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Teología Sistemática - Hodge - Cimiento Estable

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CAPÍTULO VIII - EL PECADO 629muy importante distinción entre una incapacidad surgiendo de las limitaciones denuestro ser como criaturas, y una incapacidad surgiendo del estado apóstata denuestras naturalezas desde la caída de Adán. Pero no es esto lo que comunmentequieren decir aquellos que afirman la capacidad natural de los hombres para hacertodo lo que Dios les demanda. Significan y declaran de manera expresa que elhombre, tal como es ahora su naturaleza, es perfectamente capaz de cambiar supropio corazón, de arrepentirse y de vivir una vida santa; que la única dificultad ensu vía para ello es su ausencia de inclinación, controlable por su propio poder. Esesta descripción la que es antiescrituraria. Las Escrituras nunca se dirigen así alhombre caído, en el sentido de asegurarles de su capacidad de liberarse a sí mismosdcl poder del pecado.5. Toda la tendencia y el efecto de este modo de pensar son dañinos ypeligrosos. Si un pecador ha de ser convencido de su culpa antes de poder confiaren la justicia de Cristo para su justificación, tiene que estar convencido de suimpotencia antes de poder mirar a Dios para ser liberado. Aquellos a los que se leshace creer que pueden sa1varse a sí mismos son, en la dispensación divina,comunmente abandonados a sus propios recursos.En oposición por tanto a la doctrina Pelagiana de la capacidad plenaria delpecador, a la doctrina Semi-Pelagiana o Arminiana de lo que se llama «unacapacidad en gracia», esto es, una capacidad concedida a todos los que oyen elevangelio mediante la gracia común y suficiente del Espíritu Santo, y a la doctrinade que la única incapacidad del pecador es su ausencia de inclinación al bien, losAgustinianos siempre han enseñado que esta incapacidad es absoluta y total. Esnatural así como moral. Es tan completa, aunque diferente en género, como laincapacidad del ciego para ver, del sordo para oír, o de los muertos para restaurarsela vida a sí mismos.Prueba de la doctrina.1. El primer y más evidente argumento en favor de la posición Agustiniana uOrtodoxa acerca de esta cuestión es el negativo. Esto es, el hecho de que lasEscrituras no atribuyen en ningún lugar a los hombres caídos la capacidad decambiar sus propios corazones ni de volverse a sí mismos a Dios. Como susalvación depende de su regeneración, si esta obra estuviera al alcance de suspropias capacidades, sería increíble que la Biblia nunca depositara la obligación dellevarIa a cabo sobre la capacidad del pecador. Si él tuviera la capacidad deregenerarse a sí mismo, deberíamos esperar en las Escrituras la afirmación de laposesión de esta capacidad por parte de él, y que lo llamara a ejercerla. DesdeIuego, podría decirse que el mismo mandamiento a arrepentirse y creer implica laposesión de todo lo preciso para la obediencia al mandamiento. Lo que implica esque aquellos a

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