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Teología Sistemática - Hodge - Cimiento Estable

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CAPÍTULO VII - LA DIVINIDAD DE CRISTO 339Escritura la existencia de las tres personas en la Deidad, se convierte en cosa de lomás innatural explicar estos pasajes de otro modo que en concordancia con estadoctrina. Además de esto, tenemos el expreso testimonio de los escritoresinspirados del Nuevo Testamento, de que el Ángel del Señor, el Jehovámanifestado que condujo a los israelitas a través del desierto, y que llevaba en eltemplo, era Cristo; esto es, era el logos, o Hijo Eterno de Dios, que se hizo carne ycumplió la obra que se había predicho que cumpliría el Mesías. Los Apóstoles nodudan en aplicar a Cristo el lenguaje del Antiguo Testamento empleado paraexpresar la majestad, las obras o el reino del Jehová de las Escrituras Hebreas. (Jn12:41; Ro 14:11; 1 Co 10:4; He I: 10-13, Y con frecuencia en otros lugares.) Porello, el Nuevo Testamento identifica claramente el Logos o Hijo de Dios con elAngel de Jehová, o Mensajero del Pacto, del Antiguo Testamento.La segunda hipótesis en base de la que se han explicado estos pasajes admiteque el ángel del Señor es una persona realmente divina, pero niega que se distingapersonalmente de Jehová. Era una y la misma persona la que hablaba y eraenviada, era el que hablaba y a quien se le hablaba. Pero esta suposición hace talviolencia a todas las normas rectas de interpretación, y es tan inconsecuente con lasposteriores revelaciones de la Palabra de Dios, que ha encontrado poco favor en laIglesia. Por tanto, nos vemos impelidos al único otro modo de explicar los pasajesen cuestión, que ha sido casi universalmente adoptado en la Iglesia, al menos desdela Reforma. Esta otra explicación asume el carácter progresivo de la revelacióndivina, e interpreta las oscuras indicaciones de las primeras Escrituras mediante lamás clara luz de las posteriores comunicaciones. El Ángel que se apareció a Agar,a Abraham, a Moisés, a Josué, a Gedeón, y a Manoa, que era llamado Jehová yadorado como Adonai, que demandaba adoración divina y que ejercía poderesdivinos, a quien los salmistas y profetas exponen como el Hijo de Dios, como elConsejero, Príncipe de Paz, Dios fuerte, y de quien predijeron que nacería de unavirgen, y ante quien se doblaría toda rodilla y a quien toda lengua confesaría, detodos los que están en los ciclos, y en la tierra y debajo de la tierra, no es otro queAquel a quien ahora reconocemos y adoramos como nuestro Dios y SalvadorJesucristo. Él era el Logos asarkos [el Verbo no encarnado], a quien los israclitasadoraban y obedecían; y es el Logos ensarkos [el Verbo encarnado] a quiennosotras reconocemos como nuestro Señor y Dios.Se admite universalmente que el Antiguo Testamento predice un Mesías, unoque debía aparecer en la plenitud del tiempo para llevar a cabo la redención de supueblo, y por medio de quien se debebía extender por todo el mundo elconocimiento de la verdadera religión. Mientras que se revela claramente que esteRedentor debía ser de la simiente de la mujer, la simiente

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