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MAx hENRíqUEz UREñA | pANORAMA hIStóRICO DE LA LItERAtURA DOMINICANA - tOMO II
desarraigado hispanoamericano en que fue pródigo el siglo xIx: el trasplantado a parís, que
ya no concibe el disfrute de la vida más que en parís.
Al cabo, en 1901, hubo de abandonar aquella vida encantadora y vertiginosa. Su fortuna
se había esfumado y, lo que es peor, su salud también. ya era una ruina: la parálisis lo tenía
uncido a una silla de ruedas. Se mantuvo jovial y sereno ante la desgracia: había vivido
como él quería, y eso le bastaba. Vida de salón, de charla insustancial y de genuflexiones
galantes, pero esa era la que mejor se avenía con sus ilusiones de abate versallesco del siglo
XVIII. El recuerdo de aquellas horas lejanas dulcificaba sus padecimientos. A veces, rodeado
de amigos que acudían a disfrutar de su agradable conversación, requería la guitarra,
vieja compañera de pasados triunfos y aventuras, y ejecutaba con innegable destreza algún
fragmento de buena música: a veces trechos de ópera, a veces un nocturno de Chopin o una
melodía de Massenet. “¿Verdad que aún soy dueño de una virtuosidad rara?”, preguntaba
después, sonriendo con aquella vanidad pueril que nunca lo abandonó.
Recogió en 1902 sus mejores artículos, junto con algunas biografías de personajes célebres,
para formar un volumen. Esa fue su despedida: murió tres años después, todavía
tocando su guitarra.
Federico henríquez y Carvajal (1848-1951) se inició muy joven aún en el periodismo.
también, desde su primera juventud, se distinguió como orador. Dirigió en 1874 La Opinión,
órgano de la sociedad La Juventud, y fue colaborador asiduo de otros muchos periódicos.
Fundó en 1881 un periódico doctrinario, El Mensajero, que subsistió hasta 1890, año en que
un comentario desfavorable a la política económica del gobierno “dio con El Mensajero en
tierra y con su director en la cárcel”. Cuando, pasados unos meses, henríquez y Carvajal
recobró la libertad, El Mensajero se despidió del estadio de la prensa. Apareció algún tiempo
después la revista quincenal Letras y Ciencias, que fundó henríquez y Carvajal asociando en
la dirección el nombre de su hermano Francisco, hasta que concluyó el régimen de heureaux
en 1899. Reapareció entonces El Mensajero, pero esta segunda etapa duró apenas un año. De
1910 a 1913 dirigió henríquez y Carvajal la revista Ateneo, órgano del Ateneo Dominicano. y
todavía en su ancianidad dirigió durante once años, de 1933 a 1944, la revista Clío, órgano
de la Academia Dominicana de la historia, cuya presidencia desempeñó durante el mismo
espacio de tiempo, renunciándola al cumplir los noventa y seis años de edad.
A lo largo de su vida, Federico henríquez y Carvajal, maestro de varias generaciones,
presidió las más prestigiosas instituciones de cultura del país, ejerció la abogacía y dictó cátedras
en el Instituto profesional y después en la Universidad de la cual fue Rector. Aunque
nunca se dedicó a la política activa, fue legislador en sus años mozos. ya en edad provecta
presidió durante varios años la Suprema Corte de Justicia, cargo que renunció en 1916 para
ir a desempeñar en el gobierno de su hermano Francisco la cartera de Interior y policía,
después de haber presentado la Declinatoria de su elección a la presidencia provisional de
la República. Cuando su nombre fue propuesto para tan elevado cargo, sintetizó su credo
político en esta frase: “Creo en Dios mientras haya patria y en la patria mientras haya ciudadanos…”.
Sobrevino la ocupación militar del territorio dominicano por fuerzas de los Estados
Unidos de América, y Federico henríquez y Carvajal, formando parte de la Comisión Nacionalista
Dominicana, cuyo objeto era obtener la reintegración de la soberanía nacional,
visitó la América del Sur, en unión de su sobrino Max henríquez Ureña, pronunciando en
esa gira algunos de sus más notables discursos y conferencias. Como habitualmente sus
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