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Teología Sistemática - Hodge - Cimiento Estable

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CAPÍTULO IV - LA UNIDAD DE LA RAZA HUMANA 493diferentes variedades de hombres, incluso hasta el nivel de diferentes naciones,hayan tenido orígenes diversos, y, tal como mantiene Agassiz en sus escritos másrecientes, que sean especies diferentes. Sin embargo, por lo menos en muchoscasos, es totalmente seguro, en base del carácter de las lenguas que hablan, quetienen que haberse derivado de un tronco común. Agassiz y otras describen a lasrazas eurapeas y asiáticas como distintas en origen y especie. Pero Alexander vonHumboldt dice: «El estudio comparativo de las lenguas nos muestra que razas hoydía separadas por vastas extensiones de tierra, están unidas, y han emigradoprocedentes de un centro primordial comun. ... El mayor campo para talesinvestigaciones acerca de la antigua condición del lenguaje, y por consiguiente delperíodo en que toda la família humana debía ser considerada, en el sentido estrictodel término, como un todo viviente, se presenta en la larga cadena de los lenguajesIndo-Europeos, que se extiende desde el Ganges hasta el extremo Ibero de Europa,y desde Sicilia hasta el Cabo Norte» 1 ...Además de los argumentos ya mencionados en favor de la unidad de lahumanidad, después de la aserción directa de la Biblia, lo que después de todotiene la mayor fuerza se deriva de la actual condición de nuestra naturaleza moral yespiritual. Siempre que nos encontramos con un hombre, no importa de quénombre o nación, no sólo descubrimos que tiene la misma naturaleza que nosotros,que tiene los mismos órganos, los mismos sentidos, los mismos instintos, losmismos sentimientos, las mismas facultades, el mismo entendimiento, voluntad yconsciencia, y la misma capacidad de cultura religiosa, sino que tiene la mismanaturaleza culpable y contaminada, que necesita la misma redención. Cristo muriópor todos, y se nos ha mandado que prediquemos el evangelio a toda criatura bajoel cielo. Por ello, no se encuentra en ninguna parte de la tierra a ningún hombre queno necesite el evangelio o que no sea capaz de llegar a ser partícipe de lasbendiciones que ofrece. La relación espiritual de los hombres, su comun apostasía,y el común interés de todos en la redención obrada por Cristo, demuestra su comúnnaturaleza y su comun origen más allá de la posibilidad de toda duda razonable oexcusable.Nuestra atención ha estado dirigida hasta aquí de manera especial a la unidadde la humanidad en cuanto a especie. Poco es necesario decir en conclusión encuanto a su unidad en origen. (1) Por cuanto en opinión de los más distinguidosnaturalistas, la unidad de especie es en sí misma prueba decisiva de la unidad deorigen. (2) Porque incluso si se niega esto, es sin embargo admitido universalmenteque cuando la especie es la misma el origen puede ser el mismo. Si la humanidaddifiere en cuanto a especie, no1. Cosmos, Traducción de Otte, edición de Londres, 1849, VoI. lI, págs. 471, 472.

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