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Teología Sistemática - Hodge - Cimiento Estable

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CAPÍTULO IX - LOS DECRETOS DE DIOS 393que Dios abandone a sí mismos a los ángeles caídos y a los finalmenteimpenitentes que continuarán en el pecado, y sin embargo la santidad de Diospermanece incólume. La Biblia enseña claramente que Dios abandonajudicialmente a los hombres a sus pecados, entregándolos a una mente reprobada, yque con ello es grandemente justo y santo. Por ello, no es cierto que un agente searesponsable de todas las consecuencias ciertas de sus actos. Puede ser, eindudablemente es, infinitamente sabio y justo por parte de Dios que permita quetenga lugar el pecado, y adoptar un plan en el que el pecado es una consecuencia oelemento cierto; pero por cuanto Él ni causa el pecado ni tienta a los hombres a quelo cometan, no es ni el autor del mismo ni aprobador. Él ve y sabe que sealcanzarán fines más altos con su admisión que con su exclusión, que se lograráuna exhibición perfecta de sus perfecciones infinitas, y por ello que por la máselevada razón decreta que tenga lugar por medio de la elección libre de agentesresponsables. Pero nuestra gran base de confianza es la certidumbre de que el juezde toda la tierra hará lo que es justo. El pecado existe, y Dios existe; por ello, laexistencia del pecado tiene que ser consistente con su naturaleza; y por cuanto suacaecimiento no puede haber sido imprevisto ni accidental, el propósito o decretode Dios de que debía acaecer tiene que ser consistente con su santidad.C. La doctrina de los decretos destruye todo motivo para el esfuerzo.Una tercera objeción es que la doctrina de la preordenación, que supone lacertidumbre de todos los acontecimientos, tiende al descuido de todo emmpleo demedios. Si todo va a suceder tal como Dios lo ha predeterminado, no tenemos porqué inquietarnos, ni tenemos por qué esforzamos. (1) Esta objeción supone queDios ha determinado el fin sin referencia a los medios. Sin embargo, la verdad es alrevés. El acontecimiento queda determinado en conexión con el medio. Si loúltimo fracasa, igualmente sucederá con lo primero. Dios ha decretado que loshombres vivan mediante alimentos. Si alguno rehúsa comer, morirá. Él haordenado que los hombres se salven por medio de la fe. Si alguien rehúsa creer,perecerá. Si Dios se ha propuesto que el hombre viva, también se ha propuestopreservarlo de la insensatez suicida de rehusar comer. (2) Hay otra falacia incluidaen esta objeción. Supone que la certidumbre de que un acontecimiento vaya aacontecer actúa como motivo para descuidar los medios de su consecución. Esto noes según la razón ni la experiencia. Cuanto mayor la esperanza de éxito, tantomayor el motivo para el esfuerzo. Si se está seguro del éxito con el uso de losmedios apropiados, el incentivo para esforzarse se hace tan fuerte como pueda serposible. Por otra parte, cuanto menos esperanza, tanta menos disposición habrápara esforzamos; y donde no hay esperanza, no habrá esfuerzo. El

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