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Teología Sistemática - Hodge - Cimiento Estable

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CAPÍTULO VIII - EL PECADO 613murerte sea una inflicción penal. Ésta es la postura adoptada por los que rechazanla doctrina del pecado original. Afirman que se trata de un mal natural que brota dela constitución original de nuestra naturaleza, y que por ello no es más una pruebade que todos los hombres son pecadores que la muerte de los brutos demuestra queellos sean pecadores. En respuesta a esta objeción, es evidente observar que loshombres no son brutos. El hecho de que los animales irracionales, incapaces depecar, estén sujetos a la muerte, no constituye entonces evidencia de que lascriaturas morales puedan estar sujetas con justicia al mismo mal, aunque libres depecado. Pero, en segundo lugar, lo que es de mucho mayor peso, la objeción estáen oposición directa a las declaraciones de la Palabra de Dios. Según la Biblia, lamuerte en el caso del hombre es un castigo. Adán fue amenazado con ella como lapena de la transgresión. Si no hubiera pecado, tampoco habría muerto. El Apóstoldeclara de manera expresa que la muerte es la paga (o castigo) del pecado; y lamuerte se debe al pecado (Ro 6:23 y 5:12). El no sólo lo declara como un hecho,sino que lo adopta como principio, haciendo de ello la base de todo su argumentoen Ro 5: 12-20. Su doctrina, como aqui la expone, es que donde no hay ley no haypecado. Y donde no hay pecado, no hay castigo. Todos los hombres soncastigados, y por tanto todos los hombres son pecadores. El hecho de que todos loshombres son castigados lo demuestra por el hecho de que todos mueren. La muertees el castigo. La muerte, dice él, reinó desde Adán hasta Moisés. Reina inclusosobre aquellos que no han pecado en sus mismas personas por transgresiónvoluntaria, como sí hizo Adán. Reina sobre los pequeñitos. Ha pasadoabsolutamente a todos los hombres por cuanto todos son pecadores. No se puedeponer en duda que éste es el argumento del Apóstol; y tampoco se puede poner enduda que este argumento está basado en la presuposición de que la muerte, en elcaso deI hombre, es un mal penal, y que su inflicción es una prueba innegable deculpa. Por ello, tenemos o bien que recha.zar la autoridad de las Escrituras, o bienadmitir que la muerte de los pequeñitos es una prueba de su pecaminosidad.Aunque el argumento del Apóstol, tal como se ha enunciado anteriormente, esuna prueba directa del pecado original (o de la corrupción inherente, hereditaria),no es menos prueba, como se ha insistido en otra ocasión, de la imputación delpecado de Adán. Pablo argumenta en Ro 5: 12-20 para demostrar que así como ennuestra justificación la rectitud sobre cuya base somos aceptados no essubjetivamente nuestra, sino la rectitud de otro, de Cristo, de la misma manera larazón pnmana de nuestra condenación a la muerte es el pecado de Adán, algo fuerade nosotros, y no personalmente nuestro. Pero se tiene que recordar que la muertede la que él habIa en conformidad al uso uniforme de la Escritura, en estoscontextos, es

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