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EMILIO RODRígUEz DEMORIzI | MúSICA y bAILE EN SANtO DOMINgO
El fandango es conocido en toda la América. En buenos Aires da lugar a una ruidosa
controversia, en 1752, entre las autoridades civiles y eclesiásticas; y en el Ecuador repugna a
la gente puntillosa, como lo dice Coleti en Quito colonial, siglo XVIII: “hay un baile infame…
se llama el fandango, diversión de gente baja, a la que conduce a tales excesos de brutalidad,
que sólo recordarlo da espanto”.*
El ilustre político y escritor Moreau de Saint-Mery, quien estuvo en Santo Domingo en
1783, también habla del fandango en su Descripción de la parte española de Santo Domingo. Dice
–refiriéndose a los nativos de la Isla– que comenzaban a ser llamados dominicanos:
Los españoles bailan, pero a la moda morisca, acompañados de una guitarra… o simplemente
con el sonido de una calabaza o maraca que agitan… hay también lugares donde se ha introducido
una moda que desdice mucho de las buenas costumbres y la decencia. Me refiero a un bailecito
llamado fandango, en el que una joven, casi siempre bonita, comienza a bailar en medio de
un corro de espectadores que le arrojan sucesivamente sus sombreros a los pies. Ella los recoge,
los coloca en la cabeza, bajo los brazos, o forma con ellos un montón en el suelo. Al concluir el
baile, la joven va a devolver cada sombrero y a recibir del respectivo dueño una mezquina retribución,
cuya cuantía la fija el uso, y que es descortés rehusar o insultante si se exceden.
En una curiosa Relación, inédita, del padre Juan puigvert, Cura del Cotuí en 1836, se
refiere al fandango:
Hay una costumbre muy antigua de hacer en estos días –de fiestas de Nuestra Señora de la
Concepción– un baile, o sea fandango, conocido con nombre de sortija, el que toman a su cargo
regularmente las mujeres: su objeto es reunir algunas limosnas para costear la celebración del día
principal. A este fin ponen una mesa con queso, dulces, una especie de horchata criolla y también
algunos licores, destinados para los concurrentes, que dejan en el plato un tanto señalado, como
dicen ellos, por limosna… No puedo decir que se cometan en estos días abusos o vicios que
deban corregirse, si bien es verdad que como en todas las diversiones de entre año no faltan una
que otra vez pleito y disturbio desagradables a causa de la inmoderación de las bebidas.
Los bailes de los negros estaban rigurosamente reglamentados en el Código Negro para la
Isla de Santo Domingo, de 1784, cuyas disposiciones resultan hoy bien curiosas:
prohibimos… bajo las más severas penas las nocturnas y clandestinas concurrencias que suelen
formar en las casas de los que mueren o de sus parientes a orar y cantar en sus idiomas en loor
del difunto con mezcla de sus ritos y de hacer los bailes que comúnmente llaman Bancos en su
memoria y honor con demostraciones y señas que anticipan regularmente antes que expiren,
indicantes del infame principio de que provienen en muchos de sus castas, singularmente en los
*El fandango también es de México. Lo dice el corrido mexicano de Lucio pérez:
Su madre se lo decía
que a ese fandango no fuera;
los consejos de una madre
no se llevan como quiera.
Vuela, vuela, palomita,
avisa a toda la gente,
que no sigan el ejemplo
del hijo desobediente.
Desde largos años el fandango corre por toda la América. Una letrilla argentina del pasado siglo lo dice:
que una niña de diez años
ni el credo sepa rezar
y baile el afandangado,
sin olvidar ni un compás,
lindo ejemplar…
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