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Teología Sistemática - Hodge - Cimiento Estable

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CAPÍTULO IX - LIBRE ALBEDRÍO 663necesariamente involucra la negación de la veracidad de Dios, sino que subvierteasimismo la base de todo conocimiento, y nos hunde en un escepticismo absoluto.Igual podríamos decir que nuestra existencia es un engaño como que cualquier otrohecho de la consciencia sea un engano. No tenemos más ni mejor evidencia para louno que para lo otro. Los hombres pueden especular tanto como quieran, perotienen que creer y actuar en base de las leyes impuestas sobre nuestra naturalezapor nuestro Creador. Por tanto, tenemos que creer en nuestra existencia y ennuestro libre albedrío; y por una necesidad apenas menos imperativa tenemos quecreer que todas las cosas son sabidas por Dios desde la eternidad, y que si sonconocidas por anticipado, y su acaecimiento es cierto, no podemos negar que lacertidumbre es consecuente con el libre albedrío sin involucramos encontradicciones palpables. Este argumento es tan concluyente que la mayoría delos proponentes teístas de la doctrina de la contingencia, cuando pasan a tratar esto,abandonan la cuestión, y reconocen que una acción puede ser cierta en cuanto a suacaecimiento, y sin embargo libre. Se contentan para la ocasión con negar que seanecesaria, aunque pueda ser cierta. Pero olvidan que por «necesidad moral» no sesignifica nada más que certidumbre, y que es precisamente la certidumbre lo que,en otras ocasiones, ellos presentan como opuesto a la libertad. Si desde toda laeternidad está determinado como actuará cada hombre; si de los mismosantecedentes siguen inevitablemente las mismas consecuencias; si los actos de loshombres son inevitables, a esto se le designa como fatalismo. Sin embargo, si esrealmente verdad que los proponentes de la indiferencia, de la capacidadautodeterminante de la voluntad, del poder para la elección contraria, o decualquier otro nombre que se le aplique a la teoría de la contingencia, no tienenrealmente intención de oponerse a la doctrina de la certidumbre, sino que estánsimplemente combatiendo el fatalismo o la necesidad física, entonces lacontroversia desaparece. ¿Qué más podrían pedir Leibnitz o Edwards que lo queconcede Reid en el siguiente pasaje?: «Se tiene que conceder que así como todo loque fue, ciertamente fue, y que todo lo que es, ciertamente es, de la misma maneralo que será, ciertamente será. Estas son proposiciones idénticas, y no pueden serpuestas en duda por los que las conciban distintamente. Pero no sé de ningunanorma de razonamiento por el que se pueda inferir que debido a que unacontecimiento vaya a ser con certeza, que por ello su producción tenga que sernecesaria El modo de su producción, sea libre o necesario, no puede ser deducidoen base del tiempo de su producción, sea pasado, presente o futuro. El hecho deque será no implica más que será necesariamente que el hecho de que serálibremente producido; porque ni el presente, ni el pasado ni el futuro, tienenninguna conexión mayor con la necesidad que la que tienen con la libertad.Concedo, por tanto, que del

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