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Teología Sistemática - Hodge - Cimiento Estable

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634 PARTE II -ANTROPOLOGÍAleyes divinamente constituidas de su naturaleza, retendrán sus conviccionesintuitivas. De manera similar, el teólogo metafísico puede decirles a los pecadoresque se pueden regenerar, que pueden arrepentirse y creer, y amar a Diosperfectamente, y se puede decir, mediante uná figura de lenguaje, que el teólogo selo cree. Pero los pobres pecadores saben que ello no es cierto. Lo han intentado milveces, y darían mil mundos por llevar a cabo la tarea, y hacerse santos y herederosde la gloria por una volición, o mediante el ejercicio de sus propios poderes, seanéstos fugaces o persistentes.Se admite de manera universal, por cuanto es un hecho universal de laconsciencia humana, que los sentimientos y los afectos no están bajo el control dela voluntad. Nadie puede amar aquello que él aborrece, no aborrecer aquello en quese deleita, por ningún ejercicio de su capacidad de autodeterminación. Por esto, losfilósofos, con Kant, denuncian el mandamiento a amar como algo absurdo. Pero lainsensatez de los hombres es la sabiduría de Dios. Es correcto que se nos mandeamar a Dios y que creamos Su Palabra, tanto si el ejercicio del amor y de la fe estáO no bajo el control de nuestra voluntad. La única manera en que se puede evadireste argumento basado en la común consciencia de los hombres es negando que lossentimientos tengan carácter moral alguno; o suponiendo que las demandas de laley se acomodan a la capacidad del agente. Si no puede amar la santidad, no estáobligado a amarla. Si no puede creer todo el evangelio, se le exige sólo que crea loque puede creer, lo que pueda aceptar como cierto a la luz de su propia razón. Sinembargo, estas dos suposiciones son contrarias a las convicciones intuitivas detodos los hombres, y a las expresas declaraciones de la Palabra de Dios. Todos loshombres saben que el carácter moral acompaña a los sentimientos así como a lospropósitos y voliciones; que la benevolencia como sentimiento está bien, y que lamalicia como sentimiento es mala. Saben con la misma certidumbre que lasexigencias del derecho son inmutables, que la ley de Dios no puede ser abajada a lamedida de la capacidad de las criaturas caídas. No demanda de ellas nada queexceda a la limitación de sus naturalezas como criaturas; pero sí que demanda deellas el pleno y constante, y por ello perfecto, ejercicio de estas capacidades en elservicio de Dios y en conformidad a su voluntad. Y esto es precisamente lo quetodo ser humano racional caído está totalmente convencido de que no puede hacer.La convicción de incapacidad, por tanto, es tan universal e indestructible como lacreencia de la existencia, y todos los sofismas de los teólogos metafísicos son tanimpotentes como todas las sutilezas del idealista o del panteísta. Cualquier hombreo grupo de hombres, cualquier sistema de filosofia o de teología, que traten dedetener la gran corriente de la consciencia humana acabarán con toda certeza en elabismo del olvido o de la destrucción.

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