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MAx hENRíqUEz UREñA | pANORAMA hIStóRICO DE LA LItERAtURA DOMINICANA - tOMO I
mis hijos, en su cándido abandono,
ajenos al amago
de la suerte sobre ellos suspendida,
y tú, de pie, bajo el dolor inmenso,
nublada por el llanto la pupila.
Resurrexit
brota la luz en deslumbrantes ondas,
el aire al pecho afluye,
el espíritu absorto se reanima,
y cunde y se dilata en las arterias
el ritmo palpitante de la vida.
y abajo el ala cándida que extiende
sobre el hogar en gozo
ángel nuevo de paz que el cielo brinda,
surgiendo victorioso de las sombras
el cuadro de mi amor esplende al día.
Se dirá que estos ejemplos apenas son un pálido reflejo de la gran transformación
a que se vieron sometidas todas las formas poéticas; pero lo cierto es que los poetas
dominicanos que florecieron de 1888 a 1900, o sea en el momento en que el modernismo
llegaba a su apogeo tampoco hacían gala de audacias métricas. De los precursores
e iniciadores del modernismo sólo tuvo entonces algún ascendiente gutiérrez Nájera,
aunque ya se leía con fruición a Rubén Darío. y todavía, muchos poetas dominicanos de
la generación subsiguiente llegaron con retraso al modernismo, cuando ya el movimiento
iba de pasada. En la poesía dominicana no encontraremos producciones de factura
francamente modernista sino después de 1900, esto es, cuando ya el modernismo había
cumplido su misión revolucionaria y no tardarían en dibujarse en el horizonte nuevas
tendencias. Estas nuevas tendencias de época posterior sí tuvieron rápida repercusión
en Santo Domingo.
Apolinar perdomo, que ganó renombre como poeta del amor, gustó de largas tiradas
de versos, llenos de imágenes y comparaciones a la manera romántica: Génesis, Canción de
amor, Canto al amor, que son las más populares y conocidas de sus poesías, aunque parecen
mejor logradas estas otras: Venus rara, Amo y odio a la vez tu albo sombrero. La medida favorita
de Apolinar perdomo era el endecasílabo, que encontramos en más de la mitad de su producción
poética, ya solo, ya combinado con el heptasílabo. En 1903 adoptó por excepción,
en Espionaje, una combinación métrica asonantada muy favorecida desde hacía tiempo por
los modernistas: versos de seis y de diez sílabas, entre los cuales se intercala a veces, rompiendo
la monotonía, uno de doce sílabas, que al cabo no es sino una simple duplicación
del hexasílabo anterior:
El silencio es un duende invisible
¿lo sabes, amada?
que a veces entona con mudo lenguaje
canciones extrañas…
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