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Teología Sistemática - Hodge - Cimiento Estable

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CAPÍTULO XIII - LOS ÁNGELES 451No sólo llamaron endemoniados a los así afectados, sino que se dirigían a losespíritus como personas, dándoles órdenes, echándolos, y hablaron y actuaron entodo momento como hubieran hecho si la creencia popular hubiera estado bienfundamentada. Es cosa cierta que todos los que oyeron hablar a Cristo de estamanera llegarían a la conclusión de que Él consideraba a los endemoniados comorealmente poseídos por malos espíritus. Esta conclusión no la contradice Él enningún lugar, sino que al contrario, en sus conversaciones más privadas con losdiscípulos la confirmó abundantemente. Él prometió darles poder para echar fuerademonios; y se refirió a la posesión que Él tenía de este poder, y a su capacidadpara delegar su ejercicio a sus discípulos, como una de las más convincentespruebas de su mesianismo y divinidad. Él vino para destruir las obras del diablo; yel hecho de que Él triunfó así sobre él y sus ángeles demostraba que Él era quienafirmaba ser, el prometido omnipotente rey y vencedor, que debía fundar aqueIreino de Dios que no tendrá fin. Explicar todo esto en base del principio de laacomodación destruiria la autoridad de las Escrituras. En base de este mismoprincipio se han desvirtuado las doctrinas de la expiación, de la inspiración, de lainfluencia divina, y todas las otras doctrinas distintivas de la Escritura. Tenemosque tomar las Escrituras en su sentido histórico llano - en aquel sentido en queestaba dispuesto que fueran entendidas por aquellos a los que se dirigían -, o encaso contrario las rechazamos como forma de fe.No hay ninguna improbabilidad especial en la doctrina de las posesionesdemoníacas. Los espíritus malos existen. Tienen acceso a las mentes y a loscuerpos de los hombres. ¿Por qué deberiamos rehusar creer, en base de la autoridadde Cristo, que se les permitía tener un poder especial sobre algunos hombres? Elmundo, desde la apostasía, pertenece al reino de Satanás; y el objeto especial de lamisión deI Hijo de Dios fue redimirlo de su dominio. Por ello, no es sorprendenteque el tiempo de su venida fue la hora de Satanás, el tiempo en que, en un mayorgrado que nunca antes o después, manifestó su poder, haciendo con ello máspatente y glorioso el hecho de su derrota.Las objeciones a la doctrina común acerca de este tema son:1. Que llamar a ciertas personas endemoniadas no demuestra que estuvieranposeídas por espíritus malos más que el hecho de llamarlas lunáticas demuestra queestuvieran bajo la influencia de la luna. Esto es verdad; y si el argumento reposarasolamente sobre el uso de la palabra endemoniado, seria totalmente insuficientepara establecer la doctrina. Pero este es sólo un argumento colateral y subordinado,sin fuerza por sí mismo, pero derivando su fuerza de otras fuentes. Si los escritoressagrados, además

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