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Teología Sistemática - Hodge - Cimiento Estable

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CAPÍTULO VIII - EL PECADO 559Esta distinción los teólogos suelen expresarla con los términos reatus culpæ yreatus penæ. Culpa es ser digno de reprensión; y reatus penæ es culpa en la formade un merecido inherente: mientras que reatus penæ; es la deuda que debemos a lajusticia. El hecho de que la culpa, en el sentido inclusivo del término, y lacontaminación entran en la naturaleza de pecado, o son inseparables de la misma,no sólo se revela a nuestra propia conciencia, sino que las Escrituras lo dan en todolugar como supuesto. La Biblia declara constantemente que el pecado y todopecado, todo lo que lleve sua naturaleza, no sólo es odioso delante de un Diossanto, sino que es objeto de su Ira e indignación, la justa razón para infligir castigo.Esto está admitido, y no se puede negar. La única pregunta es. ¿Qué esnecesario para suscitar el sentimiento de culpa tal como existe en la conciencia? O,¿qué se precisa para que alguna cosa sea una base justa para el castigo delante deDios? ¿Es suficiente con que la cosa misma sea pecaminosa? ¿O es necesario quese deba a nuestra propia acción voluntaria? Esto último lo dan por supuesto no sólolos Pelagianos y todos aquellos que definen el pecado como la transgresiónvoluntaria de la ley conocida, sino también muchos que mantienen la distinción delpecado habitual en distinción a pecado cometido, y que incluso reconocen que loshombres hacen en pecado. Insisten que incluso el mal innato, el pecado inherente,tiene que ser atribuible a nuestra propia acción voluntaria, o no puede ser culpa ennosotros. Pero esto es:1. Contrario a nuestra propia consciencia. La existencia del pecado en elcorazón, la presencia de actitudes malvadas, sin considerar su origen, vainevitablemente acompañada por un sentimiento de contaminación y culpa. Siendoestas disposiciones malvadas en su propia náturaleza, tienen que incluir todo lo quees esencial a esta naturaleza. Y, como se ha reconocido, a culpa es esencial a lanaturaleza del pecado. Nada hay pecaminoso que no implique culpa. Laconsciencia o convicción de pecado tlene por ello que incluir la convicción deculpa. Y consiguientemente, si quedamos convencidos por las declaraciones de laEscritura y por el estado de nuestra naturaleza que hemos nacido en pecado,tenemos que quedar convencidos de que la culpa va juntamente con la innatacorrupción de la naturaleza. Además de esto, el pecado habitual o residente no esvoluntario en el sentido de ser por designio o intencionado, o en el sentido de queesté bajo e poder de la voluntad, y sin embargo todos los cristianos admiten queeste pecado residente constituye una terrible carga de culpa; una carga más pesadapara el corazón y la conciencia que todas nuestras transgresiones cometidas.2. El principio en cuestión no está menos opuesto a los juicios comunes de loshombres. Todos los hombres juzgan instintivamente a un hombre por lo que es. Sies bueno, así lo consideran. Si es malo, lo pronuncian malo.

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