de Reservas

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COLECCIóN pENSAMIENtO DOMINICANO | Vo l u m e n IV | CRítICA DE LItERAtURA y ARtE. FILOSOFíA<br />

<strong>de</strong> una nueva revuelta le induce a <strong>de</strong>jar el país. Retorna en 1879, y no tarda en presenciar la<br />

revolución que <strong>de</strong>rrocó al presi<strong>de</strong>nte guillermo. Durante la presi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> Meriño, <strong>de</strong> 1880<br />

a 1882, en los primeros tiempos <strong>de</strong> la Normal, tampoco hay paz, sino a costa <strong>de</strong> lamentables<br />

fusilamientos. Nueva revolución. Meriño recurre a la dictadura como triste remedio a males<br />

peores; dicta el funesto <strong>de</strong>creto <strong>de</strong> San Fernando; combate la frustrada expedición militar <strong>de</strong><br />

Cesáreo guillermo, que termina en cadalsos y proscripciones. En el período presi<strong>de</strong>ncial <strong>de</strong><br />

Woss y gil, <strong>de</strong> 1884 a 1886, hay dos revoluciones. Al año siguiente se entronizaba la férrea y<br />

larga dictadura <strong>de</strong> Ulises heureaux, y poco antes <strong>de</strong> ausentarse para Chile, en 1888, había otra<br />

revolución que, como siempre, terminaba con regueros <strong>de</strong> sangre, <strong>de</strong>scrédito y miseria.<br />

A su regreso a la República, en 1900, tampoco hallaría el Maestro la ansiada paz. Acababa<br />

<strong>de</strong> llegar cuando conmovieron el país la “cuestión domínico-francesa”, el alzamiento<br />

<strong>de</strong> perico pepín en Santiago, y luego el brote revolucionario <strong>de</strong> San Francisco <strong>de</strong> Macorís.<br />

En 1901 ocurrieron otros sucesos que alteraron la paz: los conatos revolucionarios en el<br />

Cibao y en el Sur; la sublevación <strong>de</strong> La Vega; el alarmante inci<strong>de</strong>nte domínico-haitiano <strong>de</strong><br />

pitobet, que tuvo sus consiguientes consecuencias; los apasionantes <strong>de</strong>bates <strong>de</strong>l problema<br />

económico <strong>de</strong> la Improvement; y, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> todo esto, el recru<strong>de</strong>cimiento <strong>de</strong> las luchas <strong>de</strong>l<br />

ultramontanismo y la incomprensión contra las i<strong>de</strong>as y los proyectos <strong>de</strong> reforma <strong>de</strong> hostos.<br />

En 1902, otra revolución, la <strong>de</strong>l 26 <strong>de</strong> abril; caída <strong>de</strong>l presi<strong>de</strong>nte Jimenes; surgen las ban<strong>de</strong>rías<br />

políticas <strong>de</strong> bolos y colúos, y el presi<strong>de</strong>nte Vásquez tiene que enfrentársele a la revolución<br />

<strong>de</strong> la Línea o <strong>de</strong> los ocho meses. La inaudita cuartelada <strong>de</strong>l 23 <strong>de</strong> marzo <strong>de</strong> 1903, que rebosó<br />

todavía más <strong>de</strong> amargura el corazón <strong>de</strong> hostos, fue la última vergüenza que presenciara.<br />

pocos meses <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>scansaba <strong>de</strong> tan tristes espectáculos.<br />

para luchar en medio semejante, hostos había <strong>de</strong> ser, como lo fue, según la justa expresión<br />

<strong>de</strong> Don Félix E. Mejía,<br />

Nilo potente y caudaloso, arteria que se salía <strong>de</strong> madre en frecuentes y dilatadas avenidas por<br />

todo el valle <strong>de</strong>l país, y al empuje <strong>de</strong> su masa pugnaba con penoso esfuerzo por arrancarle abrojos<br />

y zarzales y <strong>de</strong>jarle en el limo las simientes.<br />

No pue<strong>de</strong> negarse que hostos contó, en Santo Domingo, con elementos fervorosamente<br />

propicios a su reforma y noblemente adictos a su persona, como lo fueron gregorio Luperón,<br />

Segundo Imbert, Eliseo grullón, Salomé Ureña <strong>de</strong> henríquez, Fe<strong>de</strong>rico y Francisco henríquez<br />

y Carvajal, Francisco José peynado, J. Arismendi Robiou, y tantos otros; nunca fue tan<br />

amado ni en parte alguna se venera tanto su memoria; ni tuvo jamás, como aquí, tal legión <strong>de</strong><br />

discípulos, “hijos <strong>de</strong> su alma”, que le amasen con tan filial cariño: muchos le llamaban padre;<br />

a muchos él llamaba hijos.* Si la fuerza <strong>de</strong> ese núcleo no tuvo la persistencia ni la vitalidad<br />

<strong>de</strong> los elementos que se le opusieron, hasta ese mal tuvo su indiscutible parte <strong>de</strong> bien: fue el<br />

valladar, la hostilidad que en vez <strong>de</strong> anonadarle le hizo más alto y más fecundo.**<br />

Ese estado <strong>de</strong> relativa oposición a la evolución <strong>de</strong> la cultura, no era privativo <strong>de</strong> Santo<br />

Domingo. ya, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> muchos años antes y en país secularmente civilizado, bacón señalaba los<br />

*Del paternal amor <strong>de</strong> Hostos a sus discípulos hay elocuentes manifestaciones en sus cartas y artículos, especialmente<br />

en las páginas que escribió con motivo <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> los normalistas Eduardo Carreras y José María Alejandro<br />

pichardo. V. en el vol. I, pp.99 y 199.<br />

**Era tal la autoridad <strong>de</strong> que gozaba aquí la palabra <strong>de</strong>l Maestro, que el historiador nacional D. José Gabriel<br />

garcía <strong>de</strong>cía, en una nota inédita, que conservamos, lo siguiente: "¿por qué no será un extranjero quien se <strong>de</strong>dique a<br />

escribir sobre las cosas <strong>de</strong> esta tierra, para que sus trabajos merecieran más crédito y fueran más honrados? ¡hostos<br />

<strong>de</strong>bió ser el historiador dominicano!".<br />

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