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Teología Sistemática - Hodge - Cimiento Estable

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CAPÍTULO IX - LIBRE ALBEDRÍO 661precisamente las mismas posturas y sentimientos, sus decisiones pueden ser en unsentido en un momento determinado, y en otro en otro momento distinto. Esto es,si la voluntad, o más bien dicho, si el agente tiene que ser indeterminado parapoder ser libre.El argumento de que lacertidumbre es idónea para todos los agentes libres.Es desde luego un fuerte argumento en favor de la perspectiva del libre albedríoque la hace consecuente con la certidumbre, o que supone que un agente puedeestar determinado con certidumbre inevitable en cuanto a sus acciones en tanto queestas sus acciones permanecen siendo libres, el hecho de que concuerde con todaslas clases o condiciones de los agentes libres. Negarle a Dios el libre albedrío seríanegarle la personalidad, y reducirlo a un mero poder o principio. Y sin embargo,¿hay nada en el universo que sea más seguro que el hecho de que Dios actuará conrectitud? Pero si se dice que las condiciones de existencia en un ser infinito son tandiferentes de lo que son en las criaturas que no es justo argüir de lo uno a lo otro,podemos referimos al caso de nuestro bendito Señor. El tenía un verdadero cuerpoy un alma racional. Él tenia una voluntad humana; una mente reglada por lasmismas leyes que las que determinan las acciones intelectuales y voluntarias delcomún de los hombres. Sin embargo, en su caso, aunque hubiera podido existir laposibilidad metafísica de mal (aunque incluso ésta es una hipótesis lastimosa), contodo era más seguro que El estaría sin pecado que el que permanecieran el sol y laluna. Ninguna ley física podría ser más fiable en cuanto a la producción de susefectos que el que Su voluntad se decidiera siempre por lo recto. Pero si se objetaraque incluso a este caso que la unión de las naturalezas divina y humana en lapersona de nuestro Señor lo coloca en una categoría diferente a la nuestra,haciendo injusto suponer que lo que era cierto en Su caso tenga que ser cierto en elnuestro, aunque no admitamos la fuerza de esta objeción, podemos referimos a lacondición de los santos en el cielo. El los, sin lugar a dudas, siguen siendo agenteslibres; y sin embargo sus acciones son, y serán eternamente, determinadas con unacertidumbre absoluta e inevitable hacia el bien. Por tanto, la certidumbre tiene queser consecuente con el libre albedrío. ¿Qué puede decir un cristiano ante esto?¿Negará acaso que los santos en gloria son libres, o negará acaso la totalcertidumbre de su perseverancia en santidad? ¿Quedaría con ello exaltado suconcepto de la bienaventuranza del cielo? ¿O elevaria con ello sus ideas de ladignidad de los redimidos para creer que sea inseguro si caerán en pecado opermanecerán santos? Sin embargo, podemos descender aI estado actual de nuestraexistencia. Sin dar por sentado nada en cuanto a la corrupción de nuestranaturaleza, ni dar por sentado nada que Pelagio pudiera negar, es un

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