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Crítica y Arte. Filosofía - Banco de Reservas

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COLECCIóN pENSAMIENtO DOMINICANO | Vo l u m e n IV | CRítICA DE LItERAtURA y ARtE. FILOSOFíA<br />

recóndita, pero por lo mismo, qué viva, qué activa, qué ardiente simpatía la que se siente<br />

por aquellos dos árboles tenaces, extranjero el uno, indígena el otro, una acacia flamígera<br />

<strong>de</strong> Australia (flamboyant) el uno, una palmera el otro, que, no queriendo resignarse a la<br />

oscuridad en que ya duerme la floresta, se mantienen enhiestos, y altivos, resueltos, dominantes,<br />

tien<strong>de</strong> el uno su intrincada copa por encima <strong>de</strong> las copas caídas <strong>de</strong> los árboles<br />

dormidos, y el otro presenta <strong>de</strong> relieve, resultando sobre el fondo sombrío <strong>de</strong> la floresta,<br />

su fulgurante copa, su ramaje vibrante, como una estrella ver<strong>de</strong> en el fondo tenebroso<br />

<strong>de</strong> la noche negra.<br />

Pero la zona florestal no es todo en el apacible pueblo <strong>de</strong> San Cristóbal. En realidad, la<br />

floresta no es más que una muralla vegetal en la in<strong>de</strong>fensa población. El caserío compacto<br />

en la calle principal, bastante compacto en otras dos calles paralelas a la primera, <strong>de</strong>liciosamente<br />

diseminado en las calles que van <strong>de</strong> oriente a occi<strong>de</strong>nte, rústico y primitivo en<br />

todas ellas, <strong>de</strong> ceniciento color, como el <strong>de</strong> la corteza y las hojas secas <strong>de</strong> la palma con que<br />

se construyen los bohíos, en poquísimos puntos pintados <strong>de</strong> rojo y azul: aquellas calles <strong>de</strong><br />

grama, en que la vista reposa complacida: aquella pra<strong>de</strong>ra circunstante, por don<strong>de</strong> libremente<br />

y a todas horas guían sus parvadas las aves domésticas; y triscan los cabritillos y<br />

balan las ovejillas y pacen relinchando los caballos y pastan mugiendo con su conmovedor<br />

mugido las vacas nunca tranquilas sino al lado <strong>de</strong> su prole: aquella iglesita mo<strong>de</strong>sta, obra<br />

pía <strong>de</strong> un excelente sacerdote que pasó medio siglo en la práctica silenciosa <strong>de</strong> las virtu<strong>de</strong>s<br />

evangélicas: aquel cementerio cuyo recinto <strong>de</strong> cal y canto amuralla el recuerdo <strong>de</strong> tantas<br />

existencias que se <strong>de</strong>slizaren sesgadamente como el Nigua tranquilo en el lugar en don<strong>de</strong><br />

me baño: esa misma corriente <strong>de</strong>liciosa <strong>de</strong>l Nigua: el mercado que cada domingo es una<br />

feria, todo eso junto es el pueblo. pero el pueblo tiene componentes mejores que todo eso,<br />

y son sus moradores.<br />

¡La buena gente, la sencilla gente aquella! Cerrando los ojos para prescindir <strong>de</strong> un cambio<br />

etnológico, muchas veces me ha parecido que aquel era un aduar <strong>de</strong> la gente primitiva <strong>de</strong>l país.<br />

Son hospitalarios como indígenas; serviciales, como aquellos generosos señores <strong>de</strong> la tierra, a<br />

quienes el Descubridor <strong>de</strong>bió las pocas bonda<strong>de</strong>s que recompensaron su heroísmo.<br />

Allí, entre aquella buena gente, sonriendo con sus sencilleces, encaminando sus inocentes<br />

malicias por la vía recta <strong>de</strong>l <strong>de</strong>recho, estimulando sus excelentes ten<strong>de</strong>ncias, induciéndola<br />

a mejor utilizar su pon<strong>de</strong>rable actividad, vivir sería tal vez sacrificar <strong>de</strong>masiado en las aras<br />

<strong>de</strong> la poesía bucólica; pero veranear será siempre un encanto.<br />

¡y pensar que un día vendrá el ferrocarril a disipar el dulce encanto!…<br />

¡Y pensar que yo mismo he solicitado ese ferrocarril, y mártir <strong>de</strong>l progreso, prefiriéndolo<br />

a mi dulce idilio, volveré a solicitar el bien <strong>de</strong> todos que acabará con el <strong>de</strong> los pocos que<br />

conocemos las dulzuras <strong>de</strong>l rincón <strong>de</strong> San Cristóbal!…<br />

bien lo pensaba yo: los puntos suspensivos son suspiros.<br />

Baní<br />

baní ¿es notable por su aspecto físico? yo no lo sé. Oigo hablar <strong>de</strong>l “valle encantador”, <strong>de</strong><br />

la alfombra <strong>de</strong> abrojos <strong>de</strong>liciosos que encanta la vista en primavera, <strong>de</strong> las perspectivas que<br />

<strong>de</strong>scubre el “Cucurucho” pintoresco, <strong>de</strong> los contornos risueños y apacibles que se ocultan<br />

para ser más atractivos, en las sinuosida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l baní refrigerante, pero yo no he visto en baní<br />

más que a la gente <strong>de</strong> baní. En ella resi<strong>de</strong> toda la fuerza <strong>de</strong> atracción que ejerce el pueblo,<br />

y <strong>de</strong> ella es el milagro <strong>de</strong> transfiguración que se opera en el viajero hastiado, tan pronto<br />

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