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Teología Sistemática - Hodge - Cimiento Estable

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CAPÍTULO VIII – EL PECADO 615oraciones, en la himnología, en los escritos devocionales que los verdaderoscreyentes establecen como canal de su comunión con Dios, y el medio a través delque expresan sus más íntimas convicciones religiosas, que debemos buscar la feuniversal. De la fe del pueblo de Dios nadie se puede separar sin perder lacomunión de los santos, y sin colocarse fuera del ámbito de los verdaderoscreyentes. Si estas cosas se admiten, tenemos que admitir la doctrina del pecadooriginal. Desde luego, esta doctrina ha recibido varias explicaciones, y en muchoscasos ha sido desvirtuada por teólogos y por concilios, pero está indeleblementegrabada en la fe de la verdadera Iglesia. Impregna las oraciones, el culto y lasinstituciones de la Iglesia. Todos los verdaderos cristianos están convencidos depecado; están convencidos no sólo de sus transgresiones individuales, sino tambiénde la depravación de sus corazones y naturalezas. Reconocen esta depravacióncomo innata y dominante. Gimen bajo ella como bajo una pesada carga. Saben quepor naturaleza son hijos de ira. Los padres llevan sus hijos a Cristo para ser lavadospor Su sangre y renovados por su Espíritu con tanta ansiedad como las madres seamontonaban alrededor de nuestro Señor, con sus sufrientes pequeñuelos, para quefueran sanados por su gracia y poder. Así, sean cuales sean las dificultades quepueda con llevar la doctrina del pecado original, debemos aceptarla comoclaramente enseñada en las Escrituras, confirmada por el testimonio de laconciencia y de la historia, y sustentada por la fe de la Iglesia universal.Objeciones.Se debe admitir que las objeciones a esta doctrina son muchas y serias. Peroesto es verdad de todas las grandes doctrinas de la religión, sea natural o revelada.Y tales dificultades no se limitan a la esfera de la religión. Nuestro conocimiento,en todos los campos, está muy limitado, y está, en gran medida, limitado a hechosaislados. Sabemos que una piedra cae al suelo, que una semilla germina y produceuna planta de su misma naturaleza; pero nos es totalmente imposible comprendercómo se consiguen estos efectos con los que tan familiarizados estamos. Sabemosque Dios es, y que gobiema todas sus criaturas, pero no conocemos cómo su eficazactividad controladora concuerda con el libre albedrío de los seres racionales.Sabemos que existen el pecado y la desgracia en el mundo, y sabemos que Dios esinfinito en poder, santidad y benevolencia. Lo que no sabemos es cómo conciliar laprevalencia del pecado con el carácter de Dios. Estos son unos hechos familiares yuniversalmente admitidos, tanto en filosofía como en religión. Una cosa puede sercierta, y a menudo lo es, contra la que se puedan hacer objeciones que nadie puederesponder. Hay dos importantes principios prácticos que siguen de los hechosacabados de mencionar. Primero, que el

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